Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
Las presentaciones, lo primero. Scott “Janky” Lindsey es un cantante y guitarrista de Austin, ciudad en la que se mueve desde hace mucho y donde tiene su base de operaciones, aunque no fue en el estado de la estrella solitaria donde vio la luz por primera vez, sino en Shreveport, Luisiana. Una herencia que le ha acompañado desde que con quince años empezara a tocar la guitarra en diversos estilos. Pero sería en 2002 cuando fijaría su residencia permanente en el género, formando una banda de punk-blues con sede en Dallas llamada The1969s. Con ellos publicaría dos álbumes y, de paso, se enamoraría irremediablemente de las afinaciones abiertas, puerta abierta en el camino hacia las cigar box guitars.
Un camino a lo largo del cual le han acompañado dos mentores de renombre: el reverendo KM Williams y Robert Kimbrough, hijo del legendario Junior. Con ambos no solo aprendería en las filas de sus respectivas bandas –girando y grabando– sino llegando a producir y editar varios trabajos de ambos.
Una mochila de aprendizaje cargada igualmente con su afición por tocar sin descanso, ya sea en el primer juke joint que le cae a tiro (su preferido, el Red’s de Clarksdale, Mississippi, apunten viajeros) o en cualquier esquina de la calle: “Ahí es donde escribo la mayor parte de mi música. Puedo ver qué ritmos funcionan mejor con una audiencia en directo. Todo mi primer CD, Them Grackles, fue escrito en las calles de Deep Ellum, en Dallas”, declaraba recientemente a la revista CBG Review. Publicado en 2015, a ese primer esfuerzo le seguirían Holly Springs, TX (2018) y Hill Country Foot Stomp (2020), antes de llegar a este nuevo trabajo que nos ocupa hoy. C.B.G. Throwdown (no hará falta explicar el acrónimo) es un disco grabado exclusivamente con ese tipo de guitarras. No es un instrumento nuevo para él, ya lo había usado con anterioridad en algunos temas pero ¿por qué ahora un álbum al completo? Él mismo lo explica claro y diáfano en la misma entrevista: “Tengo este problema de hiper-enfoque. Me digo a mi mismo que voy a grabar algunas canciones con CBG y luego lo siguiente que sé es que he grabado diecinueve temas (…) Todo vuelve a la sencillez de tocar con CBG. Recientemente traté de aplicar algo de mi Hambone CBG de tres cuerdas en una guitarra tradicional y simplemente no funcionó. No es lo mismo. A esa Hambone la llamo ‘el escritor de riffs’. Si la cojo, escribo una canción”.
De esas diecinueve canciones que menciona, nueve son las que han aterrizado finalmente en el álbum. Acompañado de Cole Koenning a la percusión y Cody Cotton en la armónica (los dos caballeros que le flanquean en portada), Janky nos invita a acompañarle en un viaje repleto de ese Hill Country Blues tan típico del norte de Mississippi. Un viaje no diremos serpenteante, pero sí mucho más ameno de lo que podría suponer esa “sencillez” a la que alude el propio Janky. De los cantos rítmicos, casi tribales de «What Cha Done Done» a las estampas del Delta en «My Mississippi Lady», del groove grasiento de «Kiss Yo’ Self» a la deconstrucción de la tradicional «You Must Have That True Religion» (único tema no original), C.B.G. Throwdown resulta tan crudo y apetecible como un costillar asado en la parte de atrás de una gasolinera abandonada. Es ese blues desnudo y rítmico, tan refinado como un peto tejano sin camiseta, que solo la gente con mucho oficio es capaz de hacer que suene auténtico.
Eloy Pérez
