No todos los días tiene uno la oportunidad de ver a un grupo tuareg rodeado de veinteañeros en el público. Había un ambiente de fiesta rave que, según lo mires, descolocaba bastante, dado el virtuosismo instrumental de la banda. Te podrías imaginar a gordos barbudos con gafas analizando minuciosamente cada cambio de ritmo, y cada patrón instrumental. Pero no, esto era una carpa dance.
Tiene todo el sentido del mundo. No me quiero pasar de listo afirmando que el 80% de la chavalada estaba allí más por no perderse el último hype (el tan en boga FOMO) y pegarse un fiestón en el proceso, que por haber alucinado con la mezcolanza de melodías nigerianas con una base rítmica y unas guitarras dignas de cualquier banda de rock progresivo con toques psicodélicos. Al haberlo escrito, ya lo he hecho. ¿Qué más da? ¿Quién tiene la potestad de marcar las líneas de por qué se va a un bolo? Yo desde luego no. El hecho de que el descuadre para mí fuera descomunal, quizá no haga más que reforzar que soy yo el que está fuera de juego. La calidad instrumental de la banda es sobresaliente, por lo que lo anteriormente mencionado en relación al hype, se queda en mera anécdota si te limitas a usar lo que te queda de audición
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Mahamadou Souleymane, cantante y guitarra solista, que usa el nombre Mdou Moctar tanto para la banda como para sí mismo, usa una Stratocaster blanca, es zurdo, improvisa rápido y fluido… ¿os tengo que decir a quién recuerda? En algún artículo lo han comparado con Eddie Van Halen. Seguramente esto sea debido a que el propio Mdou se ha declarado fan absoluto tanto de Eddie como de Jimi. Reincido en lo de usar la audición que te queda y no caer en el mal endémico de gran parte del periodismo actual de regurgitar lo que has leído u oído sin prestar primero algo de atención y aplicar tu propio criterio. Dejando aparte el hecho de que a veces Mdou usa la técnica del tapping (popularizada por EVH y consistente en usar las dos manos en los trastes de la guitarra para conseguir una serie de ligados, más veces que menos, a velocidad considerable) lo que te viene a la cabeza de continuo es Hendrix, Hendrix y más Hendrix. Pero es que hay que hilar un poco más fino. Recuerda a Jimi por los detalles antes expuestos y por la tormenta eléctrica que desata con la Strato, pero su música no tiene absolutamente nada que ver. Es música tuareg, música del desierto, música étnica, música que, a muchos, y me incluyo, nos podría hacer salir corriendo en otra dirección solo con su mera mención, según en qué momento nos pille. Cuando el torrente sónico, la composición y esa indescriptible sensación que te hace exclamar “esto es acojonante”, se vuelve una evidencia en tu interior, uno acaba rindiéndose a que hay que verlo y escucharlo en vivo. Tratar de explicar su grandeza en palabras siempre va a quedarse corto y frío. Aun así, intentaré dar un par de apuntes más antes de firmar.
La base rítmica es absolutamente apabullante. Si solo te fijaras en Michael «Mikey» Coltun (bajista, único no tuareg de la banda, americano para más inri; ejerce además de productor y mecenas) y en Souleymane Ibrahim (batería apisonadora, locomotora y todo lo que se os ocurra que se asemeje a un vendaval sónico), ya podríais pasar el bolo entero con la boca abierta. Y luego Mdou. Desprovisto de ego, de cualquier atisbo de cliché de los que hemos visto una y mil veces. Aún está tratando de asimilar lo que le ha sucedido. Toca y canta porque le gusta mucho hacerlo y porque le apasiona ver cómo la gente disfruta y además le puede servir de vehículo para ayudar a su comunidad. El dinero y la fama a este hombre se la suda y realmente puedes ver que esto es genuino. A ver, situémonos, este hombre en lo que realmente está pensando es en si van a tener agua para beber en su pueblo o si por algún mal avatar del destino le cortan la cabeza a algún familiar. Aprendió a tocar usando un trozo de madera y los cables que se usan para los frenos de las bicicletas como si fueran cuerdas. Cada vez que vuelve a su país se arriesga a que los rajen a todos. No está preocupado precisamente por cuántas escuchas tienen en Spotify o si le van a dar muchos likes por un post. Al contrario que gran parte de su público.
Se apagaron las luces y unos sonidos de ranas croando inundaron la sala. Humo y la salida de los tuaregs enfundados en sus majestuosas túnicas. El comienzo con «Funeral For Justice» es de lo más épico que he visto en una temporadita y a partir de ahí no hubo tregua. Fue una hora y cuarto de bolo, lo que a mucha gente podría parecerle corto, pero es que a semejante ritmo no sé yo si se puede aguantar mucho más, sobre todo la sección rítmica. El grueso del concierto fueron los temas de su último disco Funeral For Justice, más alguno del anterior, Afrique Victime. El tema homónimo de este último sirvió como bis y como vehículo para que Mdou se fundiera literalmente con el público durante dos o tres minutos mientras soleaba como un poseso. Espero que a ningún Instagramer le diera por tratar de hacerle una foto por debajo de la túnica para conseguir relevancia internauta, que uno ya se lo espera todo. Si alguien en un futuro me habla de música tuareg de nuevo, no podría prometer que no vaya a salir corriendo para el otro lado, vaya usted a saber cómo me pilla, pero lo que sí que puedo prometer y prometo es que en esta ocasión me alegro una barbaridad de no haberlo hecho y para Mdou siempre tendré un lugar en lo que me queda de corazón.
Texto y fotos: Javier H. Ayensa