Como si de un “bonus track” de un escenario de un festival se tratara, la mayoría de asistentes se agarraron al mismo de diferentes formas, ya sea para alargar algo más las vacaciones de verano en una calurosa noche y sentir que un martes cualquiera sigue formando parte de su desconexión laboral, o bien para los que ya habían vuelto a la rutina diaria, sentir de nuevo esa sensación de no tener prisa, y dejar de lado preocupaciones. Lo cierto, y es que, visto el ambiente, se trató de una propuesta acertada, algo así como una fiesta de pueblo de verano, pero cargada de distorsión, de melancolía y con orientación al baile.
Alison Mosshart paseaba sola por las calles de Barcelona la mañana del show, protegiéndose del sol con una gorra amplia de camionero y gafas de sol, su delgada figura se dejó caer por alguna tienda y librería del barrio de Ciutat Vella, servidor se cruzó con ella, y por otra parte su cuenta de Instagram (@amosshart), dejó buena cuenta de cómo disfrutó sus horas en la ciudad condal.
Unas horas más tarde se dejaba ver en el escenario junto a Jamie Hince, la otra parte del dúo The Kills, que en esta ocasión se presentaban en formato de la mínima expresión, es decir con las bases programadas y solo la distorsión de las guitarras y voces saliendo de los amplificadores, algo así como una vuelta a sus raíces. Lo cierto, es que el show tuvo buenos momentos, ya que al no estar pendientes de dirigir una banda, se les vio sueltos y con una complicidad contrastada entre ambos. Tiraron de su último trabajo, el embarullado “God Games (2023)”, aunque eso sí, dejándose algún clásico fuera del set, nos quedará la duda de si fue debido al limitado tiempo o bien de cómo están afrontando estos shows.
La generación 2.0 del movimiento alternativo de Seattle, arrojó a la luz a una serie de bandas que veían que su propuesta más intimista, contenida y cargada de romanticismo era absolutamente valida, no ya para las nuevas generaciones, si no para las que ya habían madurado y necesitaban rebajar revoluciones. Death Cab for Cutie formaron parte de ese movimiento, y “Transatlanticism (2003)” se convirtió en una referencia, ya no solo en lo musical, si no en concepto, y sonar en series como “The O.C: (2003-07)” generó un fenómeno que veinte años más tarde se agarró a la carta de la nostalgia para una gira interpretándolo al completo.
Como pudimos comprobar toda la noche, Ben Gibbard es un frontman hiperactivo, lo cual, si bien descoloca en algunos momentos, en otros, ayuda para mantener la atención en su figura, que se ve arropada por una banda realmente bien coordinada y estructurada, alternando instrumentos, y donde solo con el punto débil de que cuando sonaron tres guitarras, éstas no supieron formar un muro de sonido más potente. En cuanto al set, sabiendo el guion del mismo, “The New Year” evidenció que es un auténtico hit, y abrió el carrusel de emociones hasta el punto final con “A Lack Of Color”, cerrando así la parte que representaba el lado oscuro de la noche, teniendo en cuenta el outfit de negro absoluto de toda la banda.
“Bleach (1989)” de Nirvana es el álbum más vendido de Sub Pop Records, aunque “Give Up (2003)” de The Postal Service le sigue de muy cerca. Lo que queda claro, es el rendimiento que se le ha dado al álbum, lo cual nos ubica algo más de veinte años más tarde para volver a presenciar un show del proyecto, y en el cual se repasa el mismo, respetando el orden, pero aplicando un concepto de directo muy interesante. En esta ocasión, con una banda de blanco impoluto, Ben Gibbard y Jimmy Tamborello dirigen un show que muta del hit básico hacia la interpretación de temas en clave fin de curso electrónico, o bien en desarrollos largos algo complicados y cargándolos de batería orgánica, y un punto de visceralidad contenida.
Como anexo o bis, la versión de Iron & Wine de “Such Great Heights” supuso el acercamiento a lo básico, y la revisión de un tema propio, pero en clave de cómo lo veía la mente de otro artista. El cierre en formato con las dos bandas sobre el escenario, y la interpretación de “Enjoy The Silence” de Depeche Mode, volvió a dejar vigente de como la música de los de Basildon ejerce de perfecto canalizador de las emociones de cualquier generación o movimiento musical.
Texto: Oscar Fernández Sánchez
Fotos: Sergi Fornols