«Tenemos que acabar justo cuando esto empieza a calentarse, para que podáis bailar reguetón. Nos queda poco porque después hay disco». Son las palabras, llenas de sorna y disgusto, de un Anton Newcombe que choca con el mundo actual, afrontando un final precipitado de su actuación, dado por las circunstancias del negocio.
Tranquilo Anton, con las algo de más de dos horas de concierto, tuvimos suficiente, si bien podríamos haber estado más tiempo ahí, con vosotros. Flotando en esa suerte de blues psicodélico, ahumado en una densa bruma narcótica que tanto caracteriza a los americanos.
El característico sonido de The Brian Jonestown Massacre (TBJM), se alimenta especialmente de guitarras, y siempre cuenta con el timbre característico de una guitarra de doce cuerdas, contando en ocasiones con hasta tres de ellas. Por todo ello, al escucharles no nos quitamos de la cabeza a The Byrds o The Velvet Underground. Tampoco a los primeros The Dandy Warhols, con quienes comparten raíces, influencias y una frecuencia sonora que en muchos momentos encuentran.
Aunque empezaron algo planos y en este sentido, tuvieron sus idas y venidas toda la noche, cuando la cosa se amorraba más de la cuenta, echaban mano de «Anemome» o «Pish», para volver a meterse al público en el bolsillo. Además, se guardaron «Servo» para el tramo final, jugando también sus cartas.
Pecan de tomarse demasiado tiempo entre canción y canción, para efectuar constantes cambios de guitarra, echar unas caladas, ajustar los parámetros del ampli, o darse un respiro. Esto resta ritmo al concierto hasta niveles desesperantes, pero es cierto que cada vez que se vuelven a poner en materia, nos embelesan y atrapan. Y ahí sólo sabes dónde estás, no de dónde vienes.
Para terminar se unieron sus dos roadies a la ecuación, para sumar un total de cinco o seis guitarras. Nueve tíos sobre el escenario, redoblando una apuesta basada en el feedback, la reverberación y un rasgueo lánguido, sumamente atractivo. Un cóctel de elementos en el que merece la pena zambullirse, convirtiendo la experiencia TBJM en algo único, que no entiende de épocas, modas o exigencias de la industria, por mucha disco que haya después.
Texto: Daniel González
Fotos: Salomé Sagüillo
Lástima que el comentario de Anton estuviera fuera de lugar, pues siendo jueves en la sala no había sesión de discoteca posterior. Sesiones por otra parte en la que no predomina el reguetón precisamente. Una revista seria como la vuestra debería saberlo.