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Alhambra Monkey Weekend – El Puerto de Santa María

Pony Bravo

VIERNES 14

Otro día más en la oficina: viernes con todo agotado, caras conocidas en la taquilla para recoger la pulsera, los saludos, las cervezas en el Bugalú, la excitación previa de cada evento y, por delante, un programa con cuatro bandas en el interior del Castillo de San Marcos, bajo las almenas, encabezado por los sevillanos Pony Bravo.

 

Abrir el Alhambra Monkey Weekend (a partir de ahora, ‘el Monkey’) el viernes a las nueve de la noche, aún bajo la luz solar de algunos de los días más largos del año, siempre es delicado, y se necesita actitud. El año pasado la puso Branquias Johnson y este año le tocó a los sevillanos Cuerda Huida, relevo generacional con eso, con actitud, rebañando de la olla del post punk y del post hardcore oscuro, no exento de energía y rabia, ingredientes que ya se antojan necesarios para sobrevivir. Poco bagaje por detrás pero mucha ilusión por delante.

Aún con la luz crepuscular salió al escenario Ade Martín al frente de su nuevo proyecto, Shangai Baby, al que le faltó cierta pegada y/o mala baba para trasladar su propuesta, más rockera que indie (con interesante nuevo disco, “EP2”, recién salido del horno) del estudio al directo. Reseñar la colaboración en un tema de Paco Loco, su productor a la sazón, quien tardó solo una hora y media desde que empezó el Monkey en aparecer sobre un escenario.

Viva Belgrado

Cuando Viva Belgrado aparecieron sobre el escenario, con desgana fake marca de la casa, ya se había cerrado la noche sobre el castillo y la afluencia era ya más propia de un festival, lo que venía a decir que había expectación por ver a los cordobeses, en trayectoria ascendente recorriendo la geografía nacional y parte de Eurasia. Ensayados, definidos y seguros de lo que se traen entre manos (llamémosle post-lo-que-sea) dieron la cara (salvo el bajista, que tocó de espaldas) y calentaron al respetable, llegándose a formar incluso pogos de treintañeros largos (los de veinteañeros, en estos tiempos, se forman en un pis pas, no tiene tanto mérito). Además, los de treinta (en adelante) se van a la barra y te traen una cerveza nueva si te tiran la tuya en plena euforia. ¿¡Cuándo se ha visto eso!? Total, que muy bien; la única duda es ver hacia dónde evolucionarán.

Y para acabar el viernes, la parroquia sevillana, que no es poca en el Monkey de El Puerto (una tasa turística igual no venía mal para las arcas portuenses, y así se la devolvemos), tomó posiciones en el albero del castillo de San Marcos para acoger a los renacidos Pony Bravo. Que no sean santo de mi devoción (lo intento en cada concierto suyo) no debe desmerecer el concierto del viernes. Hablando con algún fan, le pareció un conciertazo, pero ya sabemos que los fans son lo peor. Con disco recién publicado, “Trópico”, lo cierto es que fueron sus clásicos los que revitalizaron al respetable (ya se sabe que la frase que puede arruinar tu concierto es “Ahora vamos a tocar una canción de nuestro último disco”), transportándolos a su universo de ironía, andalucismo y kraut funk, algo no fácil de conseguir, pardiez. Más de tres lustros les avalan. Bueno, creo que salgo airoso de la reseña.

El fin de la noche, como siempre, en las Bodegas Caballero a hacer lo que se pueda si los DJ’s acompañan, cosa que no ocurre siempre. El pesar del público al no poder acceder por el estrecho pasadizo que conducía antaño a las caballerizas, hoy reconvertidas en bodega, era palpable. Eso debería ser una atracción más del Monkey, que tomen nota los que ya saben. Abono Monkey Gold con derecho a recorrer el pasadizo.

Australian Blonde

 

SÁBADO 15

El año pasado me quedé a las puertas de la Destilería Cacao Pico -con lo fan que soy yo de las destilerías-, a las 12 y pico (juego de palabras) de la mañana porque estaba el aforo completo (qué agonía es la gente, de verdad), así que este año nos plantamos prontito en la puerta, porque el entorno merecía ser visitado. Un casco de bodega salpicado de patios encalados y lleno de alambiques y artefactos fascinantes, con degustación de caldos. Allí en medio se plantó María de la Flor (otro juego de palabras) con su violín, acompañada de la sutil guitarra de Carlos Otero, para repasar la raíz de la música, el folclore, llevándonos de Cuba a Portugal, de Aragón a Andalucía. Pausa, dedicación y respeto por el trabajo. Auguro que no será fácil verla en un formato tan íntimo de aquí a nada.

Pedro de Dios

A escasos metros de la destilería, de donde salimos contentos (es lo que tienen las degustaciones), se sentaba Pedro de Dios en una silla en el escenario de la Peña Flamenca El Litri frente a un público formado a partes iguales por peñistas esperando sus raciones de carrillada y monetes del festival. En su tercera encarnación en el Monkey, esta vez en solitario, ofreció un diestro recital mayormente instrumental, entre fronterizo, clásico y flamenco, que era justo lo que necesitaba uno para salir directo a buscar algún sitio donde comer y descansar para afrontar lo que se venía.

