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Blues en la encrucijada: John Primer y el blues auténtico

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

En 1972, el legendario Buddy Guy se asoció con un empresario de la noche llamado L.C. Thurman para abrir su propio club de blues, el Checkerboard Lounge. Situado en el número 423 de la calle E. 43rd del South Side de Chicago, Illinois, acogió a artistas de la talla de B.B. King, Magic Slim, Howlin’ Wolf, Junior Wells, Chuck Berry, James Cotton, Eric Clapton o los Rolling Stones. Cuentan los parroquianos del lugar que para entrar al Checkerboard bastaba con pagar 8 dólares a un gorrilla que vigilaba los coches de los clientes. El público era variopinto, pues mezclaba amantes del blues de todo pelaje: turistas europeos, jóvenes universitarios y melómanos locales, con la fauna alcohólica del sur de Chicago, que no eran precisamente monaguillos. Según The Chicago Bar Project, una asociación dedicada a catalogar los establecimientos de ocio nocturno de la ciudad, el Checkerboard era lo que en los Estados Unidos se conoce como un juke joint. Un garito de mala muerte cuyos únicos atractivos eran el blues (obviamente), una camarera llamada Aretha y uno de los asiduos, que por lo general se disfrazaba como el Llanero Solitario. Por desgracia, ser un enclave histórico en lo tocante al blues no es demasiado relevante en Chicago y el ayuntamiento lo cerró en abril de 2003 por infringir el código de construcción.

 

Podrían haber reacondicionado el sitio, seguir programando conciertos, convertirlo en un museo o en una hamburguesería con reliquias de blues, pero si no tienen interés en hacerlo con los estudios de la legendaria Chess Records, que se financia con donaciones y capital privado, menos aún con un antro del South Side. Por suerte, existen los Rolling Stones, la banda, de entre las más grandes de la historia, que más ha hecho por reivindicar el blues de Chicago, sus discográficas y sus artistas. Por desgracia para algunos, todo esto ha sucedido dentro de ese gran pantano del mundo occidental al que llamamos “apropiación cultural”. No es una más de las tantas pozas  intelectuales que la ideología woke está intentando colocar en los desayunos de las conciencias intranquilas, es algo mucho más profundo.

 

Ripping Off Black Music (Singles Classic) (English Edition) eBook :  Jefferson, Margo: Amazon.es: Tienda KindleLa ganadora del Pulitzer, Margo Jefferson, escribió “Ripping Off Black Music” para Harper’s Magazine en 1973. Se trata de un relevante ensayo sobre cómo los y las artistas blancos les robaron a los las artistas negras su música. “La noche en que murió Jimi soñé que este era el último paso en un complot diseñado para eliminar a los negros de la música rock para que pueda ser registrada en la historia como una creación de los blancos”, escribió Margo Jefferson. “A las generaciones futuras, decía mi sueño, se les enseñará que si bien el rock pudo haber tenido sus comienzos entre los negros, tuvo su verdadero florecimiento entre los blancos. Así, los mejores artistas negros serán estudiados como primitivos notables que inconscientemente presagiaron desarrollos futuros”.

 

Se puede pensar diferente, pero es un hecho incuestionable que cuando visité Chess Records en 2022 no tenían siquiera equipo de estudio para poder operar de nuevo. Actualmente las instalaciones son propiedad de la Blues Heaven de Willie Dixon. Su CEO, Janine Judge, me explicó que han tenido que reconstruir el estudio a base de donaciones. De no ser por el esfuerzo de la familia Dixon, arquitecto del sonido de Chicago, al que esquilmaron como a pocos, no quedarían ni los cimientos de tan mágico lugar, ¿Por qué? ¿No produjo Chess Recrods sencillos suficientes como para poder mantenerse a flote? Esto sucede de igual manera con el blues de Memphis. Pueden ustedes visitar la mansión y los aviones privados de Elvis, incluso su tractor, las teles a las que disparaba o las botas que más le gustaban. Intentad encontrar, ya no el avión privado, cualquier vestigio de la influencia que Pat Hare, Junior Parker, Willie Johnson o Arthur Crudup tuvieron en el nacimiento de Elvis como artista o de Sun Records como sello; a Pat Hare y Willie Johnson no se los menciona ni por accidente. ¿Qué se conserva de Muddy Waters? Su cabaña, dentro del museo del Blues del Delta, en Clarksdale, Misisipi.

