
¡Qué confianza da el dominio del escenario! El sábado, ya enfilando la recta final del Primavera Sound de Oporto, en las pantallas laterales del escenario principal se pudo ver a una banda antes de empezar su concierto. Eran The National, que dejaban -o, más bien, habían pedido- que las cámaras los enfocaran ya en la parte de atrás del escenario, un par de minutos antes de saltar a las tablas. Conscientes de que están en su mejor momento, dejaban que miles de personas los viéramos tranquilos, disfrutando de ese instante que nunca se muestra a los que están al otro lado.
Con “Slippery People” de Talking Heads fueron saliendo a escena mientras seguían siendo filmados. Tomaron sus instrumentos y, desde ese mismo momento, dieron el gran concierto de la undécima edición.
Su inapelable actuación resultó aún más convincente por su arrojada actitud y lo eléctrico de su repertorio, más enérgico que en los discos y que en cualquiera de sus giras anteriores, con momentos en los que parecían una banda cercana al punk, por insospechado que pueda parecer, y haciendo que todo pareciese ridículamente fácil. Fueron dos horas con la banda perfectamente engrasada, sin un respiro y con un sonido brutal.

Los otros tres cabezas de cartel respondieron también a lo esperado aunque sin poder igualarlo, como Pulp, con un pletórico Jarvis Cocker explotando de la mejor manera este bis que la vida le ha dado a su banda. Por su parte, la PJ Harvey de los últimos años también sabe hacer valer su control magnético de las tablas para exponer nuevas vías en su sonido; sin embargo, a diferencia de un Nick Cave en un tesitura similar, le cuesta más conectar con el público, que responde mejor a temas de aquel superlativo To Bring You My Love del que nos separan ya casi 30 años.
Lana del Rey congregó al mayor público de los tres días, con un concierto que tiene bastante de espectáculo -a distancia, todavía, de los de mega estrellas como Beyoncé, Rhianna o Taylor Swift, por ejemplo- y permitiendo, a la vez, que se vea en ocasiones a alguno de sus músicos. En ese término medio habita una tierra de nadie en la que, sin competencia, no tiene problemas para destacar. No obstante, todo parece un tanto aséptico, sus acercamientos a sus seguidores semejan un compromiso por el que tiene que pasar sin que realmente lo disfrute. Pero, cuando deja que solo su pianista la acompañe o cuando canta con sus tres coristas de color armonizando sus voces, acaba por sobreponerse al más escéptico.
Al margen de los mayores reclamos del cartel, hubo otros conciertos destacados. Joanna Sternberg, sola con su guitarra acústica, como un tierno anacronismo llegado desde el Festival Folk de Newport de principios de los 60. Tropical Fuck Storm conjurando, por enésima vez, una descarga rabiosa de sucio y destartalado rock. Royel Otis, desde Australia, con la mejor colección de temas pop del Festival. O sus compatriotas Amyl & The Sniffers, con una Amy Taylor desatada, poniendo tanta o más energía sobre el escenario que el público que los veía a las 6 de la tarde.

También Militarie Gun, trayendo en esta ocasión el hardcore a Oporto, con un cantante que trituraba con poderío -y una imagen retadora con su ojo lleno de moratones- el “Song 2” de Blur. This Is the Kit, poniendo banjos y guitarras acústicas a media tarde en la pradera del Parque da Cidade. The Legendary Tigerman, ventilando un concierto a lo The Kills pero sin el mismo mordiente. SZA, revistiendo su exitoso r&b de empoderamiento femenino y exaltación negra. O Lambchop, ofreciendo el anti-concierto más entrañable, con Kurt Wagner acompañado únicamente de un pianista: perfecto para un auditorio, un tanto fuera de lugar al aire libre.
La protagonista involuntaria en esta ocasión fue la lluvia a primera hora de la tarde del del viernes y sábado, lo que impidió que muchos pudieran ver a los artistas portugueses programados entonces y que motivó que se cerrara uno de los escenarios grandes el viernes. De hecho, la consecuencia directa fue la cancelación del concierto de Justice, al que se le habían sumado en días previos bajas tan significativas como las de Lankum o Julia Holter. Teniendo en cuenta la ausencia de información sobre lo sucedido dentro del recinto, aquí hubo un vacío manifiestamente mejorable.

Por último, los cambios en los escenarios estrenados el año pasado parecen haberse asentado definitivamente. La gran explanada que acoge al escenario Porto da cabida a grandes multitudes, como las que no quisieron perderse la actuación de Lana del Rey. Y si muchos echamos de menos el anfiteatro natural en el que se escondía el escenario que había dado las mayores sorpresas en los nueve años anteriores, al menos el nuevo Plenitude parece replicarlo en buena medida, lo que no deja de ser una buena noticia.
Texto y fotos: Xavier Valiño