Corren buenos tiempos para los amantes de las melodías sublimes y las guitarras angulosas. Ya con la mirada puesta en la gira de celebración del 25º aniversario de Houston Party que traerá en Noviembre a nuestro país a The Music of Big Star –proyecto con el que Jody Stephens mantiene viva la llama de la mítica banda precursora del power pop-, con la mente preparada para disfrutar de Born Innocent: The Redd Kross Story -el documental sobre el combo de los hermanos McDonald que se exhibirá en el marco del Festival In Edit- y aún tarareando algunas de las joyas de Cousins –el brillante último disco de Wilco, recientemente publicado- afrontamos el concierto de Teenage Fanclub en la mejor de las sintonías en lo que va ser un mes de auténtico órdago para los aficionados del género.
Los escoceses, han diseñado esta gira de otoño que les llevará durante un mes y medio por 34 ciudades del continente europeo de una manera muy diferente a la que nos tenían acostumbrados. Hartos de tocar siempre en las mismas ciudades y en los mismos recintos, han decidido apostar por ofrecer conciertos de un formato más intimista en teatros sin que haya decaído ni una pizca la magia de sus directos. También hemos de decir que damos por correcta y acertada dicha decisión teniendo en cuenta el tono un punto más pausado y maduro de sus dos últimas obras, en las que basan prácticamente la mitad de su repertorio y que, llegados a una edad, va a permitir alargar su propuesta escénica un puñado de años más con solvencia.
Así pues, desde el primer acorde de “Tired Of Being Alone”, canción con la que empezó la ceremonia melódico-guitarrera tuvimos la sensación de que el sexteto nos iba a ofrecer una de esas grandes noches a las que nos tiene acostumbrados. A la voz y guitarras, Norman Blake y Raymod McGinley lideraron una velada perfectamente secundados pero el bajista Dave McGowan, el batería Francis MacDonald, el teclista Euros Child (antíguo líder de los galácticos Gorky’s Zygotic Mynci) y Stephen Black a los teclados y el saxo. Éste, bajo su alter ego Sweet Baboo, se encargó de telonear el concierto en acústico y en solitario.
Esa sensación inicial de la que hablábamos se iba reafirmando mientras la banda tejía un repertorio compacto y equilibrado en el que la enjundia de composiciones actuales como “Foreign Land” o “Endless Arcade” no desentonan en absoluto y nos acompañan placenteramente hasta el brillo que desprenden auténticos himnos clásicos como “About You”, “Alcoholiday” o “Your Love Is The Place Where I Come From”.
El sexteto, sin hacer grandes alardes escénicos y desde la seguridad que les da tener una carrera y un repertorio de una solidez indiscutible va creciendo minuto a minuto y toman el control absoluto de la situación. Y de esta manera, mientras pasan por nuestras mentes ecos de Chilton, Lennon, Wilson o McGuinn al mismo tiempo que degustamos indistintamente joyas de ayer y de hoy de Endless Arcade, Nothing Lasts Forever, Bandwagonesque, Grand Prix, Howdy, o Songs for Northern Britain, los escoceses van elevando la temperatura de la sala hasta que llegamos al primer momento de catarsis colectiva con “The Concept” justo antes de los bises.
A partir de ahí, un par de canciones actuales para acabar en lo más alto con la seminal “Everything Flows” y un duelo de guitarras eterno y sublime entre Blake y McGinley que nos hizo volver a casa con una sonrisa de satisfacción.
Texto: Rubén García Torras
Fotos: Sergi Fornols