 

En 2016, Keith Richards declaró a la revista Rolling Stone lo siguiente: “Soy tan negro como el puto as de picas, hombre”, dice, inexpresivo. “Pregúntale a cualquiera de los hermanos”. Esto es ya controvertido de por sí, pero nuestro querido Keith tenía un par de ideas sobre la esclavitud que no podía evitar compartir: “Cuando era niño, no sabía de qué color eran estas personas. No creo que el blues sea de ningún color en particular. Obviamente, su historia. Pero también había esclavos blancos. Ha habido muchas canciones de trabajo desde hace mucho tiempo. Prueba Egipto. Bastante judío, en realidad. Ya sabes, la gente ha estado haciendo esto desde que comenzó la historia”. Mick Jagger añadía lo siguiente: “¿Ha perjudicado a la música, esta afluencia de extranjeros y gente ajena a la tradición del blues, o ha ayudado a la música? Los artistas con los que hablé, Muddy Waters, Howlin’ Wolf, cuando estaban vivos, pensaron que había ayudado. Hay un intercambio”. Es curioso que de ese intercambio salgan ganando los teóricos descendientes de esclavos blancos.

 

JOHN PRIMER | Buddy guy, Blues, BuddyBuddy Guy (copropietario del Checkerboard Lounge entre 1972 y 1985) toma partido a favor de los ingleses asegurando que “hicieron mucho por toda la gente del blues, especialmente por los negros. Llevaron la música a donde nunca la habíamos llevado antes, y simplemente le hicieron saber al mundo quiénes éramos”. No seré yo quien discuta con Buddy Guy, pero el lugar que él tiene en este mundo lo ha logrado una sola persona: George ‘Buddy’ Guy. Que Richards y Jagger se presenten, uno como negro y el otro como vocero de los bluesmen y blueswomen de los que se nutrieron para convertirse en multimillonarios, evasores fiscales y, en incontables ocasiones, ladrones de canciones, es cuanto menos grotesco. Algunos y algunas de ustedes —los que sepan de quién se trata— me dirán que cuando Hubert Sumlin murió en 2011, fueron Richards y Jagger los que se hicieron cargo de los gastos del funeral. Lo que tengo que decir a esto es, que me perdone Buddy Guy, nadie en el mundo conoce el nombre de Hubert Sumlin gracias a los Stones, le conocemos porque es uno de los guitarristas más influyentes de la historia del blues y el rock. Los Stones nunca se preocuparon de que tuviera ingresos suficientes como para no necesitar que le financiaran el sepelio, y debieron hacerlo. Huber Sumlin es, entre muchas más cosas, el autor del icónico riff de guitarra de “Little Red Rooster”, el primer número uno de la carrera de Richards y Jagger en 1964.

 

No fue un “intercambio”, fue un expolio. Ya sabemos que si los que roban son anglosajones al mundo libre le parece que no es para tanto, pero lo fue. Si creen que exagero, pongamos por ejemplo a Jerry Leiber y Mike Stoller o Burt Bacharach, compositores blancos que empezaron sus carreras en los años 50 y ganaron cantidades ingentes de dinero y premios. Todos damos por hecho que es justo que así fuera, nadie considera que Elvis debió quedarse con el dinero de Jerry Leiber y Mike Stoller porque, parafraseando a Buddy Guy, con sus interpretaciones llevó la música a donde nunca la habían llevado antes, y simplemente le hizo saber al mundo quiénes eran. Ni que decir tiene que Burt Bacharach tampoco merece cobrar en esa moneda tan curiosa, acuñada para justificar que los compositores negros no recibiesen más que el honor de que su nombre se diera (relativamente) a conocer. Es más, estas historias, como la de Skip James y Cream, en la que el bluesman pudo pagarse un tratamiento para el cáncer al recibir un cheque de diez mil dólares en concepto de regalías derivadas de la versión que el trío hizo de su “I’m So Glad”, suelen tener un solo objetivo: justificar y defender al colectivo de artistas blancos y blancas. Nadie recuerda a Skip James por eso, lo recordamos y celebramos por su música. No existe una realidad en la que a un londinense blanco de clase media alta llamado, por ejemplo, Keith Richards, le debamos el legado de, por ejemplo, Hubert Sumlin. Por cierto, no, Keith, no eres negro; tampoco descendiente de esclavos blancos; que esclavismo es algo muy común en la historia no te otorga autoridad moral; ¿qué demonios dices de Egipto y los Judíos?; no eres uno más de una larga tradición de artistas que cantan sobre su dolor, no; Keith, eres es un snob, pijo y drogadicto talento y mucho olfato para la piratería musical.

