HÁGASE EL ROCK
Resulta que iba a ir a un concierto de AC/DC, el primero en mi vida, y no estaba preparado para la ocasión, claro. Rebusqué en el cajón de las camisetas y estaba la cosa complicada: Tom Waits y Elvis Costello no estaban muy de acuerdo en ir, los Beach Boys y Teenage Fanclub no pegaban nada en el estadio olímpico, y Nina Simone y James Brown ni me lo planteaba; así que elegí la camiseta de los Who, que era lo más durillo que tenía, y allá que fui en moto sorteando la infinita caravana de coches que se acercaba a las inmediaciones de la Cartuja, otrora escenario de la Expo 92.
Una vez llegado al estadio todo eran camisetas de la banda, lógicamente, y muchos cuernos rojos con lucecitas. Aunque se rumorea que fue Ronnie James Dio el que popularizó el gesto de los cuernos en el rock con los dedos, hoy día parece patrimonio de los australianos. Por otra parte, hasta veinte pavos cobraban en los puestos diseminados en las afueras del estadio por la diadema con los cuernos rojos. Veinte pavos son tres cervezas, si reutilizas el vaso que te ha costado 1,50. Si no, solo te da para dos… En fin, me dejé llevar por la marea humana de camisetas de AC/DC , aunque me emocionó ver a un chaval con una camiseta de “Tommy”, fantástica ópera rock, pero cuando fui hacia él con los brazos abiertos y llegué a su altura, vi que debajo ponía “Hilfiger”, y seguí mi camino con disimulo. Es este aspecto (y ya lo dejo), solo vi que se salieran del tiesto a una chica con una camiseta de Dictators y otro con una de Circle Jerks. Ambos atinaron más que yo, hay que reconocerlo. Yo de Dictators solo tengo un pin, y hubiera sido irrelevante en aquel enjambre.
Tras acomodarnos en nuestro asiento asistimos al concierto de los teloneros, The Pretty Reckless, comandados por Taylor Momsen, una atractiva trasunta de Blondie que tiró del numeroso público que ya se congregaba a pie de pista. Los neoyorquinos, entregados y solventes en su rol, me transportaron a finales de los noventa, viniéndome a la cabeza constantemente referencias como Skunk Anansie. Al filo de las nueve y media se hizo el silencio y la oscuridad en el escenario y la multitud gritó enardecida. Por cierto, que no todo eran señores mayores, por suerte. Comprobé con gozo que había muchísimo más público joven de lo que yo pensaba. Claro que yo llamo joven a cualquier cosa menor de cuarenta años. De todos modos, mantengo que es en el punk es donde mejor se está produciendo el relevo generacional en cuanto a las tribus urbanas que conocimos hace años. Por el contrario, los mods lo tienen más crudo…
Volviendo a lo que nos atañe, el comienzo del último show de AC/DC en España fue toda una declaración de intenciones: 1. la propuesta: “If You Want Blood You’ve Got It”, cara B de “Highway To Hell”, remitiéndonos a la época imprescindible de la trayectoria de la banda, o sea, lo que la gente espera y merece; 2. la disposición: la base rítmica (Mat Laug, Chris Chaney) más Stevie Young situados discretamente al fondo del escenario, recogidos en formación de combate, y el proscenio libre para el corazón del grupo, Brian Johnson y su majestad Angus Young. También se sentaron las bases vitales de lo que iba a ser el espectáculo: mientras Brian (76) cogía aire al final de la canción en un extremo del escenario, Angus (69), aún con traje rojo coágulo, corbata y gorra, finalizaba el trallazo dando saltos por la pasarela del escenario. A partir de aquí se sucedió un set de 21 canciones calcado al del día 29 en el mismo escenario, un recorrido histórico por cincuenta años consagrados al rock and roll sin ambages, focalizado, como debe ser, en la ristra de hits-himnos generados durante la primera década de existencia de la banda.
