Encuentros

Fernando Rubio, el cálido rumor de la esperanza

 

 

A medio camino entre su pasado en Ferroblues y su actual pertenencia a los campestres y estetas Bantastic Fand, el  periplo en solitario de este músico cartagenero se enclava en un territorio por el que han dejado su huella iconos del blues y del soul, The Byrds, Tom Petty o Neil Young. Punto de partida para una talentosa inspiración que delimita una carrera en la que su nuevo capítulo, “Stay Cool” (Perdición Records, 2024), no es sólo una enunciación ecléctica de elegancia y sensibilidad a la hora de tratar los sonidos americanos,  es también la plasmación de un lenguaje rítmico aliado con un discurso vitalista enfrentado al azar fatalista, el mismo que marca nuestra conversación con su autor.

Este nuevo disco nace como consecuencia de un episodio grave de salud que sufres, ¿el contenido del álbum fue íntegramente creado a partir de ese hecho o ya manejabas ciertas ideas?

La mayoría del disco lo maqueté y grabé a partir del verano de 2023, en un momento en que mi vida había vuelto a la normalidad, ya sin tratamientos ni complicaciones. Yo no diría que se tratá de un álbum surgido como consecuencia de la enfermedad, aunque si incluye algunas canciones que hablan de ella, sobre todo “Reborn Again” (la primera idea la grabe en mi móvil mientras aún estaba en la UCI recuperándome de una operación) y “Love Me, Love Me”, que sí fueron escritas en los peores momentos. Pero la mayoría de ellas no tienen nada que ver con eso, y algunas aprovechan ideas previas que completé a la hora de hacer el disco.

¿De qué manera crees que contar con esa capacidad para escribir canciones te ha ayudado a afrontar ese hecho trágico?

Bueno, la música es mi vida. No sólo escribir canciones, también tocar y disfrutar escuchándola, y tener un proyecto por delante, una dirección hacia dónde ir. Algunas amistades sí me dicen que la música me ha salvado, y probablemente tengan razón. Y mi familia, que ha estado a mi lado todo el tiempo. Pero los que sin duda me han salvado son los profesionales de la sanidad pública, que hay que defender a toda costa. En otros países, como Estados Unidos, yo estaría muerto ahora.

Creo que el concepto global que late en el disco es precisamente la necesidad, como forma de afrontar los envites de la vida, de alimentar todo aquello que nos ayuda a ser feliz…

Sí. Pasar por algo así te aclara mucho las ideas sobre lo que importa y lo que no. Para mí lo primordial es lo que haces, cómo pasas tu tiempo, y sobre todo, con quién lo pasas. Yo tengo la suerte de compartir mi vida con una mujer extraordinaria, que me has sostenido con una fuerza realmente sobrehumana. Y, además de mis hermanos, cuento con un grupo de amigos de los que disfruto de verdad. En ese sentido soy muy afortunado.

¿Sientes que este disco refleja un momento concreto de tu vida o es la proyección de una nueva forma global de encarar y entender la propia existencia?

Todos los discos que he hecho reflejan un momento. El conjunto de canciones que integran un álbum están escritas en un periodo de tiempo, bajo una influencia y unas circunstancias concretas. Superar un cáncer es un proceso muy gordo como para que no se refleje en lo que escribo. Y me queda muy claro que no hay tiempo que perder a la hora de hacer lo que quieres. Pero, para mí, predomina la sensación de que he retomado el camino, aprendiendo cosas nuevas y disfrutando más que nunca de lo que hago.

Estilísticamente me parece un disco especialmente ecléctico y con mayor amplitud tu musicalidad, algo especialmente patente en temas como “Dead Streets” o “12 Strings Poems”. ¿Responde a una idea predeterminada de hacer las cosas?

 Siempre digo que intento darle a cada canción lo que va pidiendo, y eso no siempre lo sé al principio. “Dead Streets”, por ejemplo, se sale un poco de lo que suelo hacer, y fui descubriendo gradualmente lo que le sentaba bien. La melodía del sintetizador surgió enseguida, y se llevó la canción a otro terreno, con esa parte central tan flotante. Lo de hacer los fraseos con la guitarra acústica fue una sugerencia de Paco Del Cerro, en un momento en el que no sabía por dónde seguir, y terminaron de completar la atmósfera tan peculiar de la canción.

