Encuentros

Pretenders, el mundo cambia, la gente no.

 

 

 

El próximo 1 de julio, la banda que endureció el pop británico —y aportó melodía al punk-rock— vuelve a Barcelona, al festival Nits de Barcelona, con la siguiente formación Chrissie Hynde (voz, guitarra), James Walbourne (guitarra), Kris Sonne (batería), Chris Hill (contrabajo), Dave Page (bajo) y Carwyn Ellis (teclados, guitarras).

 

Presentan su nuevo álbum, el potentísimo Relentless, sin olvidar esa ristra de clásicos que han hecho de Chrissie Hynde figura histórica del rock y el pop. Recuperamos esta charla a raíz de Break Up the Concrete (2008), álbum con que la de Ohio renacía dejando atrás las radiofórmulas ochenteras. Mujer de principios, volvía a las raíces del rock sin perder carácter ni melodía.

Norteamericana hasta la médula, pese a llevar desde mediados de los setenta residiendo en Londres, la charla con Christine Ellen Hynde, que nunca tuvo pelos en la lengua, es distendida pero rica en convicciones, de íntima veracidad, entrecortada por caladas a un cigarrillo. Confirma modesta que las críticas a su nuevo álbum son unánimes cuando se le comenta que Break Up the Concrete, con sus ritmos rockabilly y arritmias Bo Diddley, su ventilada adscripción country-rock y renacida frescura, suena a regreso a su Ohio natal. Hay quien da por sentado que el alma de Pretenders —el malogrado grupo británico que a principios de los ochenta redefinió el pop desde una desafiante actitud, una inédita sensualidad— se ha instalado en EE.UU. ‘’Tengo un apartamento en Ohio, y un restaurante, pero solo puedo pasar allí un par de semanas cada tantos meses’’, dice jocosa. ‘’A los americanos les encanta esa mierda, así que les digo que vivo allí’’.

Hembra que siempre tuvo los pies en el suelo y la mente alerta, proselitista de lo vegano que llegó a proponer actos terroristas contra McDonald’s, se autodefine broncas vocacional pese a sus 57 años [en 2008]. En su web confiesa que sigue acudiendo a la botella para relajarse —aunque ya no reviente noches como en el Londres del 77—, sintiéndose un espíritu asocial pese a su empatía con el hombre de la calle. En un reciente diario de gira relata como le gusta perderse entre la multitud y observar, aspirando quizá a una sensación de pertenencia a una comunidad que a algunos se nos escapa. En su interior sigue viva aquella muchacha, femenina a su manera, que soñaba con la Inglaterra de los Kinks y los Rolling Stones y le copió el corte de pelo a la novia de McCartney, Jane Asher. Madre de dos hijas habidas con músicos, Ray Davies y Jim Kerr, sin que fructificase el emparejamiento, en Break Up the Concrete se reinventa junto a músicos norteamericanos como intérprete vital, una voz única, en estas canciones holgadas, sinceras, percutantes, que ponen el dedo en la llaga.

 

El guitarrista James Honeyman-Scott, con quien formaste Pretenders, te pareció al principio demasiado inclinado al pop. Obviamente, él cambió tu perspectiva musical.

Eso es lo bueno de estar en una banda y trabajar con otras personas, puedes extraer algo valioso de ellas. Es como un matrimonio, se trata de eso. Por eso siempre he trabajado con banda, porque yo sola no es lo mismo, no me intereso yo sola musicalmente, pero sí me interesa intercambiar ideas con otros, aprovechar lo que aportan, Ayer, por ejemplo, estaba escuchando el primer álbum de Moby Grape, se lo puse a alguien más joven que nunca lo había escuchado. Esas armonías, las voces; todos en el grupo tocaban, cantaban y componían estupendamente; eran tíos jóvenes, veinteañeros. Esa fue mi juventud, había mucha melodía. Cuando vine a Inglaterra y todo era punk y actitud, me encantó, por mi odiosa personalidad. Pero al conocer a Jim redescubrí esa sensibilidad melódica que era inherente a mi personalidad musical. De joven alucinaba con Mitch Ryder & The Detroit Wheels y Steppenwolf, pero también con Tim Buckley, Tim Hardin y todo ese folk bellamente melódico. Dylan hizo explotar todo eso. Me gustaba todo en esa época, no había divisiones.

 Ahora ha sido Jim Keltner el detonante del cambio. ¿Por qué llamaste al grandísimo batería para Break Up the Concrete?

