Vivos

«30 aniversario de La Plaza en Gijón» – Nacho Vegas, León Benavente, Cachito Turlo y Silvia Quesada & Alfredo González

Nacho Vegas

 

Durante la semana puenteada del 7 al nueve de diciembre tuvo lugar el trigésimo aniversario de La Plaza, el bar gijonés que va más allá de lo que solemos entender por un bar, que no es poco. Tanto dentro de sus paredes, como en la Sala Albéniz o el Tizón Sound, La Plaza mostró y demostró su músculo intergeneracional y el modo en que mantiene bien engrasada su esencia, esto no va de postureo, ni de nostalgia, ni de moderneo impostado, va de música.

El jueves, en el Albéniz, Cachito Turulo, lo que es lo mismo, Ernesto Avelino, uno de los integrantes de Fasenuova (si no la ha escuchado busque ya mismo su música), nos enredó en una oscuridad tensa y palpitante, parecía imposible que la luz estuviera a la vuelta de la esquina. Y no digo luz por decir, sino porque León Benavente, al desparramarse en una sala de aforo medio a rebosar, no podían desplegar su habitual pirotecnia visual, siempre medida, elegante y al pie, siempre sumando.

En esta ocasión las luces de la sala iluminaron un concierto de una intensidad variable e imprescindible, del “Líbranos del mal”, la apertura perfecta, partieron medios tiempos que golpeaban el pecho, especialmente cuando sonaban a “La canción del daño”, momentos de impulsos eléctricos en modo sintes, guiños a Chemical Brothers y momentos explosivos tan necesarios como “Viejos roqueros viejos”, “Ayer salí” o “Gloria”, para  transitar por un guiño para la historia, el “Qué niño soy” de Manta Ray con dos de sus miembros, Nacho Álvarez (el dueño de La Plaza) y Josele (de Elle Belga) en el escenario, y explotar, como poco, en “Ser brigada”, y ya salir camino del bar que cumplía años con la sensación de que no hay nada cómo bailar, o al menos mover los pies, mientras te rodean con música bien desplegada y letras con cabeza, qué bien vienen estos leones.

León Benavente

Y qué bien saberles disfrutando, en primera línea, al día siguiente, tras la belleza al borde del Stendhal de Silvia Quesada y Alfredo González, cuando llegaron Nacho Vegas y los suyos. Nacho ha mudado de banda, o casi, ahí sigue desde el inicio Manuel Molina en la batería, y se mantiene  Joseba Irazoki en las guitarras y el banjo, Nacho se trajo en esta ocasión una parte pequeña del Coru Antifascista y Matriarcal Al Altu la Lleva, pero lo que no cambia es que Nacho sigue siendo el mejor compositor en castellano desde… desde que sacó “Actos Inexplicables”, allá por 2001, y ahora, además, se atreve a ser un frontman a su manera, si Abraham Boba es capaz de comerse el escenario, Nacho deambula quebradizo mientras canta sin pudor un repertorio en el que hubo hueco para su último disco “Mundos inmóviles derrumbándose”.

Y para  “Abnegación”, inteligente y dulcemente unido a su reverso luminoso “Donde comen las brujas”, sin dejar de lado clásicos como “La gran broma final” y haciendo que rodara una lágrima por la mejilla de toda la sala en dos ocasiones, cuando recordó con “Ramón In” a Ramonín, un ser humano excepcional que tuvimos la suerte de disfrutar en Gijón, y cuando salió guitarra en mano para defender la versión más pura y dura de “El Ángel Simón”. Luego ya brindamos con Michi Panero, porque Nacho aprieta, pero no ahoga. Y volvimos a bailar con la electrónica sutil y desbocada que pinchó en el Tizón Abraham Boba, o con los Stones Roses, la Neubaten y Sonic Youth en la misma Plaza, porque ya lo hemos dicho, esto no va de suspiros ni de poses, va de juntarse por y para la música. Qué vengan otros treinta.

Texto y fotos: Jorge Alonso

 

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda

Síguenos en Twitter