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Blues en la encrucijada: Los orígenes de Robert Johnson II, «Cross Roads Blues»

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

Cross Road Blues - WikipediaToca hablar de la pieza que da nombre a nuestra sección: “Cross Roads Blues”. Uno de los grandes clásicos de Robert Johnson en el que mucha gente encuentra una clara referencia del músico a sus negocios con el Diablo. Vamos a intentar entender por qué.

 

Vamos al grano: “Cross Roads Blues” es una adaptación del “Straight Alky Blues” de Leroy Carr y Scrapper Blackwell, que salió al mercado en 1929, con algunos matices tomados de los fraseos y las melodías vocales del “Black River Blues” de Roosevelt Sykes, 1930. La de Carr y Blackwell, seminales como pocos en la historia del blues, es de obligada escucha, por lo que insto a lectores y lectoras a abrir una pestaña nueva en sus navegadores y reproducirla a través de la plataforma que suelan usar. Están escuchando un paradigma de la relación entre el piano y la guitarra que dio lugar a la forma de hacer blues que hoy en día conocemos como estándar o clásica. En cuanto a la letra de Sykes, arranca con un melancólico “I went down to the river, fell down on my knees” (“Bajé al río, caí de rodillas”), el corte de Johnson con “I went to the crossroad, fell down on my knees” (“Fui al cruce de caminos, caí de rodillas”), que está mucho más que inspirado en Sykes. El resto de la letra retrata a un Robert Johnson perdido en la carretera que decide hacer autostop en un cruce de caminos porque ese es el punto de una ruta en el que los coches están obligados a reducir la velocidad y es más probable que le recojan. El sol empieza a esconderse, los vehículos parecen no verle, el miedo a pasar la noche en mitad de ninguna parte se apodera de él, cae de rodillas y ruega piedad al Señor para que “salve al pobre Bob”. Esto es particularmente terrorífico porque en aquel lugar y aquel momento (el sur de Estados Unidos en los años 30), existían las leyes Jim Crow, que garantizaban la segregación racial bajo el lema de “Separate but equal” (Separados pero iguales). Esto derivó en algo tan perturbador como las Sundown towns, zonas urbanas para blancos en las que las leyes eran aderezadas violencia verbal y física. Dado que los y las músicos itinerantes viajaban a dedo, corrían peligro de no llegar a tiempo de un lugar seguro a otro, quedando a merced de grupos organizados que bien podían linchar a cualquiera cuya piel no les acabase de convencer. Es en este punto en el que deberíamos preguntarnos qué pinta Lucifer en todo esto y, sí, están ustedes en lo cierto, no pinta nada.

 

Lo anteriormente expuesto no significa que no exista una leyenda sobre la posibilidad de encontrarse con el maligno en la intersección de dos caminos, pero la historia en cuestión tiene su origen en dos entrevistas; la primera con otro bluesman legendario apellidado Johnson y llamado Tommy: Conocemos el reverso místico de la vida de Tommy Johnson gracias a su hermano Ledell, que en los años 60 le contó al historiador David Evans que su difunto hermano le había afirmado lo siguiente: “si quieres aprender a tocar cualquier cosa y a hacer canciones tú mismo, tomas tu guitarra y vas al lugar donde las carreteras se cruzan, donde haya una encrucijada (nota: de aquí sale la conexión con el “Cross Road Blues”). Asegúrate de llegar un poco antes de la medianoche. Un hombre negro grande se acercará, tomará tu guitarra y la afinará. Interpretará una pieza y te la devolverá. Así aprendí a tocar”. La segunda entrevista de marras es la que mantuvo Pete Welding con el gran Son House para la revista DownBeat. En ella, House se refiere a la técnica de Robert Johnson de la siguiente manera: “He must have sold his soul to the devil to play like that”, que en español significa “Ha debido vender su alma al Diablo para tocar así”. Esta es la única relación que se le conoce a Robert Johnson con Satanás y el origen de la popular leyenda. Una frase de Son House en sentido figurado que se decidió interpretar literalmente, se traspapeló con la historia de Tommy Johnson que contó al mundo su hermano LeDell a través de la biografía del mismo que David Evans publicó en 1971.

 

La confusión entre Johnsons es tal que cuando en el año 2000 se estrenó “O Brother, Where Art Thou?” de los hermanos Coen, la inmensa mayoría de las críticas creyeron que el personaje de Tommy era un trasunto de Robert. Incluso el New York Times incurrió en este error y se puede consultar en su hemeroteca digital. Lo cierto es que no solo es el protagonista/autor de uno de los relatos más difundidos de la historia de la música popular, fue también un referente para los grandes del Delta cuyo falsetto imitaron muchos, Robert Johnson incluido. Los autores blancos que llegaron a partir de los 60 y han (o hemos) dado forma de relato al blues, pueden (o podemos) ser tan necios como para preferir una explicación esotérica a una plausible, con la poca vergüenza de generalizar sobre la comunidad afroamericana y sus creencias; como si fuese más fácil eso que argumentar que eran tan susceptibles de ser geniales, sofisticados y creativos/mentirosos como cualquiera. Eso es lo triste de toda esta farsa es que maquilla una realidad que merece la pena difundir.

 

Devil at the Crossroads Delta Blues Poster Madame Talbot's - Etsy UKSi deconstruimos al mito y nos quedamos con el músico, se hace evidente que el blues como género comercialmente viable cristaliza en Robert Johnson con particular autoconsciencia. Como si por alguna razón hubiera visto el futuro y tuviera claro que su destino era grabar canciones inmortales. Adaptó y reescribió aquello que le gustaba, dándole un tono personal e inconfundible. Su música sigue llegando a la gente sin que haga falta siquiera retocarla. Robert Johnson ha conseguido que el blues prevalezca y debemos recordarle por ello. Por lo que realmente significa, no por las fábulas que a los blancos que escribimos sobre él nos gusta creer y contar. Con esto quiero decir que es, o debería ser, mucho más interesante entenderle que idolatrarle. Tenemos la obligación de poner en valor el mundo al que pertenecía y a todos los y las artistas como él. Es una pena que en lugar de analizar la realidad que cortes como “Cross Roads Blues” nos ofrece, departamos sobre la posibilidad de hacer negocios con el Diablo.

 

Dolphin Riot

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