Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
Regresa a esta sección Cedric Burnside porque tiene nuevo disco, Hill Country Love. Is the man. El nieto de R.L. Burnside podría pasar fácilmente por el mejor bluesman de la actualidad. No asumo demasiado riesgo con la afirmación. A sus cuarenta y cinco años, entiende como pocos el blues rural y, además, dota a sus discos de una contemporaneidad absolutamente indefinible pero muy atractiva. En su nuevo trabajo, con pistas en el título, decide homenajear uno de los subgéneros que más domina, el Hill Country Blues. Y para hacerlo qué mejor que meterse en un antiguo edificio de Ripley, en pleno Mississippi y contar con la coproducción de Luther Dickinson. Cuando nada puede fallar, no falla. Matemática pura. Y desde «I Know» hasta «Po Black Mattie» nada lo hace. No es perfecto. El blues no puede serlo. Es rural, grasiento, crudo, sincero…Y, sobre todo, es magnífico. La voz, la slide que aporta Luther, la armónica de Patrick Williams. Es blues. Y funk. Y swamp. Y folk. Y country. Es música con mayúsculas. De la que revuelve las entrañas.
Eduardo Izquierdo