La gira de Aisha Khan & The Rajahs por nuestro país para presentar su reciente disco de duetos The Magnificient Twelve hizo parada en la sala Jamboree de Barcelona para dos pases de poco más de una hora. Asistimos al primero de ellos para comprobar unas cuantas cosas, algunas de ellas ya conocidas.
En primer lugar que Aisha Khan es una muy buena cantante, cargada de glamour, que domina bien géneros como el rock and roll, el Jazz, el Blues y el Rhythm & Blues, aunque tuvo algún problemilla de afinación en la clásica «Rockin’ Pneumonia and the Boogie Woogie Flu» de Huey “Piano” Smith. La segunda que controla a la perfección los tempos del show, siendo ella misma la que marca los inicios de las canciones incluso con algún que otro tarareo. La tercera que tenía ganas de agradar, y lo hizo. Simpática, bromista y muy cómplice de la banda. La cuarta es que sus temas nuevos funcionan a la perfección solo con su voz, a pesar de haber sido grabados junto a gente como Deke Dickerson, Big Sandy o Big Joe Louis. La quinta (y vamos acabando), que sabe escoger las versiones que completen su show con buena puntería, como ese homenaje a una de sus maestras, Ruth Brown. La quinta es que lleva un bandón, integrado por Lee Badau al saxo, Kev Magee al contrabajo, Danny Howard – el tipo que probablemente mejor se lo pasó en todo el show transmitiendo continuamente su alegría – a la batería, y un inconmensurable Mario Cobo a la guitarra. Y ese es el sexto y último de nuestros numerados parámetros. Porque si en su momento, John Mayall decidió publicar un disco como John Mayall & The Bluesbreakers with Eric Clapton, no sería descabellado que esta gira se titulara Aisha Khan & The Rajahs with Mario Cobo. Porque el guitarrista es el auténtico alma máter y director musical del cotarro. No solo porque sea el productor del disco de Aisha, sino porque salió con unas ganas de comerse el escenario que apabullaban. Sin trucos escénicos. Mostrando un virtuosismo asombroso y una presencia escénica que no necesitaba de poses preparadas. Cobo respira autenticidad desde cada uno de sus poros, pero sobre todo, respira rock and roll. Sus solos fueron de los más brillantes que le he visto en un escenario – y lo he visto muchas veces – y se notaba lo cómodo que estaba a pesar del cansancio que llevaba encima tras conducir, cito textualmente, “una furgoneta que no pasa de noventa”. No está interesado en quitarle el protagonismo a Aisha, pero su guitarra lo hace sin darse cuenta para acabar concentrando la atención casi tanto como “la jefa”. Aunque siempre tendrá otro don, el de saber cuándo no es el protagonista. Bueno concierto y magnífico plan para un domingo por la tarde.
Foto: Raquel Sánchez
Texto: Eduardo Izquierdo