Cuenta el ex líder de The Jam y The Style Council —en una reveladora entrevista con The Guardian— que se ha cansado de buscar distintas maneras de contar siempre lo mismo. A medida que envejece, confiesa, tiene menos que decir. De ahí la decisión de contar con un casting de letristas para componer los versos de nueve canciones de su nuevo trabajo, entre los que se encuentran compositores que nunca fueron la pluma más afilada de la caja como Noel Gallagher, Bobby Gillespie o Sugss de Madness. Una forma de tirar balones fuera que se refleja también en el apartado musical del álbum, que como viene siendo habitual en la última parte de la carrera del artista, se convierte en un ejercicio de estilo marcado en este caso por una amable elegancia que no esconde sus cartas al arrancar con la bonachona «Ship of Fools» y que incluye en su haber un par de canciones que huelen a Bacharach («Rise Up Singing», «A Glimpse of You»). Abundan, no obstante, las canciones que remiten a momentos más felices de su carrera, como la soulera «Soul Wandering», que nos lleva treinta años atrás y donde confiesa “quiero creer en algo superior a mí”. La prolificidad de Weller está jugando en su contra. Lejos quedan ya no solo los tiempos de sus primeros y arrebatadores trabajos en solitario, sino también ese glorioso interregno que incluye álbumes como 22 Dreams (2008) o Wake Up the Nation (2010). La sensación que deja 66 es la de una mezcla de desidia y agotamiento: la del que no tiene ya mucho que decir y lo ha aceptado.
HÉCTOR GARCÍA BARNÉS