Encuentros

The Mild Antics, la aguja en el pajar

Uno no sabe si es por la experiencia que dan las décadas de escuchar rock a diario, el oído más o menos atento y entrenado o por simple buen gusto, modestia aparte; pero en el sobresaturado panorama musical, esa perspicacia para vislumbrar la pepita de oro entre los miles de romos guijarros que bajan por el río, es una de las habilidades –sin pretender tampoco ir de iluminado ni de cazatalentos, se me entienda– de las que más orgulloso me siento. Y pese a haber estado personalmente en la inopia durante más de un lustro (el tiempo que llevan en activo) el caso de The Mild Antics encaja perfectamente en lo dicho.

Echando un ojo al pasado cartel de las Festes de Gràcia, apartando los hierbajos del latineo, la pachanga y el piesnegrismo de rigor en busca de esa arcana disciplina conocida como rock’n’roll, me topé con la actuación de esta banda. Un par de escuchas a diversos temas que encontré por ahí y lo supe de inmediato: el cedazo, de nuevo, había encontrado metal noble entre tanta arenisca. Riffs y arpegios incontestables, una base rítmica tan profesional como imaginativa y el sentido de la melodía como argamasa del conjunto. Por ahí dentro, agitados pero no mezclados, se removían Kinks y Dylan, Bowie y Mott The Hoople, Nick Cave, Kevin Ayers y hasta The Jazz Butcher, según cómo. Inmejorables referencias destiladas de un sonido, el suyo, que se sobrepone a todas ellas gracias a aquello que diferencia a una buena banda de otras del montón: la personalidad.

 

A falta de saber si todas las virtudes que palpaba escuchando su música en la red encontrarían acertado reflejo sobre las tablas, el bolo que nos regalaron en una pequeña calle del barrio aquella calurosa noche de agosto, superó las expectativas: su rock de la vieja escuela puesto al día, transitando la maroma entre los sesenta y los setenta, sin desdeñar el jangle pop, el glam, el folk y el country, en directo sonaba todavía mejor. Más dinámico, más orgánico y natural. De inmediato supe que quería saber más sobre esta gente y, en la medida de lo posible, darlos a conocer al máximo de lectores posibles de esta, la mejor revista de rock de Occidente. Porque la información sobre ellos en su web era tan ordenada como escueta, y por el resto de la Red tampoco encontré demasiado: dos británicos afincados en Barcelona – Andrew Szwejkowski (Andy para los amigos), cantante, letrista y guitarra y Stephen «Woody» Godfrey a la guitarra más una sección rítmica autóctona formada por Darius Pallarés (bajo) y José Almendros (batería), letras y alguna noticia, enlace al bandcamp y poco más.

 

Así pues, tenía una banda que sonaba de puta madre, con varias docenas de canciones a cada cual mejor, y que parecía no haber trascendido el más reducido circuito de bares y garitos hasta el momento. Intolerable.

Al terminar la actuación, me acerqué a Andy para presentarme y proponerle una entrevista. Materializada semanas después entre risas y cerveza y que intentaré transcribir de manera más o menos coherente, pues a los cinco minutos de empezar la dinámica pregunta-respuesta aquello se convirtió en una animada, divertida e interesantísima conversación en la que los temas volaban por doquier; todavía más con la llegada de Stephen, poco más tarde.

 

Lleváis en activo desde 2016…

Sí, el proyecto de la banda empezó más o menos en esa época, pero yo conozco a Stephen de hace mucho tiempo, es un buen amigo.

 

¿Dónde os conocisteis, aquí en Barcelona?

No, en Budapest. Solíamos hacer versiones de Bob Dylan tocando en la calle. Es una larga tradición que mantenemos…

 

Esa es una de las últimas preguntas que tengo para hacerte.

Ok, vale entonces (risas). Pero así es básicamente cómo lo conocí. Y cuando años después yo ya estaba viviendo aquí y él estaba aburrido en Londres le dije: ‘¿porqué no vienes a Barcelona, tal vez podríamos montar una banda o algo?’. Y así pasó. Estuvo unos cuantos meses durmiendo en mi sofá hasta que se las arregló por su cuenta. A partir de ahí empezamos a hacer algunas sesiones de micros abiertos…

 

Empezasteis como un dúo, pues.

Sí, supongo que sí. Yo siempre he escrito canciones, desde mucho tiempo atrás cuando estaba en otras bandas, y en algún momento fue como ‘ok, Steve tiene los mismos gustos musicales que yo, sabe escribir lo cual es cojonudo, así que…’

 

 

¿De dónde sois, por cierto?

