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Blues en la encrucijada. Stormcellar, suculentas raciones de basilisco a la australiana

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

A decir verdad, caí en este disco -y esta banda- por una relativa equivocación. Repasando novedades por ahí, me apareció la portada de su nuevo disco, Basilisk, con una ilustración de lo más chanante; un enorme ojo, una serpiente de juego de rol y la silueta de un tío en gabardina y sombrero de ala ancha. Siempre rastreando nuevos nombres de rock progresivo -una de mis diversas desviaciones-, ni me molesté en buscar información, dando por hecho que, con ese nombre y ese diseño, ahí había mandanga de la mía. Pero no.

Basilisk CD PreorderSolo empezar a sonar «A Little Too Much is Never Enough», el primer tema, con ese ligero deje stoniano, ya vi que las cosas iban por otros derroteros. Tras una primera escucha entera al álbum, tuve claro que estaba ante uno de los discos de blues y rock’n’roll (que no de blues rock, no confundir) más fresco, variado e inmediato de los últimos tiempos. De ahí a darle al replay y pensar en incluirlos en esta sección, un paso.

Previa documentación claro, para saber quién eran Paul Read, Michael Barry y Theo Wanders, el trío responsable del basilisco. No me sorprendió ver que llevan activos más de quince años y que su discografía (tras un rápido repaso en diagonal para subsanar tan imperdonable laguna) está repleta de joyitas: rock de raíces con un pie en el country rock y otro en lo indie (el de verdad, no el de posturitas), siempre con el blues como base y con un sanísimo, desprejuiciado sentido de la modernidad. Tampoco se me hizo extraño descubrir que son australianos, oriundos de Sydney para más señas; los de las antípodas siempre han tenido una innata capacidad para pillar el blues por banda y reconstruirlo a su antojo. Y es que eso y no otra cosa es lo que uno puede escuchar en Basilisk: sea desde riffs y armónicas de lo más canónico, o desde ritmos electrónicos y sintetizadores, el sustrato es -en la mayoría de casos- inequívoco.

Si volvemos al lema original de esta sección, a la entradilla que nos dice que el blues está más vivo que nunca, aunque sea bastardo, escondido bajo las piedras, Stormcellar encajan como un guante.

Y lo mejor es que su aproximación a la música de raíces desde una óptica contemporánea queda completamente exenta de artificios y malas artes. Convendrán con nosotros que, en más de una ocasión, los que quieren ir de innovadores del género acaban por pasarse de frenada y pergeñar artefactos que encajan mejor en una rave de pijos que en un festival de blues. No es el caso, en absoluto. La naturalidad con la que Stormcellar encajan las piezas se detecta de primeras; aquí no hay trampantojos ni petardeos. Es solo blues, rock, country y folk a ratos clásico, a ratos estimulantemente actual.

La revista No Depression, que de esto se supone que sabe algo, lo resumía tiempo atrás con un comentario que firmamos sin dudarlo: “A lo largo de los años, la banda ha seguido su evolución cruzando los caminos de otras músicas, otros artistas (…) un privilegio de los músicos que saben cómo liberarse de estilos y modos. Alimentados por el blues, el rock, el folk… son australianos, por eso elegí la palabra Australiana para describir su música”.

Eloy Pérez

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