Dados los tiempos que corren, es una alegría poder celebrar aniversarios de salas que apuesten decididamente por mantener una programación estable de música en directo contra viento y marea. Ese es el caso del Rock & Blues zaragozano, que sopla las velas de su veinte cumpleaños.
Dos décadas apostando por la música en directo, parafraseando aquella canción de sus paisanos Mas Birras. Su cabeza visible, Pablo Cano, Patxi para todo el mundo, nos habla del pasado, del presente y del futuro. Y lo hace extensamente y sin pelos en la lengua, tanto que el espacio no daba para más en nuestra edición de papel. Aquí está la entrevista completa.
Buenas Patxi, vamos a ponernos en situación. ¿Cómo empezaste en este negocio? Tengo entendido que estuviste en La Ley Seca, otro de los garitos míticos de la capital maña… Allí ya empezaste a tener una programación más o menos estable de música en vivo…
En hostelería llevaba muchos años y con programación musical empecé cuando cogí La Ley Seca. Venía de un viaje por Estados Unidos y me había molado mucho la idea de tener un garito con música y empecé a programar prueba y error. Estuvimos casi 10 años con una programación híper intensa y el último año que tuve la sala compartimos programación con el Rock & Blues y me quedé después solo con el Rock.
¿Cuándo te decides a tomar el mando del Rock & Blues? ¿Qué posibilidades viste? Tengo entendido que en esos momentos funcionaba sólo como bar de copas…
Cuando empecé en hostelería de camarero con 20 años, uno de mis dos jefes era quien montó el Rock & Blues, le echaba una mano con el montaje de la decoración y como local enseguida le vi posibilidades. Había un escenario para hacer conciertos, pero solo hacían los jueves. Tampoco se preocupaban mucho más allá de artistas locales. Como local a mí siempre me había gustado y con el propietario antiguo tenía muy buena relación, como si fuera mi tío. Cuando me dijo que se lo quería quitar, le propuse quedármelo. Yo ya tenía más que asentada La Ley Seca, ya programaba en otras salas de la ciudad y ya hacía programación estable, incluso algún ciclo, fuera de mi sala.
Me parecía muy buena idea poder mover mi experiencia a una sala un poco más grande porque a mí a veces La Ley Seca se me quedaba un poco pequeña ya que caben 80 personas (en el Rock & Blues, 250). Por eso había bolos que me llevaba a otros sitios por poder hacerlos, pero la rentabilidad, al no ser mi espacio, era más pequeña.
Pero para mí era un salto muy cómodo porque en una ciudad como Zaragoza, 250 es una sala media y aparte tenía el más a más de que como local de hostelería funcionaba bien por el sitio en el que estaba, ya tenía un nombre y funcionaba bien. Era un local que funcionaba, no tenía ningún problema, pero lo de los conciertos se había quedado en el limbo con los conciertos de los jueves y poco más. Necesitaba un rejuvenecimiento porque era un local mítico pero cada dueño lo lleva distinto.
Prácticamente al mismo tiempo nace la promotora Sweet Caroline. Entiendo que seguir con la música en directo era parte indivisible del proyecto y que ambos se complementaban. Tener un espacio propio facilita mucho las cosas…
Durante los años de La Ley Seca, cuando salía de la sala no teníamos imagen de marca (era “La Ley Seca presenta”) y ya no me valía. Entonces aprovechando la sociedad montamos la productora. Quería dejar claro que el Rock & Blues era el Rock & Blues y que cualquier cosa que hiciera fuera tenía que llevar el nombre de la productora, Sweet Caroline. La sociedad que gestiona el Rock & Blues es Sweet Caroline, con lo cual era perfecto.
Así podía decir: una cosa es el Rock & Blues y luego Sweet Caroline que son todos los bolos que hago, tanto en el Rock como en otros sitios. De esta manera, cuando hago bolos fuera de la sala los hago como Sweet Carolina y no “Rock & Blues presenta”, así va haciéndose un nombre a la hora de trabajar y la gente tiene claro que, aunque sea la misma persona la que gestiona las dos partes, son dos cosas distintas.
