Quedémonos con una serie de conceptos al azar, o nombres que irán apareciendo para bien o para mal, durante estas líneas, tales como: Whitney Houston, guitarras Jackson, Megadeth, situarse en otro plano, nueva generación alternativa, vieja generación hardcore, confeti, circle pit, introspección, reconectar, sudor, etc… Podrían ser muchos más, y estoy seguro de que, si le pides al salir del show a cada uno de los asistentes que te diga una sola palabra, podríamos montar un crónica interesante, abstracta y muy diferente.
Centrémonos de inicio en hacer referencia a las expectativas que generó el show en formato sala de los que parecen señalados en elevar a un nuevo nivel un concepto absolutamente noventero, y que parecía olvidado: crossover. Bastaría con comprobar el número de gente en la cola de espera de la plataforma de venta de entradas, deseando que se liberara alguna, o bien en hacer el ejercicio previo de observar a los asistentes, ganaba la vieja generación hardcore, pero si es cierto, que un perfil de nueva generación alternativa, más abierta, que luce corte de pelo de moda, tatuaje “ugly”, pantalón de pinzas y Vans Premium se dejaba ver, Pero sobre todo, mucha gente con ganas de reconectar con un estilo que en su momento disfrutó, y que lo tenía olvidado, el cual a día de hoy se reivindica aún más como hardcore inteligente, aquel que practicaban bandas como Snapcase, Refused, Cave In o Quicksand, y de las cuales Turnstile toman trazas junto a otras influencias para llevarlas a otro nivel personal.
Podríamos considerar como otro indicador, que lejos de hacer sonar música agresiva antes de iniciar su show, la banda de Baltimore, opta por una sesión de música 80’s para conectar con el personal, y que dio paso a la introducción oficial del show, una especie de electro cumbia de fiesta de barrio, lo cual de inicio nos dejó sin su arranque habitual a ritmo del “I Wanna Dance With Somebody” de Withney Houston en favor del guiño latino, A partir de la posterior introducción de piano, se abre un mundo propio, es decir el suyo, y en el cual, puedes o no conectar, pero es el suyo y es donde tienen que estar, sin caer en formas clásicas de estilo, y aplicando un concepto personal de introspección.
En un ejercicio de una hora. las guitarras Jackson (si, las que utilizaba Megadeth en su época clásica), y una base rítmica contundente con bajista hiperactivo, se funden con un frontman muy personal, que pasa de bailar luciendo cuerpo a la timidez de sentarse al lado de la batería en la penumbra, situándose en otro plano, al margen de lo que está ocurriendo delante suyo. La propuesta musical está cargada de pasajes y parones buscados entre temas, forman un conjunto que es abrazado desde el “circle pit”, ya sea con golpes directos y groovies como “Don’t Play” o la suavidad pomposa de “Underwater Boy”. Aunque sean capaces de incluir un solo de batería que no convence a nadie y que generó motivo de disconformidad generalizada, todo fluyó por donde ellos quisieron, finiquitando la fiesta con “Mistery”, y con la invasión de público invitado por la banda en “Holiday”, junto a una ducha de confeti que acabo pegado en el sudor de todos.
En el post show, podríamos hacer un análisis de las diferentes perspectivas con la que los asistentes recibieron el mismo, desde el lado del conservadurismo no acabó de cuajar, o directamente salieron decepcionados. Pero desde el lado de la apertura del estilo, se toma como necesario que la banda gestione así su propuesta, quizás con la sensación de no rematar, pero les gusta que no caigan en formas más clásicas, y son de la opinión que están donde deben estar. Ahora solo falta, saber cómo gestionarán el siguiente paso, pero lo que queda claro, es que todo el mundo habla de ellos, ya sea para bien o para mal.
Texto: Oscar Fernández Sánchez
Fotos: Clara Orozco