Debo reconocer que no soy un apasionado de los grupos tributo, en parte porqué mi médico de familia me los tiene prohibidos. Los dos pensamos que cuando los originales desaparecen, la mejor manera de recordarlos es escuchando sus discos. Contradiciendo, totalmente, esta teoría, de un tiempo a esta parte, han surgido, como setas, un sinfín de homenajes con un éxito de público asombroso.
El problema reside en que esta proliferación ha creado auténticos esperpentos, no perderemos el tiempo en nombrar a ninguno de ellos. Otros han conseguido tal parecido que han logrado suplantar a los auténticos innovadores con cierta credibilidad. Sin embargo, la displicencia acostumbra a apoderarse del calco y el invento acaba convirtiéndose en un cubito de hielo.
Haciendo caso omiso a las indicaciones de mi doctora, me atreví a asistir (sin medicación) al show que Rumours of Fleetwood Mac ofrecieron en el festival Les Nits de Barcelona (Palau de Pedralbes), concierto incluido en su actual gira europea. En este caso, las críticas habían sido, mayoritariamente, positivas, adoro las canciones, han acumulado llenos sin parar (en Pedralbes no iba a ser diferente) y los avala Mike Fleetwood; no parecía que mi salud fuera a correr peligro. De todos modos, siempre existen suspicacias sobre el rendimiento de estos productos y más con Fleetwood Mac, agrupación que saltó, en tan solo una década, del blues al soft rock con pasmosa desenvoltura. El escollo no parecía fácil de solucionar. Nos sentamos en la grada para desenmascararlos o cerrar nuestra cargante bocaza.
Siete componentes, destinados a conquistar una causa inalcanzable, pretenden emular a un conjunto cuya trayectoria ha mutado más que cualquier súper héroe de Marvel. Si estuviéramos hablando de ficción, la idea colaría, pero, desgraciadamente, esta representación no pretende ser una fábula y he aquí su principal embarazo.
Hemos escuchado que, si cerrábamos los ojos, olvidaríamos a Stevie Nicks en la voz de Jess Harwood: falso. Tampoco se trata de cebarse con sus limitaciones, pero es evidente que “Dreams” le quedó grande y no estuvo fina en varios momentos (somos generosos). No controló la exigencia de “Gypsy” ni de “Seven Wonders”, dos caballos de batalla que deben superarse o caes, inevitablemente, en la caricatura. Mucho mejor nos parecieron las prestaciones de Sophie Worsley. Desde su teclado se lució en “Say you love me” (único apunte country) y en “Songbird”, el rediseño de la gran Christine McVie, fue lo mejor (escaso) del espectáculo.
Con tal masa de seguidores, aguardábamos un ambiente alborozado, afín con los esforzados músicos, ese esperado contacto nunca acabó de aparecer. Los recuerdos a Peter Green (“Black magic woman” y “Oh well”), bien labrados por Dave Golberg, acabaron en pura apariencia. El intento de subidón, con las sublimes, “Tango in the night”, “Sara”, “The chain”, “Little lies” (aquí hubo cierto entusiasmo), “World turning” (de lo mejor), la vivificada “”Go your own away”, “Rhiannon” o los bises “Don’t stop” (sin chicha ninguna) y “Tusk”, no consiguieron elevar el tono de unas gradas entregadas de antemano.
Antes de comenzar el, según mi opinión, desatino, apareció una filmación del creador Mike, saludando, con efusividad, al reemplazo de su trayecto. Suponemos que le apetece seguir escuchando las canciones que le han inmortalizado, pero actualizadas (no en demasía), de este modo, deberían causarle somnolencia. El gacetillero que escribe estas líneas, se aburrió como una ostra perlífera. La médica era consciente de los cálculos.
Rumours of Fleetwood Mac ofrecen una función eficaz, muy del agrado de fanáticos y sin ningún tipo de sorpresa que llevarse al gaznate. El cometido lo hacen decentemente. La pregunta sería: ¿es suficiente? Necesario ya les digo que no.
Texto: Barracuda
Fotos: José Irún
Yo estuve en el concierto y no tocaron Sara