Es de dominio público la difícil relación existente en otras ciudades entre consistorios, vecinos y las salas de música en directo. ¿Qué tal lleváis este tema en Zaragoza?
Al final, la verdad, muchas veces no es tanto que te den como que te dejen hacer. Con sus vecinos cada sala tiene el equilibrio que va sembrando. A fuerza de trabajo y de respetar yo con mis vecinos no tengo ningún problema. Lo que hice fue tomar una decisión que para mí ha sido fundamental: no solo empezamos una hora y media antes, sino que somos de una puntualidad absoluta.
La verdad es que con las salas hubo mucho problema hasta que se consiguió que se asentasen por temas de licencias y demás (porque hubo una temporada en Zaragoza en la que no se podían hacer conciertos). Pero creo que, con la asociación de salas, Aragón en Vivo, creo que llevamos 13 años y desde que se asentaron las salas y pudimos trabajar hemos tenido relación con todos los ayuntamientos. A lo mejor nunca hemos tenido una política de salas muy agresivas, pero han valorado nuestro trabajo y nos han dejado trabajar. No me des, pero no me quites.
Hay otra cosa que me intriga. Conciertos que son de pago en Madrid, Barcelona o Valencia, por poner tres ejemplos, vosotros los ofrecéis gratis a vuestro público…. ¿Cómo se puede conseguir?
Es el ingrediente secreto que tiene el Rock & Blues y que no tienen otras salas. Yo destino un presupuesto bastante importante a ver crecer a bandas y las subvenciones que puedo sacar o las aportaciones que consigo de las marcas de alcohol o del Gobierno de Aragón o lo que llega un poco del ayuntamiento; todo ese dinero lo destino a los conciertos. Tengo una política muy clara de no ir a ganar dinero con los conciertos sino de no ir a perder. Tener una sala más grande que tiene más público no te garantiza que vaya a ser más rentable el concierto, pero es una manera muy buena de retornar tanto público afín como gente que viene de fuera de Zaragoza a pasar un fin de semana (porque en Madrid cuesta 15 euros el concierto y en Zaragoza es gratis y vienen a pasar el fin de semana). Tenemos esa suerte de que todo el mundo que viene a la sala lo terminamos fidelizando.
Yo no tengo la mentalidad de que todo concierto tengo que rentarlo, sino que tiene que salir a coste cero. A veces arriesgas más y otras menos. A final de año tengo que intentar que tanto ingresos como gastos tienda a cero, que no hayamos perdido y que hayamos ganado con la otra parte del negocio. Cuando hago concierto con entrada y gano, lo vuelvo a reinvertir.
También te das a conocer. Hay gente que igual como bar no vendría, pero sí acude por el concierto, les gusta la sala y repiten. Digamos que antes te lo gastabas en publicidad en la tele, pero yo prefiero destinarlo a conciertos.
Ya lo hemos dejado, afortunadamente, atrás. Pero el COVID fue un punto de inflexión para el sector. No sólo como un aprendizaje de supervivencia, también de enseñanza de cara al futuro. ¿Qué conclusiones puedes sacar tras una experiencia tan dura como esa?
La experiencia del COVID fue durísima, había una incertidumbre total. Las salas de música creo que en otros países están súper protegidas y el 40 o 50% de su programación está financiada por el estado con lo cual pueden dar otras condiciones y trabajar de otras maneras. Pero en este caso aquí no, el 100% de las salas viven de la hostelería, como es mi caso. Cuando se cortaron ambos negocios fue un sálvese quien pueda, tirando de ahorros, con muchísima incertidumbre, peleando hasta que pudimos hacer conciertos.
