Más allá de la herencia biológica, Johnny Copeland también legó a su hija una manera inmersiva de entender el blues, algo que lejos de pervertir su esencia le aporta la necesaria resistencia al paso del tiempo.
Enseñanza cumplida a lo largo de una carrera que adopta en su más reciente episodio una manifestación especialmente vigorosa. Intensidad que desarrolla tanto en aquellos momentos donde la electricidad se convierte en guía, siguiendo los imperiales pasos de Koko Taylor en la arrebatadora «Down On Bended Knee», como prendiendo la mecha sureña en una portentosa «Tough Mother» o en esos respiros que sin embargo estremecen, gracias al desnudo intimismo de «Only Miss You All the Time» o bajo el hipnótico y desértico gospel que contiene «Belle Sorciere». Piezas que la señalan como una cada vez más asentada diva, en el sentido más majestuoso del término, capaz de arañar con sus lágrimas, regocijarse en el hedonismo o señalar los monstruos que engendra la sociedad actual.
Texto: Kepa Arbizu