Admiro ese lugar desde donde nace el flujo de la creación de Núria Graham. Es una humareda que se va disipando y permite que se vaya desvelando una artista que, poco a poco, va creciendo delante de nuestros ojos. Su magnitud es incipiente, manantial inagotable que está aún en sus albores y crece a cada paso que da. Puedo ver que es un camino enraizado en una profunda honestidad y un sibilino compromiso con su pathos. Ella cree en sí misma y lo ejecuta con prudencia, pero con decisión. Desde esa perspectiva Cyclamen es una apertura a los esquemas de la música pop.
En esta deriva la artista se eleva, recoge de otras fuentes y busca expresarse con convicción. Deja la guitarra eléctrica y mueve su fuerza hacia el piano y la guitarra clásica. Se abre hacia nuevas texturas y sonoridades (para ella y para su público) que le permiten estar más centrada en su voz que se estiliza como un pura sangre paseando tranquilamente por el campo en un día soleado. Cyclamen en directo zumba muy bien, voluntariamente pulido. Excelso y elegante. Y todos los temas del disco que, cambiando el orden, sonaron en el concierto, consiguieron embelesar a un público que estaba absolutamente entregado. Nuria admitió que estaba nerviosa y algo rígida porque era la primera vez que materializaba su nueva metamorfosis con su publico más conocido, el barcelonés. Y la respuesta de la platea y de la banda estuvo sintonizada. Ese es el marco general. Aunque si me gustaría poder mostrar el contrapeso.
Después de la velada tuve la sensación de que la propuesta de Nuria no acababa de encontrar el punto de emoción que descoloca, que rastrea almas y las conmueve. Eso que me gusta sentir a mí después de cada concierto y sobretodo de aquellos artistas con los que resueno. La banda suena tan bien, está todo tan bien puesto, que a mi parecer hay algún momento que suena todo demasiado ligero, demasiado prudente, y con algunas dosis de condescendencia. Esto hace que no acabe de hacer toda la justicia que requiere la vía que Cyclamen abre en su carrera. La voz de Núria se esconde en una harmonía excelentemente interpretada, pero es difícil oír sus agallas, su temperamento, esa pasión que en algunos momentos estuvo apagada y controlada por el “seny”. Un mojo algo escondido que me dejó con la sensación de querer un poquito más.
Texto: Andreu Cunill Clares
Fotos: Marina Tomás