Yo nací en el norte de Inglaterra, aunque crecí en las Midlands, y Steve es de Cornualles. La familia de Darius es de Tortosa y José está viviendo en Sant Boi ahora mismo.

 

¿Cómo llegasteis a conocer a Darius?

Darius es algo así como el bajista residente en La Sonora de Gràcia, prácticamente vive allí (risas). Cuando nosotros empezamos con los micros abiertos, Darius siempre estaba disponible hasta que finalmente acabó en la banda. No sé bien cómo pasó la verdad, no es que le dijéramos ‘ya estás en el grupo’ o algo así. Simplemente entró a formar parte, fue algo natural.

 

¿El nombre del grupo es simplemente porque suena bien o tiene alguna historia detrás?

Sí, surgió en una conversación con un amigo. Yo le estaba contando que estábamos empezando a tocar por aquí y explicándole qué es lo que hacíamos. Y le comenté que en escena es mejor si te mueves un poco, si muestras una cierta animación, como haciendo pequeñas payasadas. No sé si estás familiarizado con esa palabra (antic: bufonada, payasada o travesura, N. del R), porque por desgracia aquí todo el mundo asume que se refiere a cosas antiguas, a antigüedades y a veces pienso ‘mierda, escogí el nombre equivocado’ (risas).

 

En vuestra página dais una serie de nombres como pista por dónde van los tiros en vuestra música…

Yo sigo y me identifico mucho con los letristas, con esa gente que puede escribir de verdad. Es lo que realmente me inspira. Soy un gran fan de Dylan, pero también de Nick Cave, quien a nivel lírico está a otro nivel. Otro de mis grandes héroes es Luke Haines, de The Auteurs, una banda de la primera mitad de los noventa. Yo crecí musicalmente en los noventa, con bandas como Suede y más tarde retrocedí hasta los sesenta y seguí a partir de ahí.

 

Siendo tú el letrista de la banda, ¿el proceso de composición propiamente dicho recae también sobre ti o es más un trabajo de grupo?

Recae sobre mi hasta que hago entrar a Stephen. Es algo que tiene sus pros y sus contras porque realmente la canción es algo mío, pero cuando Stephen mete algunas de sus guitarras le da un sabor distinto. Yo normalmente tengo una letra en la cabeza y esas letras me llevan a las melodías…

 

Empiezas primero con la letra pues

En realidad, llega por partes. Tienes una idea, una frase que sugiere un tema concreto, cantas algunos versos y vas construyendo a partir de ahí. No es que escriba toda la letra primero y luego busque la música para acompañarla. Es algo más como en bloques.

 

En algunas de vuestras canciones, como «The Best 28-Second Cat Video You’ll See Today» o «David Bowie’s on Sale» haces una crítica de la sociedad actual cargada de ironía, sarcasmo casi. ¿Os sentís un poco fuera de época, como banda y/o como individuos?

Sí, absolutamente. Al cien por cien. Siempre bromeo diciendo que el siglo XX, para mí, es lo que realmente importa. Pero hoy día aquello escasea. ¿Conoces a Big Thief? Son una banda americana, de hoy día y cuando los escucho siempre pienso ‘sí, así se hace’. Son algo auténtico, algo que me inspira a día de hoy. Sin duda estoy atrapado culturalmente en el siglo XX.

 

 

Aunque llevemos ya veintidós años en el nuevo milenio yo también me siento como un hombre del siglo XX

Como en el tema de los Kinks, «20th Century Man», adoro esa canción. Ahí expresa una cierta frustración, sobre lo que es y sobre dónde está. En la cultura del siglo XX es innegable lo importante que fue el rock en el sentido que crecías formando tus ideas a partir de aquellas bandas. Y vale, puede que no fuera la mejor filosofía del mundo, pero igualmente encajaba con tus ideas. Al respecto leí una cita -ahora mismo no puedo recordar quien fue, puede que fuera Luke Haines o puede que no-, que decía que en el siglo XXI la música pop, la música rock, es prácticamente un subgénero de las redes sociales. Es decir, que ha sido totalmente relegado, apartado de lo que realmente le importa a la gente. Y no puedo estar más de acuerdo.

 

Habéis ido colgando material regularmente en bandcamp, hasta conformar un repertorio bastante amplio. Con tan buen material, ¿no os habéis planteado editar en formato físico?

