
El terremoto marino provocado por las potentes actuaciones de esta edición, tuvo su resaca en forma de cancelaciones a última hora provocadas por el caos informático global que dejó en tierra a Bad Nerves y The Mysterines, con el consiguiente reajuste horario. La jornada del viernes comenzó a pleno sol en escenario principal con Blowfuse. Los barceloneses solventaron la papeleta horaria y atmosférica con una buena dosis de hardcore –punk arropados por un público muy animado ya. Sobrados de entrega y empuje, ofrecieron una intensa actuación bien recibida por un buen grupo de enérgicos, y no pocos seguidores, desde el minuto uno.
El escenario dos lo abrieron Rojo 2, una antagónica e interesante, pero nada fácil (sobre todo por la hora) propuesta local a dúo que, además de ofrecer una oscura y extrema electrónica hardocore, se movió con solvencia sobre el escenario con una impactante imagen y un martilleante sonido: ataviados con pasamontañas gore con un solo bajo y un sintetizador, escupieron repetitivas proclamas nihilistas ante un público… atónito.

En el escenario grande aún con el astro diario ajusticiando, aparecieron Nova Twins, dúo londinense formado por Amy Love (voz y guitarra) y Georgia South (bajo) que sorprendieron con una original, pero desconcertante actuación por su capacidad para sonar metaleras a lo Lacuna Coil y además discotequeras a lo Spcie Gril. Con una imagen colorida y glamurosa avasallaron con líneas de bajos muy marcados y electrónica bailable que fue muy bien recibida por un entusiasta y numerosos público.
De vuelta al escenario en sombra, las madrileñas Tiburona, ofrecieron con desparpajo y simpatía una buena dosis de garaje beat básico con excelentes y compartidas armonías vocales y corales de aire retro, entre los que se colaron algunos ambientes sonoros más elaborados e incluso oscuros. El reivindicativo power trío de guitarra-bajo-batería no se olvidó de apoyar las causas justas, en este caso local, la de las personas que trabajan en el establecimiento La Suiza, condenadas por reclamar sus derechos sindicales.

Sin ser de noche aún, aparecieron Enter Shikari, la veterana banda británica de Hertfordshire, ofreció un apabullante post-harcore industrial en que tuvieron cabida diferentes cruces de camino entre el metal y la electrónica, con momentos para la épica cercana al heavy, cuyos arrebatos guitarreros cedieron terreno ante las percusiones en el tramo final de la actuación, rebajando la algarabía sónica.
Con la noche templando en lo atmosférico The Last Internationale calentaron a base de bien las muchas almas de raíz rockera congregadas. El dúo neoyorkino formado por Edgey Pires en la guitarra y Delila Paz a la voz… ¡y qué voz! ofreció en formato cuarteto un aguerrido, intenso y emociónate recorrido por los sonidos del blues soulero que comenzó directamente tirando de los MC5 con una versión alargada de «Kick Out The Jams» para continuar con la cantante de origen boricua como empoderada soulwoman lanzándose al público de espaldas, y continuar cantando a pie de pista entre los exaltados seguidores… mientras el no menos enfervorecido guitarrista se volvía loco con las seis cuerdas, contagiando aún más al público el delirio generalizado. Elegancia y fuerza a la par.

Gran actuación ¡cómo no! fue la de los esperados Descendents, que ofrecieron una aceleradísima descarga de reconocibles melodías sin apenas pausas. Sonaron ya de inicio como un petardo en el culo de Joey Ramone «Hope», «Silly Girl» o «Clean Sheets»… y así hasta el final «Suburban Home». La propuesta punk rock de los californianos estuvo salpicada en algunos momentos por espídico guitarreo hard-punk «I Like Food» o «Everything Sux», con Stephen Ergton incólume en la guitarra y Milo Ackerman enchufadísimo cantando y manejándose con solvencia por un lado y otro del escenario. Trepidante y corta actuación la de esta veterana peo muy en forma banda con los que el entusiasmado público recuperó el punk-rock noventero en su versión menos convencional. Supo a poco.
Biznaga, reubicados en horario nocturno salieron fortalecidos y comprometidos, con las camisetas en apoyo a la causa comentada con Tiburona, mostrando una actitud más allá de lo musical que a la vez casa a la perfección con sus letras. Comprimieron un repertorio con canciones principalmente de su todavía último y valioso Bremen no Existe, pero prestando ya algunas de las que aparecerán en su nueva entrega como «Salud mental» y «El Entusiasmo», ésta última cantada por unos seguidores que se sabían ya la letra. Recuperaron un par de clásicos de su primer disco Centro Dramático Nacional para anunciar su reedición en el décimo aniversario de su publicación. Vertiginosos y emocionantes, acabaron en catártica protesta urbano-costumbrista con los himnos punk «Madrid Nos Pertenece» y «Una Ciudad Cualquiera».

Cerraron el escenario grande Royal Blood que sonaron a mayor volumen que las bandas que le precedieron, excesivo incluso en algunas fases, también en cuanto a la despistante iluminación. El dúo formado por Mike Kerr en el bajo y voz y Ben Thatche a la batería, se hizo acompañar por un teclista y percusionista que con sus arreglos, sobre todo en las canciones menos aceleradas (junto a algunos momentos de distorsión melódica en el bajo que hicieron recordar a QOTSA), lograr matizar su propuesta de rock colosal y bailable que volvió loca a una muchedumbre entregada y de la que rescataron bastantes clásicos de su estreno homónimo: «Out Of The Black» de inicio, «Figure It Out» para finalizar o «Little Monster» a la que le sobró el incensario y aburrido solo de batería.

