
El Blow Up Fest es apuesta segura. Y variada pero segura, no te vas de ahí sin haber disfrutado y sudado buen Rock´n´Roll tras dos jornadas intensas y completamente plenas de calidad y entrega. Sobre las tablas y bajo ellas. Y de lo contrario no nos convence nadie. Entre viernes y sábado seis bandas ofrecieron un muestrario de estilos diferentes pero complementarios, suerte tuvo quién le gustó todo pero no hubo nadie que saliera decepcionado con el cartel.
Abrieron el viernes Los Peyotes, banda argentina peruana con gran predicamento en el cono sur. Su sonido garajero visceral es la base de una banda Ye Ye cavernícola. Collares de huesos de plástico, un bajo con forma de ataúd, la banda vestida con kimonos negros y peinados de otras épocas. Así nada puede salir mal. De inicio sonó aquello a rayos, mejoró con el paso de las canciones pero tampoco queríamos algo limpio, su propuesta debe sonar sucia, acelerada y descontrolada. “Vampiro” para comenzar y varios de sus temas más señalados sonando en el Antzoki para disfrute de una parroquia ansiosa de su mezcla de Surf, rollo Sixtie y alaridos, muchos alaridos. Destacaron “Bdaaa”, el cover de The Furtivos “No puedo aguantar más”, “El humo te hace mal” o la intensa “Garage o muerte”, himno, para cerrar con “Vos no sos mi amigo”. Muy bien para calentar el ambiente.

Y de Sudamérica hacia Australia, con todo el cambio de registro que ello comporta. Datura4, el grupo de Dominic Mariani, venía precedido de gran expectación, pero no nos encontramos con el clásico sonido australiano. A veces resulta difícil de explicar a qué suena una banda australiana cuando no has escuchado a una banda australiana que hace lo que sabe hacer. Sabes a qué suena pero no sabes explicarlo. Ya nos entendemos. Pero en esta ocasión Datura4 ofrecieron un excelente plato de Hard Rock, cañero, en ciertos momentos pesado en otros acelerado, tirando de Boogie y con guiños a Led Zeppelin. Una actuación sobresaliente y muy aplaudida. La poderosa “Digging my own grave” fue la punta de lanza de una serie de temas sólidos y de un alto nivel: “Looper”, “Worried man´s Boogie”, “You ain´t no friend of mine”, “Ooh Poo Pah Doo” o la enorme “Going back to Hoonsville” para cerrar una actuación que pidió a gritos una vuelta en gira propia con más tiempo.
Y los cabezas de cartel de viernes fueron unos viejos conocidos por estos lares. Los británicos “The Godfathers”, presentando su nuevo disco, “Alpha Beta Gamma Delta”, con un evidente tono Pop más elevado a lo que acostumbran Peter Coyne y sus compinches. Abrieron con la clásica “This is war”, con míster Coyne con su look habitual, traje y semblante de hincha del Millwall pendenciero y peligroso tras años de trifulcas callejeras y de pub inglés de weekend. Pero lejos de lo que aparenta, el líder y vocalista de los Padrinos es un tipo afable y agradecido, y que mantiene esa voz profunda y poderosa, como el resto de la banda, que siguen tocando a un nivel maravilloso. Las nuevas “O.C.D.” y “I´m not your slave” encajan a la perfección en su repertorio. Y hoy no vamos a destacar todas todas las clásicas. “I dispair” sonó tremenda como la que todos quieren corear, “Birth, School, Work, Death”, antes de un bis que finalizó con el “Fight for your Right” de Beastie Boys. Una de las mejores maneras de cerrar cualquier actuación viernes noche.

Y el sábado otras tres bandas, otros tres estilos, otras tres procedencias. Los locales Bonzos para empezar, trío ramoniano liderado por Juancar Parlange (ex Los Clavos), que basó todo su repertorio en las canciones en inglés de su último trabajo, “Songs about Cars, Girls and Broken Hearts”. Lo esperado, a toda pastilla, quince temas en cuarenta y dos minutos, bajo muy alto, chupas de cuero y sin hacer prisioneros ante un público muy a favor, es lo que tiene ser de la casa. Casualidad, tocaron aquí hace 27 años telonenado a The Dictators y su primer trabajo, “341 Broome St.”, fue grabado en NY en 1996 y producido por Andy Shernoff. “Too many kisses”, “Six months”, “Bonzo Girl” atronaron, aunque la versión del “Surrender” no aguanta demasiado bien tanta tralla, algo tan Cheap Trick necesita un toque más Cheap Trick. Pero se agradece escucharla en vivo siempre.

Seguidos quizás la banda que muchos pedían como cabeza de cartel. The Hangmen, menuda bandaza. Directos desde Los Ángeles, lo suyo fue de flipar y mucho. Menudo sonido, menuda actitud de los cuatro integrantes (Bryan Small, chulesco y entregado, la bajista Angelique Congleton con su Hagstrom de ocho cuerdas, Jimmy James con su barba marciana a la guitarra y Jorge Disguster, también barbudo a los parches) y menudo sonido. Bocas abiertas entre la audiencia, actuación maravillosa. “Rotten Sunday”, “Dowtown” o la dedicada a Johnny Cash “Man in Black Hand” fueron trallazos pero lo mejor para el final. Lo mejor de su concierto y para un servidor, de todo el festival, con una larga y abrasiva “Walking in the Woods” empalmada con una de las mejores canciones de la historia (y de este caballo no me descabalga nadie), “Russian Roulette” de The Lords of the New Church. No se llora de emoción porque bastante tiene uno con controlar la tensión ante el enajenamiento preceptivo ante este final.
Y para algo emotivo, The Dictators. Ross the Boss y Andy Shernoff, junto al ex batería de Blue Öyster Cult, Albert Bouchard, y a la voz el joven Keith Roth. ¿El miedo? Que no sonara a lo que precede su leyenda, pero el concierto de los neoyorquinos fue contundente y un sí rotundo. Clásicos, versiones y algo de lo nuevo, todo mezclado en setenta minutos de nivel, temores superados (sólo chirriaron los problemas iniciales con la guitarra del vocalista). Ojo al listado: “Avenue A”, la gran “Minessota Strip”, “It´s Alright”, la versión de la Velvet Underground “What Goes On”… vamos, caña Punk de la buena. “Pussy and Money” precedió a la versión larga e hipnotizante de Blue Öyster Cult, “Dominance and Submission”, de lo mejor de la velada. Luego la esperada “Who will save Rock´n´Roll”, “Stay with me” o el nuevo single “Thank you and have a nice day”… pogos, saltos, gritos y felicidad. Queremos un Blow Up Fest cada semana.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows