Al californiano Jesse Daniel le va la marcha. En 2022 se pegó un tute de kilómetros (la nota informativa del concierto dice que más de 80.000) tocando de club en club y va camino de batir el record. No parece que necesite muchas excusas para rodar y rodar por las carreteras de este mundo.
De todos modos, es posible que, en esta ocasión, el empujoncito se lo diera la aparición de “My Kind of Country Live at the Catalyst” (Die True Records, 2023), disco grabado, en directo, en la mítica sala de Santa Cruz (California) y que recoge una pequeña parte del material incluido en sus tres álbumes de estudio.
El objetivo principal de la visita a España era su participación en el Huercasa Country Festival 2023 de Riaza (Segovia), aunque antes de llegar a este singular evento, pararía en Barcelona y en Valencia. Los ruteros nos dirigimos al Razzmatazz 3 del Poble Nou esperando otro Sold Out, como el del Catalyst (no lo hubo) y convencidos de zamparnos una copiosa ración de sonido Bakersfield sin aditivos.
Alineación para los estadísticos: Jesse Daniel y Joey Kukura (guitarras), Caleb Melo (pedal steel), Edward B Salomon (bajo), Christopher Schoen (batería) y Jodi Lyford (coros y percusión), su inseparable compañera que incluso se encargó, con diligencia, del merchandising. Sin ella, probablemente, Daniel no hubiera vuelto a subir a un escenario. Por suerte, el agujero negro de las adicciones quedó atrás, tal como demostró en un trepidante arranque repleto de ganas de continuar peleando.
“Hell Bent”, “Big Fish” y “Soft Spot (For the Hard Stuff) configuraron una tríada, rescatada de su primer LP de 2018, que nos ofreció muchas pistas de lo que iba a acontecer en la también llamada sala Lolita, convertida, por una noche, en auténtica country-taberna.
De entrada, percibimos ciertos problemas en la sonorización del micrófono principal que contrastaba con la limpieza ofrecida por el resto de instrumentos, especialmente las guitarras que sonaron como un cañón los aproximadamente 90 minutos que duró el vivaz show. Sobrepasado el ecuador, la nítida voz del protagonista brilló en todo su esplendor.
Lejos de recurrir al manido efecto de ir variando los tempos, Daniel configuró un “set” sin respiro, obviando lagunas inservibles. Sólo recordamos algo de parsimonia en la básica “Champion” (prima hermana de The Gambler) o en el excelente medio tiempo “Lookin’ Back”. El resto fue un tornado de viejo country-rock sin desperdicio que provocó constantes chillidos de los desatados fans.
La banda (en la que destacó Caleb Melo desde su pedal steel) estuvo compacta, huyó de vanas florituras y hasta se marcó una coreografía de guitarras en la instrumental “Chickadee” de sombrerazo (nunca mejor dicho). Fue el complemento perfecto para que su jefe de filas bordara, entre otras suculencias, “Bringin’ Home The Roses”, If You Ain’t Happy Now Mayo and the Mustard”, la trotona “Only Money, Honey you, se divirtiera en el Tex-Mex “El Trabajador”, nos llevara de rodeo en “Clayton Was A Cowboy” y cerrara la reunión de amigos con el hit “Rollin’ On” y la fabulosa SR-22 Blues.
Si alguien les cuenta que Jesse Daniel es un renovador del sonido Bakersfield, no le hagan ni caso. Su misión es evocar el legado de Don Rich (“Guitar Pickin’ Man”), The Desert Rose Band (“Ashes of love”) o Waylon Jennings (“Mental Revenge”) y, por supuesto, de Buck Owens y el del venerado Merle Haggard, a quien homenajeó con un soberbio “Merle Medley”. Modernizar no es poner guirnaldas a un estilo que no lo necesita, sino seguir haciendo lo mismo y bien, cosa nada sencilla por otra parte. Daniel lo hace de maravilla, tanto que podríamos nombrarle embajador del country en nuestras tierras, nos hace falta. Innovar sin argumentos, es a menudo, sinónimo de cobardía.
Jesse Daniel, en su primera visita a Barcelona, embelesó con un tipo de música que sonará a época de dinosaurios, pero que nos sigue excitando igual que el primer día.
Texto: Barracuda
Fotos: Sergi Fornols
