Encuentros

Crudo Pimento, aullidos eléctricos desde el desierto murciano

Crudo Pimento, el dúo murciano más incendiario del panorama nacional, Raúl Frutos e Inma Gómez, reaparecen con su quinto y mejor trabajo hasta la fecha, El Carmen 13:7. Tras el sueño y pesadilla americana, vuelta a las raíces y a la imaginación en llamas, recuperando la espontaneidad radical del proyecto y su genuina y fantasmagórica brutalidad creativa.

De la felicidad del barrio, a algunos de los versículos más escalofriantes y apocalípticos de la Biblia… El Carmen 13:7. ¿Cómo se refleja vuestro barrio en estas nuevas canciones?

El barrio del otro lado del Río, el barrio del Cristo de la sangre, el barrio de las mil calles que nos transportan en un paso a Tánger y al siguiente a Bogotá. Ha sido refugio cálido y seguro en estos años de locura que nos ha tocado vivir. En él residimos desde hace más de diez años y en él hemos creado y registrado casi la totalidad de nuestra obra artística. Sus calles, sus gentes y sus sonidos están presentes en cada una de las canciones que componen este álbum.

Y del sueño americano a la pesadilla… Tras el anterior y experimental Pantame (19) neoyorkino, con una pandemia mundial de por medio, decidís cancelar una posible segunda parte y “volver” a casa, recuperando las riendas y esencia artística de Crudo Pimento al completo, fraguando a fuego lento y artesanalmente vuestro, en mi opinión, más sobresaliente y explosivo lote de canciones hasta la fecha. Contadnos el porqué decidís renunciar a un Pantame II y cuándo y cómo nace este autoeditado El Carmen 13:7

Gracias. Es largo y complejo de explicar. Vivimos por unos años el sueño americano, por primera vez dejamos nuestras canciones en manos de una visión externa al proyecto; así nació Pantame. Fue una experiencia maravillosa que nos permitió conocer el corazón y el latido de una ciudad como es NY. Había planes de continuidad para esta relación, en la que se empezó a gestar una segunda parte de Pantame, volvimos a la Gran Manzana para algunas sesiones. Podríamos decir que la pandemia lo complicó todo, pero tan solo fue un marco y un acicate para darnos cuenta de que la dirección que tomaba todo no era la esperada. Ya sucedió en parte con Pantame, no era exactamente lo que teníamos en mente; Marco Buccelli hizo un gran trabajo, pero se perdía algo por el camino buscando la homogeneidad de un producto que estaba más destinado a la dinámica del negocio discográfico que a mostrar realmente lo que esa colección de canciones significaba en su forma bruta sin cortar ni pulir.

Fue doloroso y complicado romper esta relación, un drama personal y humano, además de consecuencias contractuales en las que jamás pensamos que pudiéramos vernos inmersos; cartas de libertad, mierdas legales, tensiones… el vil metal que todo lo pudre. Siempre estaremos agradecidos y tendremos palabras de cariño por el apoyo y trato recibido por parte de nuestro anterior sello discográfico, gran equipo humano que trabaja día a día por y para la música. El Carmen 13:7 no podía convertirse en un Pantame II; han sido cientos y cientos de horas de trabajo en soledad, momentos muy jodidos plasmados en poemas y música improvisada en interminables y desordenadas sesiones de locura noctámbula que no queríamos ver cortadas ni pulidas para encajar en lo que se supone que funciona para el mercado frenético y acelerado en el que vivimos. El arte va primero, la ruina de los titiriteros también.

¿Cómo va el laboratorio/taller? ¿Habéis creado y sumado algún instrumento nuevo en El Carmen 13:7?

Siempre está presente la búsqueda de nuevas sonoridades. Bien sea creando, modificando o dando nueva vida a cacharros que incluso he rescatado de la basura. Sin ir más lejos: todas las voces, todos los instrumentos, baterías, guitarras desquintadas, artefactos con un solo alambre como cuerda sonora, etc… los he grabado con un micrófono de 15 euros, imitación china de un 58, que se ha roto y partido mil veces y que mil veces he reparado. Las baterías presentes en El Carmen 13:7, por ejemplo, las grabé de una sóla toma con únicamente este fiel compañero de la mugre tirado en el suelo dándole un buen de nivel de ganancia en mesa, una Mackie de 12 canales hecha carbonilla y generadora de ruidos involuntarios que forman parte del sonido global. Las posibilidades de la mugre, los equipos humildes, lo microscópico y de hacer lo que puedas e imagines con lo que tengas a mano son infinitas.

