Para ponernos en situación, Grand Slam fue la banda que montó Phil Lynott después de la separación de Thin Lizzy en septiembre de 1983. Aunque en principio contaba en sus filas con Brian Downey y John Sykes, ambos decidieron bajarse del barco antes de ponerse a navegar. El primero fue Sykes, porque atendió a la llamada de David Coverdale para unirse a Whitesnake, y después fue el batería Downey, que se presentó durante dos semanas a los ensayos programados y su colega Phil no hizo más que llegar tarde y dar malas excusas. «Esto no ha cambiado nada respecto a Lizzy», se dijo a sí mismo Brian. Aparte de que con él en sus filas parecía una nueva versión de la vieja banda.
Phil rearmó Grand Slam con el guitarrista Laurence Archer (que más tarde se unió a UFO) y el teclista Mark Stanway, famoso por su andadura en Magnum. La banda estuvo rulando por Inglaterra e Irlanda durante todo 1984 y atrajo a un buen puñado de los viejos fans de Lizzy, pero eso no les valió para conseguir un contrato discográfico digno de un tipo como Phil. Así que en 1985 el grupo ya estaba finiquitado. Quedaron los directos y un puñado de maquetas, las cuales se han publicado durante los años en diferentes sellos, siempre apuntando a ser «el disco perdido de Grand Slam», cosa que es completamente falsa, pues nunca se grabó un álbum propiamente dicho.
Ni cortos ni perezosos, Laurence y Stanway volvieron con la banda en 2016 y eso les aseguró cuatro o cinco bolos de «cierto» prestigio. Algunos fans de Lynott nos llevamos las manos a la cabeza, pero fuimos minoría, pues Grand Slam había sido una anécdota en la carrera de Phil y la industria ignoró este regreso. A fin de cuentas, la vuelta de Grand Slam era tan «valida» como la de Thin Lizzy, si es que eso tiene algún sentido.
Grand Slam fueron un poquito más allá que los Lizzy de Gorham y en 2019 editaron un nuevo disco, sin Stanway y con Mike Dyer en las tareas vocales, en el que regrabaron casi todo el material que originalmente había compuesto Lynott con Archer. Hit The Ground se llamó el artefacto, y debo reconocer que lo disfruté enormemente, ya que al fin podía oír canciones como «Sisters Of Mercy» o «Crime Rate» con sonido digno. Les vi en vivo tiempo después y también lo pasé en grande. Banda de bar, ojo; que nadie espere la panacea.
Wheel Of Fortune va un paso más allá, pues prácticamente es material propio si salvamos «Harlem», ahora rebautizada «Come Together (In Harlem)». ¿A qué suena? A Lizzy, obviamente. Del mismo modo que lo hacen Black Star Riders. Es decir 0 interés artístico pero que al menos no te hace sonrojar porque las canciones tienen gancho, la tocada es buena, Laurence sigue siendo un guitarrista extraordinario y Dyer tiene «el tono» vocal. No cambian tu vida pero te alegran el día, lo cual a estas alturas es más que suficiente. Yo, al menos, no esperaba que Grand Slam fueran a interesarme lo más mínimo y ahora estoy en su carro.
Texto: Sergio Martos