Hace cuatro años se estrenó Reina de corazones, una historia de un incesto y, sobre todo, de sus consecuencias, tratada con la misma frialdad que el gélido paisaje exterior y que el orden milimétrico y nórdico de la suntuosa casa en la que se desataba un juego de poder, atracción, abuso sexual, manipulación y negación. Expuesto su argumento con elegancia, pero sin contemplaciones, con una precisión casi quirúrgica e hipnótica, y con bastantes escenas incómodas para el espectador, era imposible salir indemne de su visionado. Algo de eso debieron ver los productores y la directora francesa Catherine Breillat que optaron por hacer su propia revisión de la cinta danesa.
Sin banalizar ni simplificar la historia, lo mejor de esta adaptación es haber cambiado lo suficiente para hacerla propia e incluso más osada, al equilibrar los poderes entre los protagonistas y poner más el foco en la mentira, sin dejar de tener su antecedente como referente. Filmada en buena parte con planos muy cercanos y descriptivos, el drama toma la forma de un thriller psicológico en el que, de fondo, subyacen los tabúes vigentes en la sociedad actual, desafiando los límites morales que nacen del deseo incontrolable, y que, finalmente, acaba por formular preguntas sin respuesta sobre la relación entre sexualidad y feminismo.
XAVIER VALIÑO