Esa es la razón, es uno de los grandes. Un buen amigo mío, Steve Bing, dirige el sello Shangri-La y es una persona que ama la música, así que le conté que deseaba cambiar de dirección musical, hacer un disco con una sonoridad más country. Se lo dije porque Steve trabaja con Jerry Lee Lewis, así que conoce el terreno. Mi batería Martin Chambers es un genio, me encanta como toca rock’n’roll, pero esta vez quería darle un sentimiento distinto al disco. Yo no lo sabía, pero resultó que Steve era amigo íntimo de Jim Keltner. Yo le conocí durante una gira que Pretenders hicimos con Neil Young, él era su batería en aquella gira. Siempre me gustó Jim Keltner. Es un hombre de verdad, lo pasamos muy bien juntos, conversamos muchas horas en aquella gira, y naturalmente me encantó verle tocar. Steve llamó a Jim y le dijo que estaba conmigo y que si quería tocar en el álbum. Aceptó. Así fue. Sin Jim nunca hubiésemos podido hacer este álbum en once días como lo hicimos. Martin sigue tocando en las actuaciones y ahora plantea las canciones de un modo distinto al habitual en él. Ha sido una gran experiencia para Martin y, por supuesto, cualquier batería entiende que se quiera trabajar con Jim, porque es Jim Keltner.

 El tema titular, y el trasfondo del álbum, construye una clara crítica del sistema capitalista y adonde nos ha llevado.

Creo que, en nuestra cultura, hemos llegado a un punto de saturación consumista. Si le das demasiado a la gente, consumen demasiado. A no ser que seas una persona muy especial, claro. La mayoría de la gente no sabe refrenarse; yo no puedo, consumiré en exceso si puedo hacerlo. Hablo desde el corazón cuando expreso estas cosas, no digo que otros lo hagan y yo no. Es la condición humana misma. De eso trataba el comunismo, de frenar el consumismo; el socialismo controla esas tendencias. Pero no hablo de política, sino más bien de la condición humana.

Encuentro esta crisis muy educativa para las nuevas generaciones que han crecido en una falsa idea de abundancia. Recuperar el concepto de austeridad sólo puede ser positivo.

Bueno, incluso los consumidores son conscientes de eso. Cuando tienes de todo y dispones de mucho dinero, sientes ese apetito insaciable que acaba por caer en un círculo vicioso. Quieres un coche más grande, una casa más grande, más y más y más. Pero creo que hemos llegado a un punto tal de saturación que el consumismo se ha convertido en algo aburrido. Si tomas una de esas revistas sofisticadas para mujeres, o cualquiera de esas publicaciones para gente adinerada, todo son diamantes, Bentleys, casas exóticas, es un aburrimiento. No es lo mismo que tomar el autobús con tu prójimo y echarte unas risas a pie de calle. ¿Has visto Vicky Cristina Barcelona?

 Sí, muy reveladora de la a menudo incomprensible relación entre los estadounidenses y el viejo mundo. ¿Te gustó?

¡La he visto cuatro veces! Me parece una gran película. Esas dos chicas americanas paseando por Barcelona. No puedes ni imaginarte lo que supone para esas chicas de Nueva York, o para alguien del medioeste como yo, entrar en una cultura donde hay vida en las calles. Eso no se puede comprar en una tienda. Por eso el mundo occidental, especialmente en América, quiere volver a las cuestiones locales, los asuntos más pequeños, las comunidades, porque todo se desmadró, era todo demasiado corporativo, demasiado impersonal. Y lo impersonal no es humano.

 Podemos vivir con mucho menos. Y no estamos ante una crisis como la del petróleo en los setenta. Hoy todo el mundo tiene su móvil, su ordenador, su iPod, su televisor gigantesco.

Y se propaga esa idea de que la gente está más conectada gracias a todo eso, pero no es verdad, pues, por ejemplo, ya no hace falta montar un grupo para tocar música, la puedes hacer en un ordenador, solo en tu habitación. Hace cuarenta años, cuando no había dinero, la gente tocaba música porque le gustaba hacerlo, no pensaban en una carrera, y sabían tocar de verdad. Fíjate en todas esas bandas, Led Zeppelin, Moby Grape, Beatles, todos ellos sabían tocar. Ahora la gente lo programa en su ordenador y no es lo mismo; se gana algo y se pierde algo, pero no necesitas todo eso. Es como el yoga, no hace falta ir al gimnasio y usar todos esos aparatos, sólo necesitas un poco de espacio y tu cuerpo puede hacer el resto. Ya tenemos lo necesario.

 ‘’Eres más falso que un amigo de Facebook’’, dice el refrán posmoderno. Es estúpido tener tantos amigos virtuales, cuando en la vida real tener uno o dos de verdad es ya un lujo.

Y además estás sentado solo en casa ante una pantalla de ordenador. ¡Qué amistad es esa! El mundo cambia, ¿sabes?, pero la gente no.

Siempre has tratado las relaciones sentimentales desde un singular punto de vista, aquí en «Love is a Mystery», donde lamentas que en la actualidad ya casi nadie aguante una relación duradera como lo hacían nuestros padres.