 

Tanto Sumlin, como Guy, Waters, Hare, [Willie] Johnson, Crudup y Parker son reconocidos por su obra. Por su grandeza. No es menester la intervención de ningún millonario blanco. Lo cierto es que de haber un mínimo de honestidad en el intercambio al que hace referencia Jagger, los estudios de Chess Records no estarían abandonados a su suerte, intentando subsistir a base de caridad corporativa, donaciones y esfuerzos individuales realizados por los miembros de la Blues Heaven Foundation. De todo el dinero que artistas como los Stones, Led Zeppelin o Cream han ganado gracias a lo que allí fue creado, bien se podrían mantener en pie tan emblemática institución bluesística. Hubiera bastado con que esas tres bandas (y sus ilustres miembros en solitario) se hubieran plantado para exigir un trato justo hacia sus referentes, con esto me refiero a pagarles de acuerdo a las regalías generadas por su trabajo, nada más y nada menos.

 

Classic concert: Muddy Waters & Rolling Stones Live at the Checkerboard  Lounge, November 22 1981 | Born To ListenEl Checkerboard Lounge juega un papel interesante en esta historia, pues en él se registró la actuación de los Rolling Stones y Muddy Waters que resultó en un video titulado “Live at the Checkerboard Lounge, Chicago, 1981”. El metraje se considera un testimonio de cómo Waters le pasa el testigo a sus discípulos, aunque en ese momento ni los Stones hacían blues ni Waters estaba en posesión de estafeta alguna. Este evento también es presentado como una muestra, otra más, del esfuerzo de los Stones por devolver a sus referentes aquello que sentían que les debían. Así es como en noviembre de 1981, días antes de que sus satánicas majestades llegasen a Chicago para actuar tres noches en el Rosemont Horizon, actualmente el Allstate Arena, su mánager visitó el local de Buddy Guy y L.C. Thurman y les dijo: “Los Stones quieren hacer un show aquí con Muddy Waters”. Thurman cuenta que al principio creyó que le estaban tomando el pelo, hasta que el señor en cuestión le dio 500 dólares, “y así fue como supe que era real”. He realizado un cálculo aproximado y 500 dólares del 81 serían 1,660.26 dólares en 2023 ¿Qué opinan ustedes de ofrecer esa cifra? ¿Es suficiente para cerrar una sala de conciertos por una noche con el fin de que Mick Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood, en ese momento más millonarios excéntricos que músicos, se pudieran pegar una fiesta con Muddy Waters? Estamos hablando del hombre que les dio el nombre, el tipo que desató la locura por el blues en el Reino Unido con su gira de 1958 (año en el que Elvis dejó el rock and roll, se cortó el pelo y se alistó al ejército), el más grande de los bluesmen nacidos en Misisipi que emigraron a Chicago. Ya puestos y por ese precio, invitaron también a Buddy Guy, Lefty Dizz y Junior Wells.