A las cinco tocaba pegarse a las almenas para que el sol no te derritiera en el concierto iniciático de Que Dios Te Lo Pague en el Patio del Olivo del castillo de San Marcos. Branquias volvía al escenario del crimen, demasiado abrigado para la ocasión, y escoltado por Alberto Charro, de Los Malinches, a la batería. A ver si el año que viene vuelve también con un bajista (¿¡qué trabajo cuesta!?) y de lujo. De todos modos, en formato dúo ofrecieron su descarga de rock and roll y pop punk sin concesiones, metiendo de nuevo en la órbita festivalera a los asistentes. También en formato dúo (¿para qué queremos bajistas? ¿quién inventó el bajo?) se presentó en sociedad Masa, Nuria y Nelo, Fender Mustang y batería. Jugaban en casa y había expectación, y respondieron disparando riffs, contratiempos, maraña sónica y soltura. No es sencilla su propuesta, pero salieron airosos en su estreno.

Casi a la misma hora, a cuatrocientos metros de allí se abría la puerta de un garaje y sonaban los acordes de “Suspicious Minds” (gracias por el temazo, Mark James, ya puestos). Daba comienzo el karaoke de Los Jaguares, comandado por Paco Loco, plan hedonista y desenfadado que, como mínimo, te arranca una sonrisa (meter el estribillo de “Chica de ayer” en medio de “Suspicious Minds” tiene su pensada). Ya si los/las cantantes afinaran, eso sería la repera. Cuando nos íbamos, oímos en la lejanía cómo mezclaban “Boys Don’t Cry” con “¿Qué Puedo Hacer?”, otro puntazo.

La primera visita al Museo Arqueológico El Hospitalito (superad ese nombre) fue para confirmar la apuesta segura que son Los Sara Fontán. Se había corrido la voz del bolo del Monkey Week de noviembre (digo yo) y se llenó el bonito enclave a cielo abierto para asistir a la inclasificable, libre y certera propuesta de Sara Fontán y Edi Pou (otro sospechoso habitual). Me da a mí que volveremos a verlos por El Puerto o Sevilla. De vuelta a la zona cero, ya estaban en marcha los conciertos gratuitos de la Plaza Alfonso X El Sabio, y José de los Camarones, bien respaldado por su banda jerezana, tiró de veteranía y pellizco, invitando a María de la Flor, a subir con él al escenario. Después no sé qué hice, que parece que me perdí el mejor concierto del festival. Me llegaron wasaps de gente que estaba flipando en el concierto de Jordi Ganchitos en el Milwaukee, y no sabía ni que tocaba. Es más, no sabía quién era Jordi Ganchitos. Pues eso, que fiel a mi costumbre me perdí, al parecer, lo mejor del Monkey.

GAF y la Estrella de la Muerte

Ah, sí, yo estaba hipnotizado bajo la intensa manta sonora de GAF y La Estrella de la Muerte, que tiraron con maestría y dominio de rock progresivo, lisérgico y psicodélico, para abrir los conciertos del sábado en el interior del castillo.  Como lo que venía a continuación era Mohama Saz  (nombre que proviene del instrumento de origen turco que toca Javier Alonso, la baglama saz) y el cansancio empezaba a hacer mella –por no hablar de la desazón por haberme perdido a Jordi Ganchitos–, nos quedamos en el mismo escenario a esperar que comenzaran los madrileños. Y no nos equivocamos. Es muy difícil en el Monkey ver un concierto completo, por la oferta simultánea insultante que se da, pero la psicodelia de seda, la cadencia oriental y el surf moruno, como me sopló un amigo al oído, de Mohama Saz, consiguieron que no me moviera de las primeras filas hasta que acabaron.

Mohama Saz

Salimos del castillo casi a lo justo para ver cómo se elevaban los móviles en la plaza, grabando para los stories de Instagram a Fran Nixon al frente de Australian Blonde cantando “Chup Chup”, treinta años después de su sonado lanzamiento. Como plato fuerte que eran, hicieron que la Plaza Alfonso X El Sabio registrara la mayor afluencia de toda la tarde-noche. Divertido y nostálgico.

Esperanto, banda surgida de las cenizas progresivas Melange –quienes dejaron muy buen sabor de boca en el Teatro Alameda en el Monkey Week de no sé qué año–, tocaban a continuación en el castillo. Sonido pulcro, arreglos cuidados y conocimiento de la materia que se traían entre manos, que no era moco de pavo y les diferencia, pero me da que resultaron demasiado académicos y no conectaron del todo con la audiencia.

Nos dirigimos por primera vez a la carpa Jagermeister (quién nos ha visto y quién nos ve) para ver algo de Teo Lucadamo, parando antes en la plaza para ver el inicio un tanto desangelado, y con sonido no cuajado, de Sick Buzos, otro guiño a la nostalgia. Dejamos la plaza atrás y llegamos a una pista llena hasta los topes en medio de un ambientazo festivo generado y mantenido por un veinteañero alicantino del que nada sabía hasta hace dos días. Mereció la pena la visita, tras lo cual volvimos para ver el final del concierto de Sick Buzos.

Za! y Perrate

Chencho Fernández ya se había encarnado en Lou Reed y el sonido y la actitud había mejorado, y se notó en la recta final del concierto, sólida y segura, finalizando con el “What Goes On” de la Velvet. Por último, con las reservas bajo mínimos, vimos el comienzo del bolo de Perrate junto a Za!, también muy concurrido. A esas alturas yo necesitaba de unos Fleshtones para arriba para mantenerme en pie, así que tras varios lamentos del de Utrera, dimos por cerrada una nueva edición del Monkey Weekend. Durante el camino a casa, hicieron una versión de “La Rave de Dios”, que era para haberla visto (me han dicho), pero me suelo perder estas cosas. Y lo asumo.

Texto: Juan Carlos León

Fotos: David Pérez Marín

 

 

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