En el marco del Festival Grec de Barcelona, con un sold out rotundo y una sala repleta hasta la bandera volvía por enésima vez a nuestra ciudad Kae Tempest. Es reconfortante haber podido presenciar en primera persona en la última década el ascenso e imparable evolución de lo que podemos considerar hoy en día un artista total.
Escritor de éxito, dramaturgo -precisamente estrenaba su obra “Paradise” en el mismo festival-, rapsoda, músico… Sea cual sea la faceta que utilice para explorar y hacer visible un mundo interior complejo, sensible, comprometido y fascinante, este artista criado al sur de Londres consigue elevar nuestros sentidos.
Si nos centramos en su faceta estrictamente musical también hemos de rendirnos ante la evidencia de que nos encontramos delante de un ser especial. Un servidor ha podido asistir una decena de veces a uno de sus shows y, pese a que su propuesta minimalista pueda llevarnos a pensar lo contrario, todos y cada uno de los conciertos han sido experiencias únicas e irrepetibles.
En esta ocasión, por ejemplo, el gurú de las rimas nos advertía en un diálogo previo con la audiencia de que íbamos a presenciar un show de una hora de estricto spoken word. Había recogido fragmentos de canciones de cada uno de los momentos de su carrera y los había ordenado de manera que construiría una historia completa que, a la postre sería un reflejo de lo que ha sido y es él. Con una sonrisa de oreja a oreja, instaba al público a dejarse llevar, a sentir más que a analizar, a disfrutar más que discutir…
Comienza el fraseo y nuestra mente es acariciada por versos a borbotones que nos revelan nuestras propias debilidades y contradicciones con un lenguaje sencillo a la vez que bello. Emociones a flor de piel y sensaciones agridulces masculladas con urgencia para combatir una ansiedad domesticada a latigazos verbales, de esos que se ejecutan con la firmeza y la ambigüedad necesaria para hacernos sentir a la vez acompañados por su calidez y desprotegidos por la crudeza y dureza del mundo que los alberga.
Poesía cantada, canciones recitadas y desnudas, rapsodia descarnada, letras fluidas, géneros difusos para derruir los muros construidos por una sociedad que necesita ser salvada por gente como Kae Tempest, un artista que mira a los ojos de la gente para cantar sobre su cara y atravesar su su alma.
Termina el texto con una enorme sonrisa, radiante, cargándose de energía positiva para creer y hacernos sentir que aún no todo está perdido. La vida, en ocasiones como esta, puede llegar a ser maravillosa.
Texto y foto: Rubén García Torras