Siempre se ha dicho que los músicos que integran Toto, desde su nacimiento hasta el día de hoy, pasando por sus innumerables formaciones, son los mejores músicos de estudio que han existido. Auténticas leyendas han contratado sus servicios para grabar álbumes y ninguno de ellos, ni sus hijos, ni sus nietos, ni los nietos de sus nietos, tendría ningún problema para vivir de poner su talento a disposición de terceros.
Sin embargo, la dualidad de esta legendaria banda reside en que, como conjunto y desde un punto de vista comercial, también han sabido labrarse una carrera para que sus hijos, sus nietos, y los nietos de sus nietos vivan holgadamente. Cuarenta millones de discos despachados no es una mala cifra.
Es con esta segunda identidad con la que Steve Lukather, único miembro original, y sus fieles escuderos se presentaban en la calurosísima noche del sábado en unas Noches del Botánico que colgó el cartel de no hay entradas al rato de anunciar este show. La actual Toto está formada, así a bote pronto, por el vocalista Joseph Williams (hijo del mítico John Williams) y el teclista Greg Phillinganes como los secundarios veteranos y por Shannon Forrest –batería de una tal Taylor Swift- y Dennis Atlas -26 años tiene la criatura- como novedades.
Una formación variopinta en cuanto a géneros y edades que, para sorpresa de nadie, ofreció un recital instrumentalmente perfecto. Eran varios los que a la salida destacaban que quizá había sido excesivo el protagonismo instrumental. En tiempos donde la costumbre pasa por despachar un hit tras otro, y teniendo en cuenta que “Hold the Line” fue la segunda canción del repertorio, puedo entender, que no compartir, esta queja. Sin embargo, la mayoría de los presentes teníamos claro que estábamos ahí, bajo la luna abrasadora, para disfrutar de una oda al virtuosismo sonoro.
Sonaron “Pamela”, “Georgy Pogy”, las versiones de “Little Wing” de Hendrix y del “With a Little Help From My Friends” para recordar a los compañeros caídos y, para cerrar, “Rosanna” y ese single imperecedero que es “Africa” con el que grupo californiano dio por terminada su ofrenda anacrónica a la música. Un regalo a propios y extraños en el que tuvimos la inmensa fortuna de poder ser partícipes. Hay música y hay música, y de la segunda es de la que todos estos bestias son máximos exponentes.
Texto: Borja Morais
Fotos: Salomé Sagüillo