Cuando ya las esperanzas de tener una continuación del célebre Crónicas Vol1 están enterradas, toparse con un nuevo libro de Bob Dylan es un capricho de los dioses. Porque, ya que estamos con ellos, leer en prosa a lo más cercano que ha habido a Dios en cuanto a composición de canciones no tiene precio. Y aquí se va el dylanita y entra el dylaniano. Objetivamente el libro es una delicia. Magníficamente maquetado con decenas de fotos para ilustrar los textos que escribe Dylan, la obra es un regalo para los ojos de cualquiera, que vale cada uno de los euros que gasten en ella, y ya no hablemos de lo que disfrutarán los seguidores de su majestad. Con un título pomposo, lo mejor de todo es que su interior responde a lo que anuncia. Y eso ya es mucho. Joder, que es Dylan escribiendo sobre canciones de otros. Pero, ay, tenía que haber algún pero. Resulta que los que seguimos los capítulos del lejano Theme Time Radio Hour notamos algo extraño. Y no es difícil comprobarlo. De hecho, cuando aquellas intervenciones en radio finalizaron hubo un proyecto para convertir los comentarios de Dylan en un libro, que nunca vio la luz. No, no es que los textos sean transcripciones literales de lo que Bob ya había dicho en la radio, pero muchas metáforas y más de una frase ya la habíamos oído, incluso ¡para hablar de artistas diferentes a lo que hace ahora! ¿Resta eso valor al libro? Ni un gramo. Porque como el funambulista que ha sido siempre, Dylan logra encajarlo todo y que sus textos sean pura poesía en prosa. Diferencia claramente su interpretación de lírica de las canciones y su ambiente, lo que sugieren en él, de temas más técnicos, más profanos. Y quizá echamos a faltar más contenido de este último. Pero solo hay que ver como escribe de Grateful Dead, a la que define como banda de swing, de Elvis Presley o de Nina Simone para caer rendido a sus pies. Llámenme condicionado, pero esto me parece muy difícil de superar. Con todos los peros que quieran.
Eduardo Izquierdo
Donde fueron a parar los pies de foto?