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Purple Weekend – Regreso al color púrpura / Reconocible color púrpura

The Fleshtones

 

No está claro cuándo despegó definitivamente el festival. Hay dos opciones. La primera es en la enésima demostración lúdico-roquera del autoproclamado grupo más divertido del mundo. En lugar de disfrutar de un apacible retiro, los incombustibles The Fleshtones la siguen liando parda. Si ellos se lo pasan bien, el público les ríe las gracias y todo el mundo sale ganando. Jorge Explosión, sustituto circunstancial del bajista Ken Fox, era la novedad en un concierto que hemos mil veces en sus continuas giras por salas y garitos. En un momento dado, Peter Zaremba presentó a su manera al músico y productor asturiano: “Esta noche tenemos aquí a Charles Manson”, dijo por la larga melena y la poblada barba que últimamente luce el líder de Doctor Explosión. Y como no hubiese pasado el tiempo desde 1976, invitó al público a que bailase un twist. The Fleshtones morirán con las botas puestas, de eso no cabe duda.

Jorge Explosion

La segunda opción remite a la gran sorpresa del festival. Los holandeses The Tambles, cinco jóvenes veinteañeros con estudios superiores de música, lo hacen todo bien. Cantan como lo ángeles, son simpáticos y guapos y sus canciones recuerdan tanto a los Beatles («Listen») como al rocanrol más efervescente de los años 60 y 70. La sala Glam, una discoteca con un peculiar encanto kitsch, se quedó pequeña en la sobremesa del sábado. Una serpenteante cola salía despedida de la puerta del local en pleno barrio Húmedo de León. En la calle afloraban los nervios, dentro no cabía un alfiler. Nadie se lo quería perder. ¿El mejor concierto del Purple Weekend? Por las caras de felicidad del público y el consenso generalizado, The Tambles hizo de Marruecos en la Copa del Mundo y se erigió como la gran revelación del Purple Weekend.

The Tambles

Después vino una sesión de indie británico que supo a gloria a cargo de la dj Lorena Díez. El set sirvió como aperitivo a la actuación de The Charlatans, plato fuerte del sábado y, de largo, de todo el festival. Durante la tarde se habló mucho sobre un partido de fútbol: Inglaterra se jugaba contra Francia su pase a la semifinal en el Mundial, justo antes de que los miembros del grupo que moldeó la corriente madchester se subieran al escenario del Palacio de Congresos. El combinado inglés perdió. Y una parte del público temió que los ánimos de los músicos, acérrimos futboleros, estuviesen por los suelos.

Con los primeros acordes de «Weirdo» se disiparon las dudas. Espoleados por su rejuvenecido cantante (parece mentira que tenga 55 años), todo estaba en su sitio: la voz, el sonido, la actitud. Un sonriente Tim Burgess no paró de hacer vídeos con su móvil desde el escenario. The Charlatans recuperaron lo mejor de su repertorio de los años 90 salpicado de algunos temas más actuales como «Plastic Machinery» y «So oh». En 1997, «Bitter Sweet Symphony» llevó el britpop a su cima comercial, pero hubo un disco llamado Tellin´ Stories que atesoraba joyas igual de valiosas. The Charlatans rescataron muchas de esas canciones, incluida «How Can You Live Us», guardada en un cajón durante mucho tiempo. El cierre, fantástico, llegó con «Sporston Green». Gran concierto.

The Charlatans

Pasaron más cosas en una reconocible edición del Purple Weekend que fue claramente de menos a más. Speedways, por ejemplo. Cuentan con un batería que se parece sospechosamente a Rick Buckler (The Jam), llevan camisas de cuellos abiertos y peinados glam. Tocan rápido y sucio como los Protex y sus temas parecen clásicos instantáneos del género. The Warmbabies son otros representantes muy dignos del powerpop contemporáneo. Elegantes, melódicos y precisos, no se le puede poner un pero a su actuación, condensada en un tema tan atemporal y pegadizo como ese guiño a los Kinks que es «I am Like Everybody Else».

El miércoles las miradas estuvieron puestas en Corduroy, comunicativos y simpáticos en su recreación del acid-jazz que les llevó a la fama en los tiempos del britpop. Fueron una anomalía en la Inglaterra de los 90 y lo siguen siendo. Qué extravagante resulta escuchar una música tan fina en un gran pabellón multiusos. Música para bailar… y tal vez amar. Por último, otra actuación destacada. Todos los que llenaron la sala Glam soñaron con subirse a la noria pop de Hank Idory. Acompañado de un grupo solvente, el artista valenciano brilló ante una nutrida afición levantina. Canciones tan bonitas que estallan en mil colores.

Texto: Jon Pagola

Fotos: Conrado Martín / Purple Weekend

 

 

 

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