 

Del abrasivo e hipnótico aire del desierto y brisa turca de la inicial «Hira tensu tenrruá», obertura con regustos arábigos a las cuerdas y percusiones que nos introducen poco a poco en este flamante mal sueño, al siguiente rugido que nos atrapa y centrifuga por dentro, «Paladista parrandero», pasando por la rabiosa jondura de «Ojo de gallina», «Oh wando wendo wendo» o «Tomorrow is a monster». En estas canciones, por nombrar algunas, dentro de la vibrante eclecticidad de este nuevo trabajo, encontramos ciertas sonoridades que parecen extenderse más que nunca y empapar los surcos de El Carmen 13:7, como el rock de anatolia, la música bereber y el flamenco…

Erkin Koray, Umm Kulthum, Bombino, Mazaher, Houcine Slaoui, ecos siempre de lo que suena en casa. También está ligado directamente al hecho de que me he criado y desarrollado mi vida como músico entorno al flamenco. Está en el centro de todo, la relación, de forma casi inconsciente, es directa con estas sonoridades. Hay gente que se ha dado cuenta escuchando el disco de este aspecto. Todas las canciones presentes en El Carmen 13:7 tienen en su esqueleto un palo flamenco distinto. «Tomorrow is a monster» y «Oh Wando Wendo Wendo» son bulerías, tangos y tientos en «Ojo de gallina», así con todos los cortes. No es premeditado, no es la intención, jamás hemos pretendido subirnos al carro y etiqueta del flamenco-fusión, pero esa escuela siempre está ahí, no se puede escapar de ella, el pellizco rítmico, armónico y melismático inevitablemente aparece, aunque toquemos death metal.

Esa fusión de pellizco y ferocidad, tan relampagueante y presente en vuestra música, con el mento jamaicano, el blues pantanoso y el folklore más puro siempre en vena, continua su curso en El Carmen 13:7, removiendo avisperos con la fiereza de Slayer, Pantera o Napalm Death, zarpazos industriales y electrónicos incluidos. De la combustión instantánea de «Verdiales Carmelitanos», a la anárquica y explosiva espiritualidad de «Trono» o el hechizante bolero «Carbón será la noche». Ahondando un poco más en esas raíces espirituales mezcladas con la oscura contundencia trash que rezuma el disco, ¿de dónde surge esta dialéctica sonora?

Haber nacido y crecido en el Barrio Murciano de Santiago el Mayor (lindando en el sur con el Barrio del Carmen) barrio de tradición heavy por excelencia, y tocar en agrupaciones folklóricas murcianas desde la infancia dejan su impronta. Por la tarde tocaba el violín, la guitarra o la bandurria en la peña El Apio, por la noche tocaba hardcore y heavy metal en garajes perdidos en la huerta con los colegas. La malagueña y el aguilando murciano se encontraron en algún momento con los hermanos Cavalera o el grindcore. La energía y explosión en la ejecución de estos tipos de música, a priori antagónicas, es la misma. La música de las cuadrillas, entre mistelas y huesos de santo, es algo salvaje.

En «Trono», ya que la citas, hay una colaboración puntual del tercer miembro de Crudo Pimento en los directos, el gran José Luis López, Pepelu, AKA builthenburnt, una trompeta digital ramdomizada junto con mi voz pasada por un sinte granular, todo generado desde la pantalla rajada de un ipad, aparece al final de la canción y la propulsa a una estratosfera de caos. También ha sido la segunda vez que Inma se ha atrevido a cantar (tiene una de las voces más especiales que he escuchado nunca) y dejar registradas sus cuerdas vocales en el bolero «Carbón será la noche».

Ella es el pilar básico en la contundencia rítmica primitiva de la banda, dándole forma y sustento al bloque trash-melódico-folklórico, si así podemos llamarlo de algún modo dentro del conjunto sónico resultante. Su intuición rítmica cavernaria en la ejecución de los instrumentos primitivos es dinamita efectiva y pura. Un martillo aplastante tocando placas de metal y artefactos de una sola cuerda.

En lo lírico, las imágenes espectrales que serpentean por vuestras canciones, me siguen pareciendo un choque frontal entre el Guernica de Picasso y las monstruosas carnes abiertas y bocas dentadas sin ojos de Francis Bacon, ¿cómo es el proceso creativo de las letras? ¿Apocalipsis y redención más presentes que nunca?

