El compañero Manel Celeiro se refería a Little Caesar, en la reseña de su reciente concierto en la barcelonesa sala Wolf, calificándolos como veteranos guerreros del rock & roll. Definición que se puede aplicar perfectamente a los ingleses. Dueños de un pasado clave en el rock & roll británico durante la segunda mitad de los ochenta y los noventa y resucitados en el 2008, siguen sonando rocosos y afilados, con esa mezcla de rock, ritmo y blues y punk que saca punta a las guitarras y que dirige con mano férrea la pétrea garganta de Peter Coyne. El pequeño vocalista, con ese aire de chungo hooligan avejentado o de mafioso que suple la falta de un físico intimidante, con una dosis extra de mala leche al estilo de Joe Pesci, continúa marcando el paso de la banda con esos gestos secos y desgarbados que lo caracterizan.
Obviamente, son las canciones clásicas las que levantan más entusiasmo, el público responde como un solo hombre cuando interpretan «Cause I Said So», «When Am I Coming Down», «Love Is Dead», «She Gives My Love», «This Is War», «Unreal World», la cow punk «Walking Talking Johnny Cash Blues», «Unreal World» o ese himno que es «Birth, School, Work, Death», cuyo mensaje de desesperación vital se mantiene vigente, todo y el mucho tiempo transcurrido desde que fue escrita. Las canciones más frescas también obtienen la aprobación del respetable, sus últimos álbumes, A Big Bad Beautiful Noise y Alpha Beta Gamma Delta, contienen más de un tema destacable, en ellos todavía pervive el espíritu rebelde y callejero que vio nacer a los padrinos, cuyos tres primeros discos fueron oscura banda sonora de los tristes años finales del Tatcherismo. The Godfathers se mantienen vivos y defienden con orgullo su cancionero, así que su oferta actual, parafraseando a Marlon Brando, es difícil de rechazar.
Antonio Aguilar
Fotos: Enric Grosche