No es la primera vez, y dudo mucho de que sea la última, en la que aseguro que Noches del Botánico es el evento con más encanto de la capital. Tampoco es la primera vez y tampoco será la última en la que afirmo con rotundidad que hay ciertos grupos que parecen diseñados para este festival. O quizá sea al revés.
Es una obviedad decir que The Lumineers encaja como un guante en Noches del Botánico porque ya triunfaron en la edición de 2016, pero lo que presenciamos ayer supera con creces a lo que vimos hace siete años. Siete años dan para mucho: para nuevos discos, para innumerables conciertos, para mejoras técnicas o para reafirmarse aún más si cabe como un festival único. Es por la mezcla de todo esto por la que quizá se explica el ‘Sold Out’ que los de Denver colocaron casi sin inmutarse para los dos shows previstos en esta edición.
Reconozco que encuentro tan curioso como inexplicable el fanatismo que The Lumineers desprende en España. Una banda que lanzó su primer y exitoso álbum hace diez años y que ahora presenta su quinto trabajo haciendo crecer una sostenible carrera que no deja de cosechar triunfos como el de anoche. Colas para entrar al recinto tres horas antes del show, espectadores de todas las edades y, sobre todo, fans de los que se saben todas y cada una de las canciones, de los que reivindican con su efusividad que esta no es una ‘One Hit Wonder’.
Y no es una banda de un solo éxito porque un grupo que tiene la osadía de tocar su gran himno,-ese “Ho Hey” que todos coreábamos allá por 2012-cuando el público aun está calentando demuestra mucha confianza tanto en su repertorio como en la gente que lo disfruta.
No se dejó The Lumineers ninguno de sus grandes temas, como “Sleep On The Floor”, “Ophelia” o la siempre maravillosa “Stubborn Love” con la que cerraron casi dos horas de show, pero sobre todo, The Lumineers demostró a los escépticos el motivo por el cual son tan idolatrados. Desde la constante interacción con los presentes hasta el momento en que Wesley Schultz, líder indiscutible, se baja con las primeras filas. De ahí la larga espera para entrar.
En resumen, un primer asalto mágico y entrañable. Una primera noche que cumplió sobradamente con las expectativas y que cerciora, por si aún no está claro, que cuando todo se organiza no solo con cabeza y sentido, sino también con gusto, es imposible que algo salga mal. Y, en el caso de que saliera, nadie se daría cuenta.
Texto: Borja Morais
Fotos: Víctor Moreno