Segunda jornada exitosa del Alma Festival y, si me apuran, casi mejor, sobre todo emocionalmente, que la protagonizada por la estupenda Sheryl Crow el día anterior.
El cantautor irlandés Glen Hansard es un tipo curioso, afable, con quien te tomarías unas pintas en cualquier pub de su Dublín natal. La conversación sería extensa y hablaríamos de los que están aquí, de los que marcharon y también nos lanzaría alguna perorata, en tono predicador, que perdonaríamos al instante. Un diálogo como el que mantuvo, hace años por las calles de Montjüic (no precisamente sobrio), con su buen amigo Aleix Vergés, alias DJ Sideral, fallecido en 2006 y a quien dedicó “There’s no mountain”. Amante de los brindis, también dispuso una para Antoni Tàpies (artista idolatrado), en este caso fue “Bird of sorrow”, excelentemente cantada.
Si hubiésemos cerrado los ojos durante la introductoria “Sure as the rain”, el susto habría sido morrocotudo. Pareció como si Leonard Cohen volviera a estar entre nosotros. No se trataba de una burda imitación, Glansard lleva esa voz grave tatuada en su interior y aparece natural, tanto como para introducir versos de “Bird on the wire” en “Her Mercy”, petición de un entusiasta seguidor cuando el concierto llegaba a su fin.
“All that was east is west at me now” (ANTI, 2023), es su nuevo trabajo y suyas fueron las cuatro primeras piezas del penetrante recital. Entre muchas de las virtudes del dublinés, destacaríamos esa versatilidad que le facilita cambiar de ritmo (de la suavidad a una crudeza cercana a Swans) sin pestañear y sin que el discurso zozobre. Hubieron muchos ejemplos para corroborar esta teoría, pero en este cuarteto formado por la mentada “Sure as the rain”, “Between us there is music”, la furiosa “The feast of St. John” y “Down on your knees” (proeza abrazada al funk), quedó bien palpable. Unas canciones que en el disco bajan de revoluciones y que en directo se avivan gracias a la portentosa banda de cinco elementos que templan y descargan combatiendo el daño, mención especial para el trabajo del violinista (los demás estuvieron al mismo nivel), majestuoso en las dos horas largas de actuación.
Las aguas se calmaron con “Time will be be the healer”, relativamente, ya que los gritos surgidos desde muy adentro de Hansard no dejaron que la tranquilidad llegara del todo. Constituyó la primera celebración de un Poble Espanyol entregado que seguiría extasiado con “When your mind’s made up” (The Swell Season), “Don’t settle” (poemas de Lorca) o las convincentes revisiones del período The Frames: “Fitzcarraldo” (aires genuinamente irlandeses) y un “Revelate” apabullante, a la que agregó una coda punk de órdago. Esta última conjuntada, previamente, con la novedosa “Bearing witness”.
No faltaron la oscarizada “Falling slowly” (echamos de menos a Markéta Iglová, su compañera con The Swell Season), coreada como si estuviera ensayada un mes antes, “Song of good hope” y “This gift”. Se despidió con la melancólica tonada irish, “Carrickfergus” el regalo acústico y en solitario para acabarse de poner al respetable en el bolsillo.
Tuvo la (discutible) delicadeza de invitar al escenario a unos (teóricos) espontáneos que interpretaron un par de sus piezas. El resultado no fue demasiado halagüeño; simpático sí quedó.
Obviando este pequeño detalle, Glen Hansard obtuvo un éxito inapelable. Conjugando calidad vocal, cordura, fiereza y sensibilidad, cuadró una obra que a Tàpies, Sideral y demás amigos hubieran celebrado con cerveza. Portento.
Texto: Barracuda
Fotos: Marina Tomás