Digámoslo alto y claro, Scott “Wino” Weinrich debería ser considerado todo un ícono dentro de la escena rockera, su trayectoria y talento así lo demanda y verlo sobre un escenario es corroborar dicha afirmación.
Fue verlo colgarse su Les Paul plateada, ajustar los volúmenes de su Marshall y hacerles un guiño de complicidad a sus compañeros, para saber que nos iba a pasar por encima como un puto tren de mercancías. A eso se le llama carisma y no todos lo tienen. Nuestro hombre esta vez vino con unos Obssessed reformados y fue directamente a la yugular, tirando por la vía rápida avalado por la ingente calidad de sobrenaturales riffs contenidos en su impoluta discografía. Hubo mucho doom sabbathico, faltaría más, pero todos sabemos que esa faceta más densa y oscura está más presente en su otra banda madre, Saint Vitus.
Obssessed es otra cosa, poseen en su sonido toneladas de metal pesado, pero también hay lugar para el punk rock, el hardcore y el hard más clásico y por ahí tiraron, volándonos la cabeza en cada tema que atacaban. Con una banda más que solvente apoyando al protagonista hubo momentos de auténtico lujo, en «Brother Blue Steel» parecía que el techo del local se venía abajo, «Sodden Jackal» reptaba hasta nosotros de manera lenta e inexorable, envolviéndonos lentamente con ese riff marca de la casa. «Streamlined» nos recordó que cuando quieren imprimir velocidad y urgencia a su propuesta, también lo hacen de maravilla mientras que «Punk Crusher» provocó unos cuantos pogos entre un público entregado desde el primer minuto. Si quisiéramos poner peros a un show casi perfecto, podríamos comentar la ya habitual escasez de tiempo con una justita hora y cuarto de concierto y que los solos de Wino no tuvieran en ocasiones, el volumen necesario. Lo demás una locura, todavía tengo un pitido persistente en los oídos provocado por la violencia sonora de «Skybone».
Texto y foto: Andrés Martínez
