A estas alturas de la película todo el mundo tiene su opinión formada de lo que vio el 14 de junio de 2023, día en que los Who de Pete y Roger actuaban por primera (y posiblemente última) ocasión en Barcelona. Hubo quien salió extasiado, hubo quien no conectó y los hay que acudieron porque fueron invitados a última hora para completar aforo, y ya se sabe, cuando uno va por ir, acaba importunando a los que sí tenían marcada a fuego esa fecha ya histórica.
La objetividad es un término que funcionaría si nos ciñéramos a dar datos obvios: formación en el escenario, repertorio, términos generales del sonido, estado físico de los integrantes protagonistas, etc. Pero como no es el caso pasaré a la subjetividad, término que en el periodismo rock debiera ser obligado en el setenta por ciento de los escritos. Y cuando uno se enfrenta de nuevo a Daltrey, Townshend y Starkey, los sentimientos proceden del estomago, de esa zona donde los nervios atacan y te hacen acometer actos insólitos.
¿Cómo una banda que presenta solo el cincuenta por ciento de su formación legendaria hace sonar su música con la misma vigencia, sorpresa y vehemencia que cuando esas canciones fueron escritas, la mayoría hace más de cincuenta años? Bueno, es parte del encanto de los Who, ese apocalipsis sonoro mezclado con unos textos inteligentes que te hablan directamente a ti, que no tiene parangón alguno ahora ni lo tuvo entonces, fuera en los sesenta o los setenta. Porque todavía cuando atacan el material de Quadrophenia uno se pregunta si hubo alguna banda entonces, y las había excelentes, que evolucionara de una manera tan brutal viniendo de donde venían. Habría que abrir el cerebro de Townshend y examinarlo; lo que salga de ahí será un paso adelante en la evolución de la humanidad.
Jamás verás unos tipos tan honestos como Roger y Townshend. Jamás. Lo volvieron a demostrar. Sin artificios; sin ecos desmesurados en la voz del primero; con el caos sonoro que produce el segundo; con esa entrada al escenario natural y sencilla y el vestuario tan casual; con los escasos comentarios hacia la audiencia y la nula disponibilidad a meterse al personal en el bolsillo repitiendo el nombre de la ciudad una y otra vez, cosa que suele verse y oírse en la mayoría de conciertos de arena. Y Pete, claro, siempre Pete, pidiendo disculpas al final del bolo por haber cometido un fallo aquí y allá, achacándolo a los pocos ensayos y ser el inicio de la gira. ¿Cómo no amar al tipo? Y por supuesto que hubo errores. Históricamente, los Who han sido imperfectos creando con ello la perfección. ¿Tiene sentido?
Lo de la orquesta, pues al final no fue para tanto. Explico en el artículo de portada de este mes el porqué y más. Tommy y Quadrophenia (y muchas canciones de Who’s Next o Who Are You?) se exponen a ello. Dicho esto, la orquesta fue un complemento más. No hubo incisiones innecesarias de los músicos en plan «y ahora un solo de cello», «más percusiones»; no, era un colchón, un complemento. No eran las canciones orquestadas de forma vehemente, sino un acompañamiento que no restó vigencia al peligro que acarrea el cancionero de la banda. Eso sí, la mezcla en el segmento inicial (centrado en Tommy) se comía la batería de Zak, cosa inoportuna por completo. Afortunadamente, el set central, sin la orquesta, se saldó con un cambio de sonido y Zak volvió al primer plano.
¿Momentos memorables? Demasiados, pero «I Can See For Miles» y «Won’t Get Fooled Again» en el set central fueron descomunalmente emocionantes, aún y pese a que Daltrey recibió «ayuda extra» en el grito definitivo de la segunda. Con la orquesta de vuelta atacaron el material de Quadrophenia y con «The Rock» nos llevaron a un estado emocional jamás vivido antes. Aunque para eso «Love, Reign O’er Me», con un Daltrey exuberante vocalmente (sin tener que recordar que el tipo va camino de los 80 años el próximo marzo) y la mimetización perfecta entre orquesta y banda.
Lloré, canté y aprecié, incluso, la inserción de la reciente «Ball & Chain» (sin olvidar el detalle de volver a Face Dances con «Another Tricky Day», porque «You Better You Bet» es un poco más obvia). Espero que no sea la última vez. Si el físico se lo permite a la pareja delantera, deberían seguir hasta el final, porque los Who no tienen recambio. Nadie sonó de esa forma y nadie lo hará. No es tanto la complejidad de las composiciones, sino lo que sugieren, la canalización y vibración entre el individuo y la música, una dimensión sensorial en la que una vez dentro no puedes escapar. Hagáis lo que hagáis, estaremos esperando. Bueno, unos cuantos de nosotr@s.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Sergi Fornols