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Interpol – La Riviera (Madrid)

 

El preámbulo del presente siglo vio emerger una prometedora camada de jóvenes bandas afiliadas al post-punk más bailable y las enseñanzas de los Joy Division más cercanos al concepto de «hit oscuro». De dicha retahíla de espumosos y volátiles combos y, en particular, de los muchos emergidos en la Gran Manzana, pocos se mantienen en pie. Interpol son santo y seña de esa generación, pero como el tiempo ha demostrado, son mucho más, trascendiendo el hype de hace dos décadas, para erigirse una de las bandas importantes del rock de estos últimos lustros.

 

La excusa con la que nos visitaban esta vez era la edición de The Other Side of Make-Believe, su séptimo álbum de estudio. Un disco ajeno a los hits que les alumbraron hace dos décadas, más enfocado, como viene siendo habitual en sus últimos elepés, en un pop maduro y reposado. Un sonido anguloso, a menudo disonante y ajeno a tendencias y/o atajos facilones. Obras de menor impacto inicial, pero de, si cabe, mayor poso emocional y artístico, sólo al alcance de quienes dominan con oficio dicha suerte.

Y así, con su impasible puesta en escena, sobria pero acompañada por un buen sonido (aunque algo flojo) y una iluminación detallista (por ejemplo, más rojiza cuando acometían canciones de Turn On the Bright Lights), despacharon casi hora y media de hits y no hits de notable calidad.

Con canciones como «C’Mere» o «Rest My Chemistry» nos alcanzan sin demasiado artificio. Con oscura belleza y la justa cantidad de luz. En cambio, con títulos más o menos recientes como «Into The Night» o también «Lights», nos desafían a través de un galimatías métrico, dejando la cabeza de más de uno hecha un cubo de Rubik irresoluble.

Destacó también el lamento de «My Desire», con ese riff tan original. Un verso libre a las seis cuerdas, obra de Daniel Kessler, impecable en todo momento. Mención aparte para Sam Fogarino, fantástico batería, sin cuya aportación el reconocible sonido del trío (quinteto en directo) neoyorquino no sería lo que es. Su concurso eleva el sonido Interpol de forma notable.

El trote irresistible de «If You Really Love Nothing» también merece ser remarcado. Probablemente, uno de sus mayores hits en la sombra. En la sombra de los ya conocidos «Obstacle 1» o «Slow Hands», edificantes, eléctricos. Imperecederos.

Para terminar, un bis para los viejos fans, donde, aparte de la mencionada «Lights» (espectacular), sonaron «No I in Threesome» y «Not Even Jail». Bis precedido por una despedida (en buen castellano) por parte de Paul Banks, parapetado tras sus gafas de sol, serio pero comunicativo, y agradecido.

Se les podrá achacar cierta insipidez, que la tienen. O momentos de cierta planicie, que también, pero su oscura belleza y los numerosos recovecos de su cancionero, sumados a su habilidad instrumental y compositiva, resuelven cualquier paso en falso con convicción. Y sin síntomas de estancamiento o agotamiento en su sonido, a pesar de lo específico del mismo. Meritorio, cuanto menos, después de más de dos décadas.

 

Texto: Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

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