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The Lemon Twigs – Sala Copérnico (Madrid)

Nosotros crecimos y envejecimos a ritmo de este viejo rockandroll. Nuestra relación con el tiempo es contradictoria, lo sufrimos y lo dilatamos como podemos. A nuestra edad sigue indemne aquella urgencia y actitud post adolescente de cuando descubrimos a nuestros ídolos. Intentamos que nuestras pintas reflejen identidad musiquera pero ya vamos pintando canas, nuestras camisetas lucen cada vez más ajustadas y nuestros bigotes tristes intentan sonreir bajo cada vez más prominentes frentes. El rockanroll es un espejo en el que siempre nos veremos como aquellos jóvenes intrépidos de fin de siglo que ya no somos.

Por eso se nos rompió el espejo y nos erizamos cuando desde el escenario de la sala Copérnico un imprevisible martes de mayo unos veinteañeros The Lemon Twigs saltaron sobre nosotros con el himno “My Golden Years” utilizando todos los ingredientes que una banda debe tener.

Una noche en la que el público fue parte activa del esplendor y la efervescencia en un camino de ida y vuelta entre sala y escenario.

Germán Salto y su banda, seis sobre el escenario, habían pavimentado el camino para que todo el recinto viajáramos hasta 1963 y para encender a este público con ganas de derretirse bajo el calor de melodías crepusculares. La primera, “Arder, Humo y Desaparecer» arrancó motores para que la Copérnico empezará a rascar suela a través de un set de 8 canciones donde brillaron inflamables y deliciosas «No», “Home Again” y “Till the Morning”, vibrando ya con con pomposas tonadas, psicodelía, coros y rockanroll.

Brian y Michael D’Addario continuaron su entrada triunfal con “In my head” y la gente ya gritaban estribillos y se sumaban a los coros. Con “Church Bells” o “If you and I are not wise” nos demostraron que sobre las tablas su música se alza escalón a escalón hacia un universo que funde el celuloide de American Grafitti en polipropileno metalizado.

A mitad de concierto no queda nadie en la sala que no haya sido convencido y esté disfrutando. Los de Long Island lo reciben y multiplican su potencia por doce: saltan sobre la lona, intercambian los instrumentos, gritan y agradecen emocionados. Con «I wanna prove to you» intentamos de nuevo detener el tiempo para que nunca este rato se convirtiera en recuerdo. Todasy todos en la sala brincábamos y gritábamos al unísono.

Nos sorprendieron con versiones como el «I´ve got something in my mind» de Left Banke, el «I´ll feel a whole a lot better» de los Byrds en el bis y «I don´t wanna cry» de The Keys» que brillaron sin desentonar, haciéndolas suyas y mimetizándolas con el resto del repertorio.

Si mirábamos la hora en nuestros móviles el minutero corría hacia atrás, mes a mes, año a año. Corrían los años 60, luego los setenta, entre el folk, el glam, el power pop, la psicodelía, las armonías vocales… En comunión viajábamos propulsados en el tiempo estrujando melodías sobre armonías disonantes, resolviendo esplendorosos y fulminates estribillos hacia cúspides finales y reforzando la narrativa con secuencias imprevisibles que canalicen la intensidad a través del humor, la melancolía y la euforia.

Fue precioso ver aparecer en solitario a Brian D´Addario para el primer bis ejecutando la preciosa tonada «Andaluza» del maestro Granados.

La sala contuvo el aliento y se mantuvo silenciosa mientras Brian tejía costuras radiofónicas de antaño, un alentador e inspirador colchón sonoro para dar paso a las más sentidas «Corner of my eye» y «When winter comes around» que acariciaron las trizas de nuestros rotos corazones ahora de viaje entre la combustión y la emoción de nuestros ojos llorosos. Después de ese momento para la historia volvió la banda entera para darnos los últimos pespuntes de glam con la mencionada versión de los Byrds y «Rock on» para volver a marcar ritmo con las botas, cantar, bailar y estallar en aplausos sin parar de pedir «una más» en hecatombe final.

Y después de abandonar el escenario, sonar la música de sala e incluso cuando parte del público ya estaba en la calle, volvieron a coger los intrumentos para poner la guinda a una noche inolvidable en un tercer bis con «How can I love her more», el cuarto adelanto de su último álbum «A dream is all know», un temazo para salir vibrando, erizados y rotos por los cuatro costados,

Es cierto que The Lemon Twigs lo hacen tan bien que a veces parece que nos quisieran engañar, puede parecer hasta bizarro ver a unos chavales ejecutar una música que tuvo su momento álgido hace ya más de cincuenta años, no dudo que muchos de sus recursos son calcados a los originales, seguro, pero otorgo un gran valor a haber sabido convencer e inyectarnos la adrenalina y el fulgor de nuestros primeros discos y conciertos, siendo ellos tan jóvenes y nosotros ya viejos. Me resulta emocionante que consigan filtrar y calcar la música de ayer a través de la mirada, la ilusión, la voz y la urgencia de nuevas generaciones, y es que, ya era hora de que la aleatoriedad, las permutas y combinaciones de las nuevas creaciones musicales de hoy, por una vez, jugasen de nuevo a favor del rockanroll.

Texto: Sendoa Bilbao

Fotos: Salomé Sagüillo

 

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