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Robert Forster – Loco Club (Valencia)

Robert Forster venía a presentar su nuevo álbum The Candle And The Flame (2023), que aunque no llega a su soberbio The Evangelist (2008) es tan bueno como los anteriores Songs To Play (2015) e Inferno (2019). Además, como siempre en sus conciertos el repertorio de los Go-Betweens va a copar la mitad de su repertorio. Y, no solo el cancionero, sino su experiencia vital junto a Mclennan recorre gran parte del concierto.

Sin setlist se plantó en un Loco Club casi lleno donde fueron cayendo “Head Full Of Steam”, “Spring Rain”, “Love Is A Sign”, canciones autobiográficas de su origen social como “When I Was A Young Man”, más Go Betweens con “Surfing Magazines” o “Tender Years” de su último álbum.

Aunque parezca pertenecer al mismo nicho de madurez y tranquilidad que Lloyd Cole, por ejemplo en la forma cómo tocó “Demon Days”, es indudable que pertenece al mismo continente que Jonathan Richman en contenido y sin tanta algarabía. No ha olvidado jamás el no tomarse plenamente en serio, a pesar de poseer una erudición pop de kilates. Un equilibrio entre profundidad, sencillez expositiva y una autoconsciente superficialidad para no perder la cabeza.

Desgrana su repertorio a lo largo de más de una hora y media, generoso en los bises, en los cuales salió y tocó cinco canciones más. Foster disfruta y parece pasar del personal que habla al fondo, jamás pierde la paciencia. Podemos aludir a que las canciones de Go Betweens no brillan tanto sin banda, ni tampoco la de sus discos en solitario, algo obvio que quien los haya visto en directo sabe que eso es un aquelarre de canciones pop en mayúsculas, un repertorio que pocos tienen. Incluso en sus continuos llamamientos al técnico de sonido, Foster no está allí para demostrarle a nadie sus galones, lo soluciona llamándolo por su nombre de forma familiar, como cuando pides prestado un cable.

Mientras, nos cuenta cuales son sus héroes; Bowie, Modern Lovers, Velvet Underground, Kinks, Roxy Music…pero se olvida de Thunders y su Hurt Me, que tanta ascendencia ha tenido en su forma de interpretar entre desdeñosa y compasiva por lo quebradizo de su forma de cantar. Y sé que es uno de sus discos favoritos.

Es ahí donde reside todo su secreto, en unas canciones incontestables, que traslada debido al formato, a un minimalismo casi confesional y puramente folk aunque la materia que las ha irradiado sea el pop más finolis. Sofisticado pero austero, su asueto entre canción y canción era una pastilla de chocolate. Su presencia con cara de palo, como de un Buster Keaton que luce camisas de amebas es el contrapunto a su despliegue de cercanía y humildad, porque Foster no viene a demostrar nada en absoluto, ni a cambiar las reglas ni a nada por el estilo.

Solo a reivindicar que las cosas bien hechas no solo están hechas con profesionalidad, sino también sin un punto de cinismo, del cual no atisba un gramo en su cancionero. Y por ello debemos ser conscientes, de que ya estamos hablando de alguien con estatus de clásico, un clásico cuya música todavía conversa con lo que hay a su alrededor, algo que no puedo sustentar en pruebas empíricas porque el público presente no bajábamos de la cuarentena, pero es algo que intuyo. Eso sí, eché de menos su versión del “2541” de Grant Hart que le he oído tocar en varias ocasiones.

 

Texto: Iván López Navarro

Fotos: Sergio Lacedonia

 

 

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