El fulminante y permanente ascenso de la carrera llevó a Caitlin Rose a un estado catatónico que se mantuvo entre 2013 y 2020. El año que cambió nuestras vidas para siempre, la de Nashville vuelve a meterse en un estudio con la producción de Jordan Lehning, y el resultado es el fantástico disco que tenemos entre manos, destacado en medios como Uncut o Mojo. Acompañada por su amiga Courtney Marie Andrews, que colabora también en la composición de algún tema y en los coros, Rose entra en una introspección lírica que también e transmite en la atmósfera de las canciones, con el elemento diferencial que supone, además, el espléndido trabajo a la pedal Steel guitar de Spencer Cullum. Porque aunque es un regreso, Caitlin no entra al oyente cual elefante en cacharrería, sino con los mismos cacharros pero bien ordenaditos y tratados de manera adecuada. Por eso hay quien asegura que ya podemos dejar de buscar el disco de Americana del año.
Eduardo Izquierdo