En el caso de El Carmen 13:7, el proceso lírico ha sido algo distinto a los anteriores discos. La mayor parte de las canciones han nacido de poemas que he ido escribiendo a lo largo de cuatro años y que después se han ido “vistiendo”, improvisando música sobre ellos. Han sido unos años bastante jodidos. Un agujero en el que la depresión y sus ciclos, sin entrar mucho más en qué significa vivir con esto, ha destruido muchas cosas alrededor. Tan sólo escribir, pintar y grabar a todas horas sin mesura dan algo de sentido al pasar de los días y las sombras que te acompañan y te hablan, a veces a gritos, a veces con susurros. Escribir es una forma de escapar de la punta de la broca de widia, esa que gira en la cabeza del taladro, sin freno, con el modo de martillo percutor activado y no deja de horadar siempre la misma pared.

“Cansado de jugar se acerca al fuego… Ya no me queda sangre, ya estoy muerto”. De la marcha fúnebre al «Hueso ardiendo» en la portada, del imprescindible artista y asiduo colaborador de la banda, Cascales, que además participa en el álbum con los versos de «Cadáver divertido». ¿Qué une a Cascales con Crudo Pimento y viceversa?

Nos une desde hace largos años la forma de entender o no entender el arte, la vida y el mundo en general, la sidra vasca, las navajas, el punk, el azul ftalo, el tomar decisiones erráticas y catastróficas. Inma contactó un día con él a raíz de conocer su trabajo, nos reunimos los tres para conocernos en la Plaza del Cristo del Rescate hace bastantes años; ya nunca nos hemos separado.

¿Cómo nace ese “hueso en llamas” de la portada y la canción «Cadáver divertido»?

Fruto de su prodigiosa mente. Nunca sabemos, hasta poco antes de lanzar los discos, qué es lo que ha pintado para ilustrar la colección de canciones. No hay directrices, no hace falta hablar. Siempre hay un ritual de presentación de la obra por su parte, a última hora, como tiene que ser. Es una sorpresa, siempre conecta mágicamente con la música que ha quedado registrada. La última es un hueso ardiendo, un puto hueso ardiendo, la gente entenderá qué significa un puto hueso ardiendo. Para nosotros resume y plasma todo: ¡un puto hueso ardiendo!. «Cadáver divertido» es un poema de su puño y letra, Cuando lo leímos se nos erizó el hígado, hay algo muy poderoso y con mucha verdad dentro de esas líneas.

Hablando de colaboraciones y admiración, grabasteis «A Kiko Veneno», con participación del propio maestro de pelo blanco incluida. Además, habéis tocado en directo con él y vais a participar en una canción homenaje a Pau Riba junto a Kiko ¿Cómo se da esta conexión artística y cómo ha influido la música de Kiko Veneno en Crudo Pimento?

Año 1977, Sevilla, Veneno, obra salvaje y pura que nos ha acompañado siempre. Coincidencias de la vida nos llevaron a conocerle y compartir poesía hace un año. Escribí un poema a raíz de una conversación telefónica con él y grabé rápidamente una canción, se la envié y surgió la idea de que participara en ella. Mirando al mar, grabó con su teléfono en unas notas de audio palabras y melodías, las solté sobre la mezcla de la tonada tal cual, cuadraron de forma mágica sin hacer nada; no hizo falta estudio de grabación ni mayor proceso técnico, tan sólo un teléfono mirando al mar en un día ventoso y… a positivar. Es un homenaje a su persona, obra y aura. Seguimos trabajando con este sistema a distancia ¡Pau Riba pronto llegará!

¿Qué artistas/discos de cabecera habéis tenido/os han influenciado de alguna manera durante el proceso creativo de El Carmen 13:7?

Todo tipo de cosas. Cuando llegamos a casa solemos escuchar frecuentemente El Corán, nos calma y nos relaja, habitualmente resuena ese mantra de paz en la estancia. Hank Williams también suena en bucle muchos días de nuestras vidas, Hank es una obsesión; mucha música clásica, Dvorák y Ravel sobre todo, el archivo sonoro de Alan Lomax o la banda sonora de Vangelis para Blade Runner siempre están presentes, también los fandangos de Paco Toronjo o Mazaher desde Egipto, pasando por el maravilloso legado en conjunto de J. Dilla.

Por último, en una frase, ¿cómo definiríais el universo sonoro que se va a encontrar toda y todo valiente que se acerque a vuestro quinto álbum, El Carmen 13:7?

Música hecha desde un rincón del desierto Murciano.

Texto: David Pérez Marín

Fotos: Pilar Morales

 

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