El pasado mes de abril nos quedamos con las ganas en Barcelona de ver a la inigualable Holly Golightly en acción, ya que se canceló el concierto que había previsto por problemas de salud de la artista. Afortunadamente, antes de acabar el año esta londinense afincada en Georgia tuvo a bien resarcir el agravio con nuestra ciudad y ofrecernos una sesión de sonidos añejos norteamericanos de esas que nos llenan de energía y nos reconcilian con el mundo.
Su madre le escogió nombre a imagen y semejanza del personaje principal de Breakfast At Tiffany’s, pero bien al contrario de la Holly Golightly creada por Truman Capote, nuestra reina del garaje pop cambió la sofisticación de la capital británica por el ámbito rural del sur de los Estados Unidos para empaparse del blues, country, rock, soul y todos esos sonidos negroides de los 50’s y 60’s que tanto nos fascinan también a nosotros.
Si bien, como miembro fundadora de las chispeantes Headcotees se dio a conocer en un proyecto con la mirada puesta en las girl bands de los 60’s, en su carrera en solitario ha ido ampliado a lo largo de los años su gama de sonidos y la velada que vivimos el pasado martes es una buena prueba de ello.
Antes de entrar en materia cabe mencionar a la irlandesa afincada en Barcelona Elle León, que se encargó de abrir la velada con simpatía y descaro. Nos venía a presentar su disco de debut, The Musical, una colección de canciones que circulan entre el indie, el rock y el folk que nos mostraron una artista emergente, aún con mucho recorrido por delante, pero con una voz y una actitud escénica que son una buena base de inicio.
Acto seguido, aparece Holly Golightly al escenario y llama por el micro a su banda para empezar el concierto, ya que parece ser que les ha perdido la pista. En una escena muy de clubs de rock’n’roll o blues clásicos de los 50’s dónde los músicos se reunían para hacer jams improvisadas, uno a uno y desde distintos lados de la sala, van apareciendo los músicos que la están secundando en estos últimos tiempos. Son el ex-Thee Headcoate Bruce Brand a la batería, el bajista Matt Radford y el guitarrista Bradley Burgess (colaborador también de gente como Nick Lowe o KT Tunstall).
Empieza el set con una de las diversas covers con las que nos deleitarán durante el concierto, el clásico del blues “Crow Jane”, popularizada por Skip James en los años 30’s. Más canciones de corazones rotos y de amores truculentos como “Directly From My Heart” o “Your Love Is Mine” forman parte de un primer grupo de canciones que nos muestra a una solista entregada a una sola misión, conectar con la audiencia hasta el punto que hizo que bajaran las luces frontales para poder ver “las bellas caras sonrientes de la gente”.
Otro detalle que nos muestra ese espíritu libre y auténtico que respira la noche es la ausencia de un set list previamente pactado. Al acabar cada canción, el cuarteto consensua cuál va a ser la siguiente pieza que van a afrontar o atienden algunas peticiones de la audiencia. De esta manera, mientras repasa parte de su cancionero o rinde tributo a Steve King, Jimie Rodgers o The Jaynettes, la británica va calentando la temperatura de la sala y nos va alejando de la mundanal rutina diaria para hacernos sentir en un lugar y una época dónde todo era más sencillo y la música brotaba de manera pasional en pequeños clubes humeantes.
Uno de los momentos estelares de la noche fue cuando, a raíz de la petición de un espectador el combo afrontó “There Is An End”, canción surgida por la colaboración que Golightly hizo en 2005 con los míticos Greenhornes y que se hizo popular gracias a la B.S.O. de la película Broken Flowers de Jim Jarmush. La electricidad rock de “Run Cold”, o la onda Blues de “Won’t Go Out” y “Mother West” nos acercan al fin de la noche y muestran a una artista rica, con registros diversos y que derrocha clase y oficio desde esta loable cruzada de reverenciar y mantener vivo el espíritu del gospel, el blues, el country y el rock and roll de primera ola.
La diva nos avisa que la primitiva “Mellow Down Easy”, compuesta por Willie Dixon y popularizada por Little Walter va a ser la última canción de la noche. “No voy a volver a salir. No soy James Brown. Lo veis, no llevo capa”. Y así, con una carcajada y entre bailoteos, “shakes” y “easys” damos pos concluida una noche de esas por las que vale la pena salir de casa un gris martes de finales de Noviembre.
Texto: Rubén García Torras
Fotos: Marina Tomás Roch