A medias. Hace unos años pasamos por un periodo en el que tocamos en algún festival y todo eso y de algún modo pensamos ‘oye, puede que esto esté yendo realmente hacia algún sitio’, porque hasta entonces no lo estaba haciendo…pero entonces llegó un masivo bajón a causa de la pandemia; y ahora nuestro bajista está viviendo en Tortosa, lo cual hace muy difícil poder ensayar. Las Festes de Gràcia de algún modo nos han rescatado, nos han hecho recordar cómo es tocar en directo y además las cosas fueron muy bien esa noche, tuvimos esa sensación de ‘hey, esto está sonando como debería sonar’; en cierto modo nos aportó una nueva motivación.  Ahora el siguiente paso es tratar de conseguir mejores grabaciones, porque todo lo que hemos grabado hasta ahora…solíamos ensayar en La Universal de l’Hospitalet y tratamos de grabar algo, pero sonaba como una mierda (risas). Pero en resumen sí, estamos empezando el proceso de grabación, Stephen y yo básicamente. Queremos grabar en serio lo que hemos hecho hasta ahora, porque estamos bastante orgullosos del material.

 

¿Algo de material inédito?

Años atrás Stephen y yo escribimos una canción de fútbol, para la selección inglesa (risas). Nada que ver con lo que normalmente hacemos, sino más bien basura poppy grabada en mi apartamento. Y resulta que, sin pretenderlo, conseguimos un par de entrevistas en la radio, nos mencionaron en la BBC…y pensé que si se me ocurría otra idea para una canción futbolera, lo volvería a hacer. Y hace un par de años, cuando Inglaterra llegó a la final jugando como una mierda y perdieron la final en los penaltis contra Italia, buena parte del equipo eran jugadores jóvenes y negros. Y en Inglaterra hubo una reacción harto curiosa, porque hubo cierta gente –obviamente racista– que empezaron a decir ‘bah, estos chavales no sirven para nada, son basura’ que generó una respuesta en el sentido de reivindicar que esos chavales somos nosotros, como diciendo ‘esto es Inglaterra’. Y en ese punto decidí escribir una canción sana. No como el material más o menos crítico que suelo escribir, sino una canción positiva, una especie de «Imagine» o así (risas) para Inglaterra en este próximo Mundial. La estamos grabando justo ahora y es un poco raro porque no es la clase de tema que solemos hacer, pero quién sabe, igual conseguimos llamar un poco la atención (risas).

 

Pero la idea es hacer un álbum como tal…

Creo que lo que haremos será editar dos temas, como un sencillo de dos caras A, y posteriormente pasaremos al álbum. Porque tenemos un par de temas de los que nos sentimos muy satisfechos, pero no terminan de casar con el sonido hacia el que nos dirigimos, ya que originalmente nosotros éramos más folkies; en parte porque Barcelona te obliga en ese sentido, pues es jodido encontrar sitios dónde puedas tocar con batería y por supuesto odio todo ese rollo del pagar por tocar, ahí que no me busquen. Pero tenemos estos dos temas, «Oh Jack» y «Pretty Good At Falling Out Of Love» que no encajan con el resto, así que irán por un lado mientras que luego habrá once o doce para el álbum. Esa al menos es la idea.

 

Hablabas de los locales para tocar en Barcelona, ¿cómo ves el circuito de directo en la ciudad?

Es un auténtico grano en el culo (risas). A ver, nosotros no tenemos muchos fans, pero tenemos canciones y somos competentes sobre el escenario, pero vas a los sitios y te encuentras con que o bien tienes que pagar o te preguntan cuánta gente vas a llevar. No hay ninguna escena orgánica, nada que la vertebre. Recientemente Steve y yo fuimos a Irlanda a ver a Loudon Wainwright y en Dublín hay música en todos los lados, bares con un pequeño escenario y cuatro o cinco bandas cada noche, tocando rock sin tener que justificarse de cara a nadie.

 

No existe aquí esa cultura ni por asomo

Desde luego. Falta un escalón, un peldaño intermedio entre esas salas de aforo medio y los bares en los que no puedes hacer ningún ruido porque todo el mundo empieza shhhhh, y los propietarios –comprensiblemente- vigilan de cara a los vecinos para que no les chapen el garito. De algún modo nos hemos dado cuenta de lo tontos que somos intentándolo aquí, en realidad es una tradición angloamericana que simplemente aquí no existe.

 

Volvamos a lo que decías de Bob Dylan al principio. Tengo entendido que eres un dylanita de pro y que empezaste muy joven a versionarlo.

