El desierto californiano tiene un influjo en quien lo transita; quien vive y respira en él. Lo sabía el bueno de Jim Morrison, quien empapó su aura y su arte de un misticismo desértico aderezado con peyote y otros alucinógenos o psicotrópicos. Homme, en cambio, trasladó la aridez desértica en la que creció a su sonido (el de Kyuss primero, el de QOTSA después), creando un híbrido indisoluble entre los riffs pesados de Tony Iommi, el oscuro arquitecto a las seis cuerdas en Black Sabbath, y la incandescente nada del desierto.
Por eso y por la calidad indiscutible de su música, la artillería pesada de las Reinas triunfa, erigiéndose uno de los referentes principales del Arena rock de los últimos veinticinco años. Y por eso, también, son un reclamo, garantía de sold out allá donde pisen. Las Noches del Botánico no iban a ser menos, garantizando una velada única para unos pocos miles de afortunados, como resaltaría el propio líder de los americanos. Una oportunidad única de verles en acción fuera del contexto festivalero, y sin la frialdad de un enorme recinto.
Y sonando casi impecables de buenas a primeras, acometieron «Little Sister» e «In My Head». Acto seguido, con el groove downtempo de «Smooth Sailing», nos mostraban cuán sexy puede sonar el rock, a poco que se quiera. Del reciente LP In Times New Roman… sonaron cinco cortes, bien integrados en el conjunto, pese a su poco recorrido. Una prueba de que, tras siete álbumes de estudio, su inspiración mantiene un alto nivel compositivo. A un Homme de buen humor y al bajista, Michael Shuman, les llamó la atención una pareja que se comprometía en primera fila, razón por la cual, de forma improvisada, cambiaron la densidad de la inicialmente prevista «The Sky is Fallin», por el vodevil rock de «The Way You Used to Do».
Esta última es ya uno de sus mayores hits y así quedó constatado, vista la entusiasta acogida y la sonrisa pícara de Homme al comprobar tal respuesta. La inesperada «I Think I Lost My Headache», ya con la noche cerrada y la luna llena, sonó impecable, cual oscura liturgia, deudora de los siempre presentes Black Sabbath. Una de esas excursiones exigentes en disco, que crecen y se entienden mucho mejor en vivo, y donde destacó la versatilidad del sempiterno Troy Van Leeuwen, agitando la lap steel o el instrumento que demande la canción de turno. Cabe destacar el protagonismo otorgado al largo Era Vulgaris, con hasta cuatro canciones del mismo en liza. Entre ellas, la esperada jam de «Make It With Chu» y el riff denso e inapelable de «Turnin’ On The Screw».
Con el sello de la enérgica «Go With The Flow» nos fuimos a los bises, donde sonaron tres canciones más del aplaudido álbum Songs For The Deaf. Y como de costumbre, esa apisonadora, de nombre «A Song For the Dead», sirvió para echar el cierre de forma arrebatadora. Otro directo impecable del Señor Homme y su formidable banda, justificando su imponente estatus desde el primer al último minuto.
Texto: Daniel González
Fotos: Salomé Sagüillo