La 62 edición del festival Porta Ferrada (en su primer concierto de 2024 en el Arena Guixols) ya es inmortal. Contemplar la cara de póker (no es un farol) de muchos asistentes viendo de qué manera Sir Thomas Jones Woodward revolucionaba Delilah, de modo tan divertido como alucinógeno (ni me atrevo a dilucidar el género escogido) superó cualquier perspectiva avispada.
Si no estuviera “obligado” a interpretar sus grandes éxitos de antaño (cada vez lo hace menos), estamos convencidos que los apartaría definitivamente de su repertorio. Se lo impide un público, en general, conformista y que no ha evolucionado, musicalmente, tanto como el insigne galés. Al no poder evitarlo, convierte “It’s not unusual” en un latinazo descomunal, afrancesa “What’s new, pussycat?” a base de savoir faire y acordeón pregrabado, destruye los tics comerciales de “Sexbomb” para convertirla en una pieza de rhythm & blues tremebunda o libera de cansancio a “Green grass of Home” y “You can leave your hat on”, un Randy Newman menor. En el apartado de “canciones solicitadas”, también podría asomar su sensacional cover del “Kiss” de Prince, que siempre me ha parecido, al menos en el apartado vocal, mejor que el original. En Sant Feliu la dotó de un impulso más funky, si cabe, gracias a certeros guitarrazos y el apoyo de una banda inmaculada, perfecta para todos los estilos manejados.
Jones fue y todavía es, a los 84 años, uno de los mejores cantantes de la historia de la música popular: por poderío vocal, entonación o esa sabiduría innata que ha sabido manejar a la perfección hasta su avanzada edad. Todas estas virtudes que le permiten no fallar ni una sola nota y evitar el temblor de sus cuerdas vocales (a eso se le llama técnica) con una facilidad pasmosa (parece un milagro), consiguen que los resultados en cada género aprovechado sean primorosos e incluso sumen fortaleza a las creaciones originales.
El histórico recital, incluido en la gira “Ages & Stages Tour”, comenzó con una interpretación calibrada de “I’m growing old” (voz y piano), seguida de “Not dark yet”, un Dylan electrificado de primer orden. Dos maneras de decir, “estoy viejo, pero sigo caminando”. Obviando los temas mentados con anterioridad, que fue mezclando con los que prefiere ahora, fueron irrumpiendo “”The windmills of your mind” (Michel Legrand), “Popstar” Cat Stevens), otro Dylan espectacular (“One more cup of cofee”) y una maravillosa lectura de “Across the borderline” (escrita por Ry Cooder y popularizada por Willie Nelson). Franqueado el apunte country llegó una segunda parte, no diferenciada, en la que apareció lo más sabroso y audaz de toda la noche. Se atrevió con el spoken word en “Talking reality television blues” (Todd Snider), nos llevó, brevemente, al templo en “I won’t crumble with you if you fall” (Bernice Johnson Reagon), para acariciar la gloria, sin pasar por el confesionario, con la estratosférica “Tower of song” de Cohen; exaltación máxima. Pocas cosas hemos escuchado, de este calibre, en mucho tiempo.
No superó la proeza, aunque seguimos paladeando grandezas tipo “Lazarus” de Terry Callier, le oímos rapear con estilazo en “If I only Knew” (Rise Robots Rise) o finiquitar la apoteosis con “One hell of a life (Katell Keineg), el “Strange things happening every day” de Sister Rosetta Tharpe (ni que lo jure) y un feroz “Johnny B. Goode” (Chuck Berry).
Disculpen la meticulosidad del relato, Tom Jones también planteó así su actuación. Nunca ha sido un compositor, al igual que Frank Sinatra, por eso se toma tiempo en presentar los temas, es el debido respeto a los creadores. También contó anécdotas sobre el devenir de los años o su vieja granja que le acercaron a los más de 3.000 seguidores que llenaron platea y gradas.
El magnífico sonido y una puesta en escena que contó con unas filmaciones que juntaron el directo, imágenes pretéritas y fulgores variados completaron el sinigual espectáculo.
El Rey de los barítonos o Tigre de Gales (pueden elegir, es gratis) volvió a sentar cátedra sin arrodillarse al paso del tiempo. Morirá sin claudicar. Eso sólo lo pueden hacer los más grandes.
Texto: Barracuda
Fotos: Julia Termes