“12 String Poems” es una melodía que tenía apuntada desde hace muchos años, inspirada en “Sandbox”, un disco de Erik Voeks que escuchaba mucho entonces. Aquí la clave me la dio la ocurrencia de escribir una letra sobre el sonido de Los Byrds, las guitarras de doce cuerdas y esa psicodelia sesentera, ingenua y grandiosa a la vez. Y de ahí salió de un tirón toda la parte modal del final, con los juegos corales y el sinuoso moog de Carlos Campoy.

En ese aspecto musical hay que mencionar a la banda que te acompaña siempre, The Inner Demons, ¿cómo y cuánto influyen en el resultado final de una canción, es una cuestión unicamente de ejecución sobre lo que ya llevas pensado o hay una aportación sustancial por su parte?

La participación de los miembros del grupo en este disco ha sido bastante desigual, por las circunstancias concretas del momento y la disponibilidad de tiempo que tenía cada uno. Tengo que destacar siempre el trabajo de Paco Del Cerro, que es una parte esencial de todos mis discos desde “Cheap Chinese Guitar”. Paco grabó todas las baterías, y además hace unos coros maravillosos con Paloma Del Cerro, su hermana, que dan mucho carácter a las canciones. Paco también me ha ayudado mucho en el proceso de mezcla.

Otro pilar fundamental son los teclados de Carlos Campoy, una parte muy importante en todos los discos que he hecho, desde nuestra etapa de Ferroblues. Román García y Joaquín Talismán tocan y cantan también en algunas canciones, a las que imprimen su sello, de hecho los coros de “Stay Cool” o “Get Down” no serían igual sin ellos, o la guitarra de 12 cuerdas en “Reborn Again”. Además Román se ha encargado del artwork del disco, que me encanta.

Otra cosa es el directo, y ahí el peso está mucho más repartido. Los Inner Demons son una banda maravillosa, potente, versátil y sutil cuando es necesario. Hemos podido tocar mucho esta primavera y estamos en un gran momento. Nos entendemos muy bien y conocen las fuentes de las que bebo y el sonido que busco. Y todos son buenos amigos.

Conociendo tus orígenes, en Ferroblues, y sumando ese proyecto en paralelo que tienes bajo el nombre de Bloody Black Soul, no es de extrañar tu cercanía a los sonidos de raíz afroamericana, ¿dirías que son tu columna vertebral musical?

De alguna manera sí. Voy dando bandazos de la música negra a otros estilos más melódicos, más pop, pero tengo que volver periódicamente a ese latido soul y blues. Creo que es mi mayor influencia a la hora de tocar la guitarra, y si tuviera que elegir un solo cantante favorito, sería Otis Redding.

Hablando de guitarras, ¿cuando utilizas un formato u otro de instrumento influye en el tipo de sonido que te nace para componer o tocar?

Totalmente. Cuando tienes un instrumento nuevo es raro que no surja una canción de su sonido concreto. Me pasó especialmente con la Epiphone Casino con la que toco en directo, que generó un montón de canciones de “Cheap Chinese Guitar”. Ahora tengo una Danelectro de doce cuerdas nueva, que me tiene embelesado, y que seguro que me llevará a sitios desconocidos. El 27 de junio hicimos un concierto en Cartagena, que titulamos «12 String Poems», como la canción, con un repertorio de versiones y canciones mías pensado para esta guitarra, y estuvo chulísimo.

Otra de las grandes influencias que se percibe en tu música es la de Neil Young, en sus diferentes manifestaciones, teniendo en cuenta que además vienes de participar en el Rust Fest, que homenajea la figura del canadiense, ¿qué tiene o que encuentras en su música que tanto te gusta e inspira?

Lo primero que escuché de Neil Young fue «Rust Never Sleeps», con una cara A absolutamente acústica y una cara B rabiosamente eléctrica con Crazy Horse. Me marcó profundamente, y son dos polos entre los que me muevo. Yo diría que en los mejores discos de Neil Young predomina la emoción, por encima de la perfección formal o del virtuosismo técnico, y eso es otra máxima para mí.

Tiene además un estilo único y reconocible con la guitarra acústica. También con la eléctrica, con la que huye de los clichés de guitarristas más «virtuosos» y desarrolla su propia manera de buscar la melodía y el sonido por encima de todo, a veces de una manera aparentemente tosca, pero siempre conmovedora. Y esa voz frágil y vulnerable que te parte el alma…

Uno de los temas más llamativos del disco es el reggae de “Give What U Don’t Have”, ¿se trata de un ejercicio por innovar con ciertos ritmos o es un género que forma parte de tu acervo musical?