En plena era de la gilipollez colectiva, del artificio, de la inmediatez, de la consecución del éxito sin merecerlo, se plantan estos sesentones/setentones tras una vida dedicada al esfuerzo, al rock and roll, a la honestidad, a la carretera y manta, y convocan cerca de ciento veinte mil personas en dos días para hablarles a la cara: doce compases, pentatónica, corazón, bajo y batería. Para de contar, disfruta, es rock and roll (aunque cuando yo estaba en EGB recuerdo que lo llamábamos heavy). Brian Johnson no tiene voz, canta con las vísceras y el respetable lo lleva en volandas en los estribillos (hasta que España no aprenda inglés no hay nada que hacer en las estrofas…), y Angus Young… el auténtico bastión, no Angus no party. Corre como un colegial, suda, serpentea por el mástil de la SG, un apéndice más, lo eleva al cielo, lo amenaza contra el suelo, se recrea en su “duck walk” mientras Brian se lleva la mano a la garganta en “Thunderstruck” (no sé por qué gusta tanto esa canción, a todo esto), y acaba sin chaqueta, sin gorra, canas anárquicas al viento de Sevilla, la corbata en manos de algún técnico fetichista, la camisa abierta y la boca recitando los golpes de la púa.
Se dirimía a esa hora en Wembley la final de la Champions pero el partido que importaba se jugaba en el Estadio Olímpico de Sevilla, y el que repartía juego y cera era el menor de los ocho Young oriundos de Escocia, creciendo por minutos. Cuando llegó el tercio final del concierto, con la voz de Johnson cogida con alfileres, ya habían sonado la comentada “If You Want Blood”, “Back In Black”, “Thunderstruck”, “Riff Raff”, “Hells Bells”, con la campana bajando religiosamente desde el techo del escenario, o “High Voltage”, una de las mejores de la noche para el que escribe, aparte de las dos concesiones a su último trabajo, Power Up (2020) –que además da nombre a la gira–, como son “Demon Fire” Y “Shot In The Dark”. Si tienes que hacer cola para pedir cerveza, no es mal momento. La secuencia más mediática de todo el concierto –la noventera “Thunderstruck” al margen– fue el encadenamiento de “You Shook Me All Night Long” (nº 35 en USA) y “Highway To Hell” (nº 17 en USA), donde quien no corea es porque no quiere, como yo. Dos canciones que son ya como de la familia, tras las cuales la banda se instaló en la primavera de 1977 para cerrar el concierto antes de los bises: primero con otro clásico en las giras de los australianos, la canción que Bon Scott le escribió a una diestra amante de 120 kilos, “Whole Lotta Rosie”, y, para acabar, la despedida, la descarga, el agradecimiento mutuo, ahí lo lleváis, Sevilla: “Let There Be Rock”, una epopeya interminable y fugaz a la vez, un compendio de rock and roll desde el mismísimo título, una interpretación que debería enseñarse en las escuelas, detrás del “It’s Alive” de los Ramones.
Cuando Brian Johnson dejó de cantar (“ya solo queda el bis, por la gloria de mi madre”, pensaría aliviado), de nuevo la base rítmica junto con el sobrino Stevie se colocaron en posición de firmes en retaguardia para cederle el protagonismo, el escenario y las sesenta mil almas a Angus Young en una prolongación hipnótica, avasalladora, monolítica de “Let There Be Rock”, preparada para el lucimiento interminable y justo del guitarrista, con plataforma elevable incluida. Este recorrió todo el escenario corriendo, saltando, haciendo la cucaracha (es la época), despidiéndose a base de riffs, seguramente para siempre, de este público que tan bien le ha tratado en sus visitas. Tras la pactada retirada de la banda y la protesta del público, reaparecieron para descargar “T.N.T.” y que explotara todo a ritmo de “For Those About To Rock”. Gracias.
Texto: Juan Carlos León
Fotos: Dara Chris
Excelente crónica!
Solo ha faltado comentar la PÉSIMA acústica de ese recinto, donde debería estar absolutamente prohibido dar conciertos. Posiblemente, el peor de los grandes recintos de España donde se pueden dar grandes conciertos.
En cuanto a la banda, un 10 por ellos!
Estoy con José un un 10 por acdc en todo pero la acústica pésima y la organización ya que yo soy de movilidad reducida y no sabían dónde colocarnos a mí y a mí acompañante hasta 10 minutos después eso sí tuve que comprar las entradas de otra ubicación pero me dijeron como en otros grandes eventos que me colocarían en la zona de m.r por lo demás todo 10 son incombustibles. Disfrute como un hermano. Y mi mujer y eso que no le gusta el rock. ViVa ACDC.