De hecho, nosotros empezamos a hacer conciertos con público reducido y sentado, estábamos perdiendo dinero porque no había rentabilidad para la sala ni para los músicos, pero era una manera de volver a la actividad. Esta es la parte negativa. La parte positiva es que cuando se abrió la veda, una de las cosas que más había echado de menos la gente en pandemia era ir a conciertos y la gente empezó a valorar esas pequeñas cosas.
Los que hacíamos las cosas 100% legal, mal sobrevivimos, pero el músico profesional que no había estado dado de alta no pudo acceder a ninguna ayuda. Eso también creó conciencia de que cuando vienen mal dadas, lo mejor es tenerlo todo lo más legal posible porque es la única manera de poder pedir ayudas.
Es cierto que a nivel local también ha habido mucho apoyo; pero muchas bandas locales, esta figura que no está tratada que son las bandas y artistas amateur, tenían sus trabajos aparte pero también tenían muchas ganas de tocar porque es su hobby, le quitas su pasión durante dos años, que no se sabía si iban a poder volver.
Leo atónito que hay promotores que aseveran que cuentan sus conciertos por sold outs y que se venden más entradas que nunca. Quiero entender que se refieren a los festivales, y a los artistas de pabellón deportivo y estadio. ¿Cómo ves la situación actual de las giras de sala? Es evidente, por ejemplo, que cosas como la saturación de la oferta festivalera han afectado directamente a este tipo de giras…
Cada ciudad es un mundo. Yo soy de la opinión de que no puede ser que en España haya 1200 festivales y 300 salas. Creo que, lo que yo llamo las bandas working class se mantienen en unos números lógicos, teniendo en cuenta que han subido mucho los costes últimamente y toda la vida en general. Creo que hay un boom de los festivales que no es bueno para nadie, ni para los festivales mismos. Cuando tienes una experiencia así todos los días deja de tener gracia. Como todos los negocios que son burbuja hará catacrás y sobrevivirán los que tengan más calidad o más suerte. Mientras tanto, han hecho daño a las salas porque antes los festivales estaban en julio y agosto y ahora desde mayo hasta septiembre.
Nosotros tenemos una nezcla de conciertos con entrada de pago y libre. Como los que tienen entrada están elegidos muy bien, de momento estamos muy contentos con los retornos de gente, pero reconozco que estos dos años están siendo un poco complicados, dentro de que pienso que uno tiene que jugar con las cartas que te llegan. Creo que hay saturación tanto de giras de salas como de festivales. Al final tú trabajas con muchas oficinas y bandas y una vez que te piden una fecha no le vas a decir que no; mientras tú veas que la sala y el evento funcionan.
Estamos entre 15 y 20 conciertos todos los meses que son números más parecidos a los de una sala de Madrid o Barcelona que de Zaragoza, pero es cierto que el retorno está siendo muy bueno. Si los que haces funcionan y con ellos estás dando trabajo a técnicos de sonido, producción, camareros… al final son puestos de trabajo que generas.
Yo creo que el problema que hay es que, si la gente solo se acostumbra a festivales, estos son un limbo que no son un espejo real de lo que es la música. Los cachés y costes que se manejan no tienen nada que ver con la realidad. Aunque hay festivales súper asentados que hacen muy bien las cosas y que podrán funcionar.
Lo que es indudable es que, dentro de ese circuito, el Rock & Blues se ha convertido en un lugar de referencia. Y no solo a nivel estatal. Entiendo pues que ha valido la pena todo el esfuerzo y el trabajo invertido…
Sí. Soy una persona de pocas quejas, me apasiona mi trabajo, disfruto un montón. no me gusta ponerme en primer plano, ni las entrevista ni los reconocimientos, me pongo un poco nervioso. Siempre digo que mi felicidad es cuando termina un bolo y sale la gente con una sonrisa en la cara: tu trabajo está hecho. A veces haces conciertos que van mal y la banda es cojonuda o que haces conciertos que se llenan, pero tú no entiendes porque no son tu estilo. Pero esa es la gracia de la música.