Siempre me ha gustado el reggae, sobre todo las canciones de Bob Marley, y disfruto cantándolas cuando tengo ocasión. Y además, en los años 80, todos los artistas que admiro estaban bajo su influencia, y había alguna canción del estilo en sus discos (Dylan, Clapton, los Stones, Stevie Wonder…), por no hablar de The Police, que lo fusionaban con el punk y otros géneros de una manera fascinante.

Para mí el reggae forma parte de la música negra y de mi vocabulario musical. De hecho, en mi primer disco en solitario, “Tides”, ya grabamos uno, “Tears Falling”. “Give What U Don’t Have, además, queda muy bien en directo, a la gente le gusta mecerse con ella, y a nosotros tocarla.

A la hora de confeccionar un disco, ¿hasta qué punto te parece importante de cara a encontrar el mejor resultado proponerte intentar no repetir esquemas?

Lo tengo en cuenta, pero no es una prioridad para mí. Lo que más me importa es partir de buenas melodías y de canciones que me gusten. Es verdad que, si tengo dos parecidas, procuro arreglarlas de forma diferente, o puedo dejar una de ellas fuera del disco y reservarla para otro. El reto, a veces, es encontrar lo que necesita cada una de ellas. Por ejemplo, di muchas vueltas antes de decidir dejar “Love Me, Love Me” desnuda, solamente con guitarra y armónica, algo que todavía no había hecho en mis discos.

Entre esos aspectos que pueden ayudar a hacer la vida más llevadera que recoge el disco, “Lazy Sunday” señala a lo beneficioso y trascendental que puede ser eso que se suele llamar “no hacer nada”…

La letra de “Lazy Sunday” es totalmente realista. La escribí un domingo que estábamos en casa tal y como dice la canción, y fue muy agradable. Claro que sí, estar sin hacer nada es muy importante. Intentan hacernos esclavos de nosotros mismos, en un paradigma de autoexigencia imposible y una carrera hacia un éxito irreal, que solo produce ansiedad, frustración e infelicidad. Va todo muy rápido, hay que parar un rato.

En ese camino de introspección que señala el disco hay muchos momentos en los que pides perdón o te arrepientes de ciertas decisiones, ¿parte de ese aprendizaje significa sacar a flote nuestros errores y enmendarlos?

Desde luego. Si no eres capaz de ver cuando te has equivocado, volverás a hacerlo. No se trata de arrepentimiento cristiano, ni de mortificarse, ni nada de eso. Es un tema práctico para no cagarla de nuevo, y de credibilidad de cara a las personas que te importan.

Hay un tema como “Dead Streets” que entre ese espíritu más positivo y luminoso resuena especialmente crepuscular en cuanto a su letra, parece como si fuera ese inevitable bache que siempre vamos a tener, ¿esos momentos son especialmente propicios para la inspiración musical?

La letra de “Dead Streets” surge de una pesadilla durante el período de confinamiento. Tiene elementos oníricos, como eso de intentar gritar y que no te salga la voz, o no reconocerte a ti mismo en un paisaje desolado. Supongo que también es un intento de volver a la infancia. La temática tan triste hizo que no entrara en el disco anterior, pero al reunir canciones para éste, sentí que me seguía gustando, y me decidí a incluirla. En mi caso la inspiración llega más bien cuando están ocurriendo cosas que me afectan y me estimulan, no necesariamente tristes o amargas.

El gospel que cierra el disco, “Sun’s Gonna Shine”, además de que parece significar un último empujón de optimismo, recoge uno de los versos del tema “You Know, I Know”, ¿cómo surgió la idea de esta canción y situarla como cierre?

Esta canción viene de un momento mágico que vivimos cuando estábamos grabando los coros de «You Know, I know» Paloma, Paco y yo. Buscábamos alguna idea para la parte final, y surgió esto, con esa genialidad de Paco aullando como un predicador negro sureño. Me pareció una forma estupenda de terminar el disco, que te deja con ganas de volver a empezar por el principio.

 

Texto: Kepa Arbizu

Fotos: David Checa Fenol

 

 

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