Camisas hawaianas, ritmos trepidantes y toneladas de reverberación. Un año más, y ya van doce, FestiSurf Costa Brava se reafirmó como una cita ineludible para los amantes del rock’n’roll más genuino y de los sonidos playeros en particular. Lo hizo con un programa que alternó referentes foráneos con delicias del underground nacional, y donde el instro surf puro y duro se retroalimentó con registros periféricos que fueron del garage al rockabilly.
Llobarros abrieron la noche del sábado con formato power trio y dos jams expansivas que aproximaron las músicas de raíz mediterránea a las formas más esenciales del surf instrumental. Tal como hiciera en su día el mismísimo Dick Dale con el célebre «Misirlou», los valencianos inyectaron tensión eléctrica a viejas tonadas populares del este de Europa e incluso más allá. Imborrable la imagen del guitarrista Pep Ahuir tocando un buzuki como si se tratara de una Stratocaster.
También desde tierras valencianas llegaron The Pickin’ Boppers. Un cuarteto de formación más o menos reciente, pero integrado por veteranos de la órbita del rhythm & blues y el rock’n’roll añejo –ahí estaba el infalible saxo de Gerard Vercher-. Su repertorio, apto para quemar cualquier pista de baile que se le ponga delante, partió del jump blues más grasiento y nocturno para aterrizar en la era dorada de las beach parties sesenteras, con puntuales escapadas a las calles de Nueva Orleans e incluso hasta las costas jamaicanas, siempre en formato instrumental.
Acto seguido fue el turno de The Caezars. Reactivado tras una larga temporada en berbecho, el cuarteto londinense venía a presentar su todavía flamante elepé homónimo. Salieron a darlo todo desde el minuto cero con dardos de precisión tan afinados como «Back in the Jungle», «Heartache Overload» o «Be My Witch». Pepinazos de rockabilly pata negra que no le hacen ascos al surf, al garage o incluso al punk. Como Vince Taylor encabezando unos Cramps, incluído un frontman, AJ Denning, que es todo carisma y actitud.
Cerró esta primera jornada la unión, hasta ahora inédita por estos lares, de Barrence Whitfield con MFC Chicken. Dicen que Dios los cría y ellos se juntan, y el norteamericano parece haber encontrado en los ingleses algo más que una banda de acompañamiento hecha a medida. A sus 69 años, el de Boston sigue manifestándose incombustible sobre las tablas, despachando trallazos del calibre de «King Kong» o «Stop Twistin’ My Arm» como quien nació para pasarlo en grande.
Ataviado con un disfraz de troglodita al más puro estilo Pedro Picapiedra, respaldado por la guitarra lanzallamas de Dan Criscuolo y el saxo todo terreno de Spencer Evoy, Whitfield predicó su fe inquebrantable en una manera de entender el rock’n’roll que no sabe de artificios. La de sus admirados Sonics y Esquerita. De los primeros cayó ni más ni menos que «Psycho». Del segundo se marcaron una acelerada «Hole in My Heart».
La gran novedad de este FestiSurf fue una segunda jornada el domingo a la hora del vermú con los propios MFC Chicken como maestros de ceremonias. No habían pasado ni doce horas desde su incendiario pase al lado de Barrence Whitfield cuando los londinenses, frescos como una rosa y con las pilas totalmente recargadas, sacudieron más de una resaca al ritmo de rompepistas como «Bear-Size Skeeters», «New Socks» o una psicótica lectura del «Night Train» de Jimmy Forrest. En tanda de bises invitaron a Whitfield a cantar el «Bip Bop Bip» de Don Covay. Nada mal, para un mediodía de domingo.
Texto: Oriol Serra