Se dice, se comenta, que Songs of a Lost World, el inminente nuevo álbum de The Cure, será el último de su carrera. Si atendemos al ritmo de edición discográfica, truncado desde la salida de 4:13 Dream (2008), esta presunción tiene todo el sentido. Precisamente, la presente gira de los ingleses, la primera desde 2019, venía ofreciendo hasta 5 interpretaciones de canciones del catorceavo elepé de la banda, entre la nutrida selección de escogidas. «Alone», sin ir más lejos, ha sido elegida primera canción del set durante toda la gira. También fue el caso en Madrid, donde Robert Smith, quien se dio un buen baño de masas durante toda la actuación, regaló sus primeras interacciones con el público durante la larga introducción del citado corte.
En cuanto al resto del repertorio escogido, como cabía esperar, ofrecieron una visión panorámica de su obra, con un puñado de visitas a sus años más oscuros, para deleite de los fans más acérrimos. Así, sonaron tres canciones de Seventeen Seconds («A Forest», «At Night», «Play For Today») además de «Faith» y «Cold», también de su lúgubre trilogía de principios de los 80, a las cuales se sumó el tono depresivo, pero adictivo, de «Charlotte Sometimes». Y a ello hay que añadir las cuatro excursiones a su obra magna, Disintegration, donde destacó la poesía audiovisual de «Closedown» y cuyo colofón fue una inmensa «Lullaby», ubicada en el segundo bis.
Un repertorio con espacio para casi toda su discografía en el que, durante 28 canciones, cerca de 3 horas, nos llevaron de viaje por su extenso catálogo. Con un cartel de sold-out colgado desde hace meses, canciones como «Shake Dog Shake», con su incandescente frenesí, sonaron esplendorosas y masivamente vitoreadas. También «Want», pieza destacada de Wild Mood Swings, probablemente la obra que marca el principio de la era menos inspirada de Smith, en la cual, la guitarra de Reeves Gabrels destacó por su intensidad dramática. Canciones pertenecientes a discos «menores», pero que sonaron convincentes. Algo que habla muy a favor del sexteto.
Y de otros discos de mayor calado, como The Head on the Door, sonaron hasta 4 canciones, destacando la postrera «In Between Days», brillante y emotiva, pero también «Push», una de las mejores de la primera parte del set, que contó con 16 cortes, previos a los dos bises finales. Un título en el que Smith mostró su buen estado vocal, pese a su condición de sexagenario, no lo olvidemos, y en el que la batería de Jason Cooper lució sobremanera, merced de un sonido impecable y un swing, como se diría en el argot baterístico, superlativo.
Wish, el último gran clásico de la banda, que acaba de cumplir 30 años, también tuvo su protagonismo. A la esperada «Friday I’m in Love», ubicada en el bis final, se sumaron una épica, intensa, «From the Edge of the Deep Green Sea» que sonó a banda sonora del fin del mundo y una sorpresiva «Doing the Unstuck», con cuya energía nos tocaron la fibra casi al final del set. Destacar también el cierre del segundo bis, con una interpretación magistral de «A Forest», en la que el incombustible Simon Gallup y Smith se quedaron solos, mano a mano, en un final épico, prólogo de la esperada traca de hits final.
Llegados a ese punto, y con todo el personal de las gradas de pie, solo quedaba cantar y emocionarse con «Close to me», en la que Smith, sin su guitarra, se movió por todo el escenario, juguetón e interactivo. O con canciones sublimes de la talla de «Just Like Heaven» (convendrán también que hablamos de una de las mejores canciones de la historia del pop) o una «Boys Don’t Cry» final que es banda sonora de muchas vidas. Como siempre, increíbles. Con las canciones de The Cure, la vida es más vida.
Texto: Daniel González
Fotos: Salomé Sagüillo
Los vi en el 89 en las Ventas y los he vuelto a ver en el 22 en el Wizin… sublimes y que legado dejas si decides cerrar filas con el último trabajo.