Mis padres llevan casados 63 años. Bueno, mi madre dice que han sido 63 años con el hombre equivocado. Ahora no es así porque vivimos en una sociedad donde todo es desechable. Estamos muy presionados y no queremos dificultades. Cuando las cosas van mal, miras a tu pareja y piensas: ‘’¡Oh, no voy a quedarme otro día más para tener otra discusión! Mejor nos separamos’’. Y es fácil hacerlo, te animan a ello. Cuando una mujer lo pasa mal con un hombre, va y se lo cuenta a todas sus amigas y ellas le dicen que se deshaga de ese tío. Y si quiere volver con él, para intentar arreglarlo, le aconsejan que no lo haga. Tus colegas te animan a salirte de cualquier cosa que no funcione, así que te sientes presionada a abandonar la relación, a no luchar por arreglarla, porque no es lo que se lleva hoy día. No sé si eso es bueno o malo, nadie quiere estar atrapado en una relación horrible toda la vida, ¿qué podría ser peor? Pero nadie quiere tampoco estar solo, así que la alternativa es seguir adelante y tener varias relaciones, lo que a la larga resulta muy doloroso.

 Me pregunto cómo ha afectado a tu papel de madre estar en este negocio.

Bueno, en mi caso fue bueno, pues podía organizarme el tiempo, tuve mucha más flexibilidad que una mujer en una fábrica o una oficina. Estuve un tiempo sin salir de gira, me lo pude permitir, así que diría que nos fue bien. Siempre he mantenido a mis hijas alejadas de los focos, nunca las he dejado entrar en ese mundo.

 Cierto, nunca he visto una foto de ellas.

Aparecen en el documental sobre Joe Strummer, que era amigo nuestro. Allí había un fotógrafo y les dije a las chicas que se hicieran una foto conmigo. Mi hija me espetó: ‘’Pero, mamá, esto va en contra de todo lo que nos has enseñado’’. Le respondí que ya eran mayores y que lo haríamos por Joe. Es una foto de las tres sonriendo, la única imagen pública de las tres.

En el excelente documental añadido como extra al DVD Greatest Hits expones tu idea de una buena educación resumiéndola en dos conceptos: caballos y libros. Me pareció ejemplar.

No recuerdo haberlo dicho, pero estoy totalmente de acuerdo conmigo misma. ¿Qué puede haber mejor que eso?

Sé que te fascinan los caballos desde muy joven. ¿Tienes alguno en propiedad?

No, es una de esas cosas que nunca he logrado. No hay nada que me gustaría más que tener caballos, pero necesitas un establo y gente que los cuide. Amo a los caballos.

 Tu fascinación por una Inglaterra algo mítica te llevó a Londres en los setenta. Resulta extraño que no hayas vuelto a tu país, cuando los propios ingleses detestan el suyo y se vienen a vivir a España.

Llevo 36 años aquí. Nunca pensé en volver. Si lo hubiera hecho, me hubiese sentido atrapada en esa cultura suburbana. No lo sé, no sucedió. Me gusta la vida en la calle, la movilidad, el transporte público, las tiendas pequeñas. No extraña que los ingleses vayan a España, por el buen tiempo, la forma de vida. Lo único en España que, si se me permite decirlo, está un poco atrasado es el trato a los animales. Todo el mundo lo comenta, todo el mundo lo sabe. Ocurre lo mismo en Francia, resulta difícil encontrar restaurantes vegetarianos, no saben de lo que hablas. Pero tenéis esas asombrosas culturas, todo es perfecto, salvo esa cosa inherente en el tejido social que está mal. También es cierto que las granjas industriales, esa crueldad, están en todos los países. Sé que las corridas de toros están prohibidas en Barcelona.

 No exactamente, pero sí hay un sentimiento antitaurino. Las cosas están cambiando lentamente.

Sí, la gente cambia lentamente, aunque alguna gente no cambia nunca.

 A mi edad entiendo que la carne como dieta principal no es lo mejor para mi organismo, no hace falta ser muy listo para entenderlo.

Hace falta ser consciente, estar despierto, pero es algo tan obvio. Es un nivel más elevado de conciencia. Soy vegetariana desde los 17 años. No sabía mucho de ello, sólo sabía que no quería matar animales, ¿por qué hacerlo? No necesité mucha más información. Mis padres siguen comiendo carne, allá ellos. Hay gente que piensa que los animales están ahí para que los matemos y nos los comamos, yo sé que eso no es cierto y vivo según mis principios. Ahora todos podemos ver el efecto devastador que eso ha tenido en el planeta.

 Tienes una fama de bocazas ganada a pulso. ¿Te arrepientes de algunas de las cosas que has dicho?

Bueno, sí, me he arrepentido de muchas cosas. Tengo muchos remordimientos. Pero, cuando dices algo, no importa como se transcriba, siempre está fuera de contexto. Puedes haberlo dicho en una habitación en referencia a algo concreto, puedes haberlo dicho en escena durante un concierto, pero cuando aparece impreso en negro sobre blanco ya está fuera de contexto, fuera de la conversación. No puedes preocuparte por eso, es lo que es. La naturaleza de la bestia.

 

Texto: Ignacio Julià

 

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