Estoy contento porque veo que va bien. Hacer bien el trabajo no siempre significa que te lo valoren, pero en este caso, toco madera, estoy en un momento en el que la gente reconoce el trabajo y encima la sala funciona y va bien y nos podemos ganar la vida honradamente.
Creo que un factor importante es la filosofía de la sala y la inquietud por ofrecer un producto que atraiga al público. A iniciativas como el Bourbon Festival me remito… ¿Tenéis en mente nuevos planes?
Hemos asentado el XXX Bourbon Festival, queremos asentar el Petit Comité que nació como premio para nuestros clientes haciendo bandas que igual solíamos hacer en salas más grandes. Hace un tiempo teníamos un ciclo de blues y nos gustaría retomarlo y alguna cosa más se nos ocurrirá. También hacemos flamenco, una vez al mes, y es una fecha híper mega asentada con la gente esperando a ver quién va a venir. También habrá que pensar que en breves hará 10 años la promotora y el Bourbon y habrá que buscar un cartel especial.
Había un festival al que le tenía mucho cariño que hacíamos en La Ley Seca y en más sitios que era Stoner Caravan Day, con música stoner, quiero retomarlo, aunque solo sea por un día. Es un estilo de música más de fidelidad y más underground y estábamos muy contentos con él. Cuando llegué al Rock no pegaba tanto y lo abandoné, pero me gustaría retomarlo, aunque fuera en una sala más grande.
Asimismo, creo que sois vitales para las bandas locales. Que necesitan de espacios donde poder tocar. ¿Qué importancia le dais a la escena nacional?
Yo le doy muchísima importancia. No significa que una banda nacional tenga más calidad que las bandas locales, pero normalmente la banda que destaca, es por algo. Trabajamos con mucha banda local y nacional, creo que hay muchísima calidad. La música se democratizó con internet y redes sociales: acceder a aprender un instrumento y aprender a tocar era más complicado hace 20 o 30 años que ahora que te pones un tutorial y puedes aprender. Lo que es el acceso para aprender a tocar y a la música es mucho más democrático.
Las relaciones con las bandas nacionales tienen que ser súper importantes. En nuestro caso, un tercio de la programación anual es nacional, otro tercio, internacional y otro tercio, local. Más salomónico no se puede ser. No es una cosa adrede, yo voy haciendo las bandas que me entran y que quiero hacer junto con las propuestas de bandas locales que quieren tocar en la sala.
¿Hay fuerzas y ganas para veinte años más? No cabe duda de que es una actividad que desgasta lo suyo. Y lo digo por conocimiento directo…
Sí, ganas tengo. Siempre digo “a ver si me organizo un poco mejor para disfrutar un poco más de la vida”, pero no hay manera porque voy siempre como un tren de mercancías, pero ganas sí que hay. Hay mucha ilusión porque siempre estoy cambiando cosas en las salas, pero ahora mismo prácticamente está como quería. La sala es un espacio vivo: ahora cambias las cámaras de streaming, el equipo de música…
Ganas de seguir hay. Ahora con la programación asentada, es ir buscando las cosas que te pique el gusanillo, pero sobre todo disfrutar de ver la sala asentada y ese trabajo de tenerlo todo ya mecanizado para descansar un poco, pero sin perder número de conciertos ni calidad. Ganas hay, no sé para 20 pero par 10 seguro (risas).
Para finalizar, vamos a jugar… Dinos qué artista o artistas todavía no han pisado vuestro escenario y te gustaría que lo hicieran en un futuro…
Es una pregunta complicada. Hasta que no me entra la propuesta muchas veces no lo sé. Luego hay artistas que querrías que tocaran, pero no te da por espacio u otras razones, pero de momento todo el mundo que he querido que tocase ha tocado. Me gustaría poder traer a Greta Van Fleet, Tedesky Brothers, The Marcus King Band o Celeste… Pero quizás podamos de darnos el gustazo de hacerlos en otro sitio… quién sabe.
Manel Celeiro
Fotos: Jaime Oriz