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The Black Crowes – Sant Jordi Club (Barcelona) y Wizink (Madrid)

 

Por un lado, me ha costado entender las reticencias de algunos fans a una gira de Black Crowes en la que no están otros miembros de la formación clásica. La vida es dura, pero para un directo, los dos grandes signos distintivos de este grupo son la voz y la guitarra de los hermanos. Suenan amenazas de guerra nuclear por televisión, a las nuevas generaciones no les interesa el rock ¿y vas a levantar el meñique por los secundarios de un grupo? No lo entiendo. Como tampoco entiendo al grupo. «Shake your money maker» fue su disco de más éxito, pero el suyo, no el nuestro; es decir, ese álbum, por muy bueno que fuera, no marcó un antes y un después en la historia del rock. ¿Merece una gira de aniversario? Por poder, podrían venir con versiones de Green Day, es cosa suya, pero da pena. La carrera de Black Crowes fue convulsa, llena de altibajos, psicológicamente infernal, según reveló en su libro el ahora ex batería Steve Gorman, pero hasta en los últimos estertores, hasta «Before the frost… until the freeze» hubo composiciones brillantes.

Hay doce discos con material que permite combinaciones impresionantes. Apoyarse en el primero, donde había hits, pero no una maduración como en el resto de su obra, ha arrojado una versión de sí mismos muy limitada teniendo en cuenta el potencial. Lo bueno, escuchar en directo, «Thick n’ thin», esa faceta neolítica suya en la que coqueteaban con el garaje, que no deja de ser un privilegio. Dicho lo cual, nada de esto significa que en Barcelona no salieran como un disparo. No hubo mesetas ni pausas de alivio, fue algo torrencial. En el escenario, traían un bar con barman incorporado. Un camarero que permaneció todo el concierto de pie meneando la cabeza.

El ingenio daba juego para llevar el espectáculo a esa barra, podía presagiar jamming entre chupitos, pero era mero atrezzo. De esta manera, lo espectacular fue el final, con una mínima selección de los demás álbumes. Luego el bis, de Bowie, de su último EP de versiones, y final en seco. Incluso áspero.

Texto: Álvaro González

Fotos: Sergi Fornols

 

The Black Crowes – WiZink Center (Madrid)

Durante más de 30 años, cada vez que los hermanos Robinson se han llevado bien, la parroquia hard-rock más sureña ha estado de enhorabuena. Y este parece ser uno de esos momentos. Los astros se han alineado coincidiendo además con el trigésimo aniversario de esa obra redonda que les vio nacer, Shake Your Money Maker. Bueno, para ser más exactos son 32 los años, pero los acontecimientos acaecidos en 2020 llevaron a los hermanísimos a tener que aplazar esta gira conmemorativa más de lo deseado.

Y tras los mencionados sobresaltos, ahora sí, nos visitaban para, en palabras de Chris Robinson, tocarnos «the whole fucking thing». Y la verdad, aunque este tipo de festejos son a menudo sospechosos, esta gira está más que justificada. No sólo por la calidad del repertorio, sino también por la buena forma de los protagonistas. Excelente, de hecho. El chorro vocal del más espigado de los hermanos se mantiene intacto. Y los dedos de Rich, fluyen con pasmosa facilidad y el feeling habitual. Así pues, la asistencia al evento deviene, como dirían los yankis, un must.

Del disco, ¿qué les voy a contar? Ya saben, 10 canciones como soles y ni un gramo de paja, en una colección que transita por varios palos del rock con maestría y absoluta reverencia por las fuentes de las que beben. Destacó su archiconocida versión del maestro Otis Redding, mejor sobre las tablas, pero también la profundidad y emotividad de «She talks to angels». Eso por emocionar un par, pero lo cierto es que sonaron todas estupendas, como «Thick ‘N Thin», un auténtico cañonazo en vivo.

El sonido fue impecable y no escatimaron en decibelios, algo imprescindible para una banda como los de Atlanta. La puesta en escena tampoco defraudó. Dos coristas, una barra de bar con su correspondiente barman… una fiesta a la altura de la efeméride que se celebraba.

Y en cuanto al añadido, basado en hits de álbumes posteriores y alguna que otra versión, no podían faltar algunas canciones de su segundo álbum, el también excelente The Southern Harmony and Musical Companion (1992). Sonaron hasta 4, destacando «No Speak No Slave», cuyo riff sonó atronador y «Remedy», donde, como en la versión enlatada, se lucieron las coristas. Perfectas ambas. A ellas sumar una muy bluesy «Wiser Time», de Amorica (1994) y un par de versiones de incunables, «Papa Was a Rollin’ Stone» y el colofón final, «Rocks Off», echando así mano de su reciente 1972, referencia donde versionan canciones de dicho año.

Y en la despedida, con todo el mundo contento y efusivo, Chris Robinson saludó a todos los músicos que le rodeaban. Sólo faltaba un gesto para con su hermanísimo, quien parecía algo esquivo, pero finalmente lo hubo. Un choque de manos a cierta distancia, pero suficiente para escenificar que las cosas funcionan entre ellos. Y cuando la familia Robinson está de buenas, pasa lo que pasó esa noche en Madrid. Es decir, mucho.

Texto: Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

2 Comments

  1. Hola, varios fallos de sonido, guitarra chirriaba y no soy tecnico…. ENORMES…. ABRAZO

  2. Rafael Enríquez

    En Madrid el sonido llegó a ser insoportable. Qué necesidad hay de meter tantos decibelios?, Además de ese sonido típico de pabellón enlatado. El bis parecía una jaula de grillos. Hablo de lo que sentimos desde las primeras filas.

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