Esa fue mi plan maestro, cuando tenía veinte años. Soy un gran fan suyo y en 1997, junto a mi amigo Gary, fui a verlo por primera vez. Ya íbamos preparados, sabíamos que iba a retorcer las canciones y que teníamos que detectar los pequeños destellos de magia de entre todo ello. Fuimos a verlo dos o tres veces más en esa época y entonces se me ocurrió esa brillante idea que consistía en: ¿qué es lo que hace todo el mundo cuando sale de un bolo de Bob Dylan? Normalmente suben a sus coches y ponen a Dylan en el radiocasete. Así que le dije a Gary: ‘la próxima vez que vayamos a verle ¿por qué no metemos nuestras guitarras en tu maletero y en cuanto salgamos del concierto nos ponemos en la calle a tocar un puñado de canciones suyas? ¡Ganaremos una fortuna! (risas). ¡Y funcionó! A veces mejor, otras peor, pero funcionó. Finalmente acabamos tocando también antes de los shows, o lo que hacíamos era que si tenía tres fechas comprábamos la entrada para uno de los bolos y nos quedábamos tocando fuera en los otros dos, media hora antes o así. Y en ocasiones sacábamos más de doscientos euros. Así nació esta especie de tradición. Luego conocí a Steve en Budapest y cuando volvió a Inglaterra se unió a nosotros; también coincidió más o menos con una época en que Gary enfermó y nos quedamos solo Steve y yo. Y así seguimos haciendo esto a lo largo de los años. Cuando hace años vino de gira a España, tocamos en la calle en cinco de las fechas, en Salamanca, Madrid… y de hecho a través de esto es cuando se cimentó la amistad entre nosotros.

 

No hay duda de que sois grandes fans; incluso le habéis dedicado un tema a Bill Pagel, que gestiona una página web dedicada a Dylan.

¡Oh, sí, «Wake Bill Up!», eso fue ridículo! ¿Por qué demonios escribí algo así?

 

¿Él lo sabe?

Sí, le escribimos, y no quedó impresionado en absoluto (risas). Esa viene a ser “nuestra canción punk”. Y sí, le escribimos diciendo ‘hey, hemos escrito una canción sobre ti’ y él nos contestó disculpándose por haberse retrasado con una información sobre Dylan y no hizo mención alguna a la canción. Tenemos canciones que seguro le gustarían, pero esa no precisamente.

 

Decías al principio que tú y Steve empezasteis en Barcelona como dúo, entiendo que en formato acústico.

Así es. Cuando empezamos The Mild Antics, ambos tocábamos la guitarra acústica, hasta que en un momento dado Steve tomó la eléctrica. Y nos dimos cuenta de que esa era la dirección en la que estábamos apuntando, así que decidí coger la eléctrica yo también. Y pasamos por esa fase de ‘¡eh, ahora somos eléctricos, podemos hacer un poco de ruido!’ (risas) lo que llevó a un poco de esquizofrenia respecto a lo que se suponía que estábamos haciendo aquí. Más recientemente hemos dejado de lado un poco nuestra cara más ruidosa tratando de encontrar nuestro sonido, tampoco acústico, pero…diría que el tema que va por el camino que creo que es el adecuado es «Vendergood».

 

¿Sobre qué trata?

Habla de un tipo sobre el que leí, un niño prodigio (William James Sidis, N. del R.). Cuando tenía siete u ocho años inventó un idioma, el Vendergood, y a los trece ya estaba en la Universidad. Fue como el genio de su generación. No sé hasta qué punto la historia es verdadera pero bueno, esa es la historia que yo cuento. Es algo que aprendí de Dylan, el no tener que aferrarse al relato como tal, centrarse no tanto en de dónde proviene sino hacia dónde se dirige. Así que en mi canción los demás alumnos se burlan de él, no puede concentrarse y acaba por dejar los estudios, entrar a currar en un banco y dedicarse a coleccionar cosas, especialmente billetes de tranvía. En cualquier caso, la historia me impactó en cierto modo y pensé que podría jugar con ello un poco; y cuando la releo, creo que hice un buen trabajo. Es bastante compleja, tienes diversos detalles…

 

Un poco al hilo de esto y para ir acabando, olvidaba preguntarte por esa ironía y ese sentido del humor que mencionamos antes, presente en varias de tus canciones.

Sin duda, es un punto importante que he olvidado mencionar. Cuando pienso en todos mis héroes musicales, en mis compositores preferidos, siempre encuentro la seriedad cruzada con el humor. Volviendo a Dylan, recuerdo tener dieciséis años y escucharle cantar “the sun’s not yellow, it’s chicken” (risas), o como Morrissey usa siempre el sentido del humor, un humor que la prensa británica nunca pilla y lo toma por un viejo y miserable bastardo, lo cual sin duda es cierto (risas). Al final tienes que tomarte el mundo tal como es, así que ¿qué puedes hacer aparte de comentarlo y reírte de ello?

 

Más info en

https://www.mildantics.com/

https://mildantics.bandcamp.com/

 

 

Eloy Pérez

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