Tras el maratón inicial, la jornada del sábado comienza para el que esto escribe con el cielo cubierto y entre leve lluvia casi anocheciendo con Yungblud, que logró congregar a un buen puñado de jóvenes cómo él sin prejuicios estilísticos, que es lo que ofreció el veinteañero Dominic Richard Harrison, una batidora de sonidos punk-rock facilón, rap cañero, hip-hop bailable y rock contemporáneo para los estadios… entre los que se colaron interesantes acercamientos al ska en su versión más sofisticada y revolucionada. El británico de Doncaster como frontman se trabajó con euforizante entusiasmo a la chavalería a la que no paraba de arengar enérgicamente. Se le veía con ganas de estar en la pista pasándolo bien igual que sobre la tarima. Actuación apreciada también por el público veterano pero en breves dosis.
Los reubicados en horario Alkaline Trio llegaron por los pelos, como ellos mismos anunciaron al comenzar, con muchas ganas y energía, una actuación incendiaria de punk rock festivo en ocasiones y algo más oscuro y contundente en otras, saltándose los cánones, pero sin romper la barrera que los sustenta a base incluso de brillantina rock además de hard-pop acelerado. Los de Chicago dieron un concierto apasionado y enérgico con la melodía estallando desde en las eléctricas seis cuerdas.
Legó la actuación más esperada de la presente edición. Bad Religion con Greg Griffin al frente enlazaron trallazos de punk rock californiano demostrando quienes inventaron y pusieron nombre al género. La batería de imprescindibles títulos que iban cayendo ocuparía buena parte del espacio de esta crónica. Como nuestra el final con «Sorrow», «Generator», «21 St Century (Digital Boy)», «American Jesus» en el bis… y cada cual que incluya la suya. La trituradora melódica sigue engrasada y con la maquinaria a punto. Las guitarras parecían volar solas, impulsadas por una base rítmica incombustible y precisa como un metrónomo, para un público que gastaba las últimas balas en forma de pogo, más o menos salvaje según la edad, hubo de varias generaciones saltando entre las primeras filas. Los angelinos demostraron estar a la atura de los esperado como cabezas de cartel.

La papeleta de cerrar la noche recayó en Misconduct y que mejor manera que hacerlo que dándole una vuelta de tuerca a base de hardcore punk dinámico y ultraveloz con el que atrajeron a un buen puñado de gente que aun tenía la pila cargada. Los suecos, ante la tesitura dejaron la melodía en un segundo plano, aunque sin prescindir ella, para ofrecer una actuación trepidante y urgente como colofón a la noche
El apéndice del festival: tres actuaciones en el escenario grande, lo abrió el domingo Rafa Kas legendario y carismático guitarrista gijonés. Un trotamundos de la música: Tratamiento Anticapsa, Ilegales, Electric Playboys e innumerables colaboraciones le avalan, que en formato trío calentó el ambiente de la mejor manera posible para como se presentaba la jornada, con media hora de versiones excelentemente ejecutadas de clásicos del rock: Led Zeppelin, Deep Purple, Thin Lizzy, ZZ Top para deleite de los tempraneros…

…que también supieron apreciar la actuación de Phil Campbell & The Bastard Sons. El que fuera guitarrista de Motörhead acompañado realmente por sus hijos y apoyado por Joel Peters a la voz, ofreció un demasiado corto concierto de hard-rock canónico y sin florituras, en el que el británico se acordó ¡cómo no hacerlo! del gran Lemmy Kilmister recuperando clásicos de la citada banda como «Born to Raise Hell» y «Ace OF Spaces». La gente se quedó con ganas de más…
…aunque a lo que habían venido a ver es a Scorpions como así se hizo notar en un público numerosísimo que cambio radicalmente el tono del festival con respecto a la noche anterior y aunque muchos se quedaron los tres días, la mayoría de los allí presentes eran púbico únicamente de ese día dominado por el color negro. ¿Última oportunidad de verles en directo tras sus infinitas gira de despedida…? Dependerá del estado físico de Klaus Maine tras una reciente operación de espina dorsal y 76 castañas, casi todas ellas sobre las tablas, que le lastran sobre el escenario. En contraste con los enérgicos movimientos del resto de la banda, el cantante de Hanover se mostró estático como un holograma, parecía pender de un fino hilo que lo sujetaba a la tarima, calculó sus movimientos apoyado por los solos de guitarra y batería y la instrumental «Coast To Coast» que le ayudaron a dosificar esfuerzos. Aún así se movió lo que pudo y lo importune es que con la voz se defendió bastante bien. La inmortal banda alemana publicó hace cuarenta años Love At First Sting que lo tocaron practicamente entero.

Canciones universales y glam-metaleras como «Big City Night» o «Rock Youy Like A Hurricane», la más pesada y hardockera «Bad Boys Running Wild» y baladas heavys con las que dominaron el género en los ochenta «Wind of Change», «Send Me And Angel» o «Still Loving You», esta última curiosamente no sonó tan lacrimógena. Mikkey Dee, otro ex Motorhead (el espitiru de Lemmy estuvo presente durante todo el festivo día), logró impulsar a la banda con su empuje y contundencia en la batería y Rudolf Schenker se mostró vigoroso y firme con su guitarra para sostener, junto al resto de la banda, un concierto calculado pero efectivo, sin sorpresas pero eficiente sin salirse del necesario guion que impone el canon estilístico, que precisamente era lo que necesitaba escuchar, ver y sobre todo sentir el público que los vivió en su momento… y los hijos de estos, a quienes sus padres e incluso algunos ya abuelos habían contado.
Texto: Cancho
Fotos Robbie Ramone