Que es uno de los guitarristas contemporáneos con mayor –y prometedor– futuro es algo que sabemos. Que su último lanzamiento tiene papeletas –varias– para convertirse en uno de los mejores álbumes de blues-rock del año, es algo que podemos anticipar. Que con apenas treinta-y-tres años se desenvuelve sobre el escenario como un veterano, es algo que podemos confirmar tras ver su actuación en la barcelonesa Wolf. Pero antes, tocaba disfrutar del directo de Montana Stomp; sonido potente y canciones pegadizas para calentar motores por parte de una banda local con proyección internacional. Aprovecharon la oportunidad para causar buenas sensaciones antes de dejar paso al guitarrista de Wisconsin.
Nichols saltó al escenario en formato trío para abrir con «Bad Roots», cañonazo de hard-rock que dejaría el listón alto, solo superado por la siguiente «Easy come, easy go». En seguida es notorio el estilo propio de Nichols, que recuerda al de Kotzen con el instrumento, tocando con los dedos para tener mayor control de dinámicas y transmisión de sentimiento. Los recursos que afloran con el instrumento son evidentes muy pronto, utilizando toda clase de trucos para producir sonidos que llenan la sala dejándonos boquiabiertos. Rápidamente pasa al single del álbum, «Down the drain», y lo que nos sorprende es la capacidad coral del bajista, derroche de carisma incluido. Es entonces cuando la voz de Nichols empieza a esfumarse, sustituyéndose por una clara afonía. Se le excusa, pues no cesa en su empeño de intentarlo. El bajista acude al rescate cuando necesario, y si no, siempre le queda nuestro deleite con su forma de tocar.
A medio recital, su voz se ha esfumado por completo, por mucho que el staff le suba al escenario infusiones calientes en taza. ¿Hemos dicho ya que no importa? Se le sigue excusando, más cuando a medio solo de guitarra introduce el popular riff de «Miss You» de los Stones. El bajista sigue a lo suyo ganándose al público con un español que demuestra sus raíces mexicanas, alentándonos a alzar el puño al grito de «Blues Power». Cuando Nichols y los suyos se despiden, no tardan en regresar entre aplausos que le piden más y más. Es entonces cuando se desata la locura: Nichols se arranca con su propia interpretación de «War Pigs». El clásico de Black Sabbath es inmediatamente reconocido y la sala corea con él tanto voces como guitarra. Al acabar, nadie se acuerda de lo mucho que le ha faltado la voz, sino que se lanzan todos a comprar sus discos para hacer de esta noche una un poquito más inmortal. A falta de cuerdas vocales, nos quedan para el recuerdo las de su guitarra. Crucemos los dedos para volver a verlo pronto, aun no estando al 100 %.
Texto y foto: Borja Figuerola