 

Entiendo perfectamente que tanto Guy como Waters se sintieran halagados, sobre todo empezada una década tan desastrosa como la de los años 80. Sin embargo, basta con ver el vídeo del concierto para darse cuenta de que Muddy Waters, de riguroso traje y corbata, estaba en una etapa crepuscular y, con toda seguridad, ya le daba todo igual. Dudo que al ver aparecer a Mick con un pijama rojo de poli toxicómano, Muddy no pensase que el mundo se estaba yendo al carajo, pero qué podía hacer él. En aquel momento el guitarrista principal y líder de la banda de Muddy era John Primer, es el guitarrista con pelo afro que pueden ver en el vídeo de la actuación, disponible en YouTube. “Para mí, esa noche fue la forma en que Muddy dio su bendición [a los Rolling Stones]: ahora llevan la antorcha”, recuerda Primer; mas los Stones no llevaban antorcha alguna. En caso de que se escenificase un traspaso de poderes no fue en noviembre del 81, sino entre junio del 64 y mayo del 65. En ese periodo los de Londres realizaron tres sesiones de grabación que hoy se pueden encontrar en forma de álbum bajo el título “From 2120 To 1000 (The Definitive Chess Sessions)”, en referencia a la dirección de los estudios, en el 2120 de S. Michigan Ave., Chicago.

The Real Deal Blues Band

John Primer | SpotifyJohn Primer nació en la rural Camden, Misisipi, de 1945. El pequeño John aprendió a cantar con las work songs que su familia entonaba mientras trabajaba el campo y con el góspel que interpretaban los domingos en la iglesia. En cuanto levantó dos palmos del suelo tuvo claro que su mayor sueño era tocar con Muddy Waters y, como ya sabemos, lo consiguió. Según cuenta el propio Primer en su web, tras mudarse a Chicago en 1963 empezó a actuar en la calle Maxwell (en ella aparece actuando John Lee Hooker en The Blues Brothers), hogar de acogida de grandes maestros del género como Robert Nighthawk o el propio Waters. No tardó en convertirse en guitarrista residente del Theresa’s Lounge, de ahí pasó a la banda de Sammy Lawhorn, después a la de Junior Wells, en la que su cotización se disparó llevándole a la Chicago Blues All-Stars Band de Willie Dixon. La formación de Dixon era un supergrupo de blues que llegó a contar con leyendas como Sunnyland Slim y Johnny Shines. Fue en los All-Stars cuando Muddy Waters se fijó en John Primer, ofreciéndole el puesto de líder de su propia banda en 1981, año en el que tuvo lugar el concierto con los Rolling Stones. Tras la amarga muerte de Muddy, John se unió a Magic Slim. Esa fue su ocupación hasta mediados de los años 90, cuando decidió emprender su carrera en solitario y fundó su banda, ¿Cómo creen ustedes que la llamó? ¿John Primer y unos tipos cuya existencia está supeditada a que Keith Richards y Mick Jagger les paguen el funeral? ¿John Primer y gente que trabaja a cambio de que chavales de clase media ingleses se hagan multimillonarios con sus obras? No, la bautizó como John Primer And The Real Deal Blues Band, lo que viene a significar: la auténtica banda de blues o la banda de blues auténtico. Porque aunque Primer, o Buddy Guy, expresen opiniones complacientes sobre los Stones, todos sabemos la verdad. Tuve la suerte de ver a John Primer And The Real Deal Blues Band en directo en el Blue Chicago, un club de blues de la ciudad del viento que opera desde 1985 y tiene capacidad para no más de cien personas. No se pueden comprar entradas por anticipado, los que llegan primero entran y punto. La experiencia no pudo ser más real deal. El Blue Chicago es un bar, tienes contacto directo con la banda, de hecho, nadie te impide pegar literalmente la oreja al amplificador de Primer y el repertorio fue espectacular. Canciones de todos sus discos y una buena colección de clásicos, con un homenaje a Ike y Tina Turner, con nuestro hombre reproduciendo a la perfección la característica voz de Ike, como si no fuera necesario obviar su existencia a todos los niveles. Comparado con todas las veces que he visto a los Stones haciendo lo suyo en un estadio, John Primer And The Real Deal Blues Band son la mejor banda de la historia. Supongo que, de la misma manera que Jagger no tiene la menor intención de pagar por aquello que toma prestado como parte de su “intercambio”, a cambio no recibe más que un sucedáneo adulterado con agua y azúcar del auténtico blues que destilaban sus ídolos en Chess Records. Por desgracia, hay muy poca gente que sepa apreciarlo.

 

Dolphin Riot

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