Encuentros

La Trinidad, la ambición de la página en blanco

 

 

 

 

Dos años pandémicos después de su debut en largo, Los edificios que se derrumban (Sonido Muchacho), el cuarteto malagueño La Trinidad se halla en la fase embrionaria de su segundo LP. “Estamos trabajando ya con el productor, pero no tenemos ni puta idea”, se sincera entre risas Sixto Martín, voz y guitarra. “Nos sentimos desorientados en el buen sentido, con ganas de tirar la casa por la ventana”, aclara el batería Carlos Guerrero.

Cual aperitivo refrescante, su más reciente EP, ¡Qué asco de primavera!, sirve de puente hacia “no tanto una reinvención como una redefinición de nuestro sonido”, apunta Guerrero. Producido, mezclado y masterizado por Carlos Díaz, se ha editado en 7” y en digital, y cuenta con una portada de tinte impresionista que firma Iñaki López Allende. Este otoño tienen prevista una gira de este último trabajo y el 3 de septiembre actuaron en el festival Cala Mijas.

¿Por qué os da asco la primavera?

Sixto Martín: No, nos da asco… El título es idea mía, lo saqué de una letra («Las Vistas del Barrio Alto»). La primavera casi es la mejor época del año en Málaga, a diferencia del verano. No tenía muchas ganas de escribir sobre la pandemia, pero recuerdo que la primera vez que salí a la calle, después del confinamiento duro, lo primero que anoté fue: “Qué desperdicio de primavera” (risas). Caí en la cuenta de que llevaba meses metido en mi casa. Después cambié “desperdicio” por “asco”; es más sonoro, más físico.

¿Estáis satisfechos con el recibimiento de este EP?

Carlos Guerrero: Creo que está teniendo una buena acogida. Es verdad que no podemos defenderlo en directo tanto como nos gustaría. El recibimiento en digital está siendo mejor de lo que esperábamos, de hecho. Es una suerte que hayan gustado estas canciones. Y en los pocos conciertos que hemos dado, la gente se sabía la letra del primer adelanto (“Las Vistas del Barrio Alto”), ha calado muy bien entre el público. Sixto Martín: Creo que todavía somos incapaces de vivir con la misma ilusión que antes de la pandemia. Teníamos todo muy enfilado: un montón de festivales, conciertos… Y de repente, pinchazo. 2021, de nuevo, pum, pinchazo. Es como la cuarta vez, en muy poco tiempo, que hay que reanimar la banda. La industria desde entonces ha cambiado un montón. En nuestra discográfica, si antes sólo estaban Carolina Durante, Mujeres, Airbag, es decir, bandas guitarreras, ahora también hay otra liga en la que figuran Sen Senra, Judeline, Fresquito y Mango… Es normal, no lo digo en plan despectivo ni nada. Hay una generación de chavales que están en otra historia. Estamos en un momento en el que todo nos parece bastante incierto, nos sentimos un poco desconfiados de todo, por miedo a caer de nuevo en la decepción. Como cuando sufres tres desamores seguidos y dices, ¿para qué me voy a volver a enamorar? Hasta que llegue una persona que digas: “¡Ahora sí que merece la pena!”.

¿Cómo os fue en el estudio con Carlos Díaz?

CG: Tuvimos muy buena experiencia por su parte, y un poco agridulce por la nuestra. Fuimos a su estudio pensando en dar un pequeño cambio, teníamos muy buenas referencias. Acudimos con las canciones más o menos definidas, pero poco ensayadas… Eso fue un poco frustrante, la típica sensación de que te metes en un estudio y vas con mucha prisa; las canciones tienen mil millones de detalles, todo en apenas tres días… Con todo, fue una experiencia super bonita, nos encanta estar en el estudio. Además, cuando escuchamos las premezclas, todo cobró sentido.

¿Y cómo afrontáis el segundo largo?

SM: Estamos trabajando ya con el productor… y no tenemos ni puta idea (risas).

CG: Sí, estamos muy desorientados en el buen sentido, con ganas de tirar la casa por la ventana, pero al mismo tiempo, no tenemos ni idea.

SM: Pesa el paso del tiempo, la ilusión del primer disco y la presión de sacar el segundo. No me refiero a una presión comercial, pero sí de decir: “Qué mala suerte hemos tenido con el primer álbum; estábamos en un momento muy dulce, y de repente…”. ¿Qué hacemos ahora? Tampoco queremos repetirnos. Este segundo disco no se está componiendo como banda al uso, en el local de ensayo y luego a grabarlo en el estudio. Queremos darle una vuelta a la producción. Existe un factor casi político: todo el mundo está sonando igual, es muy homogéneo. Por otro lado, y esto quizás le duela a mucha gente, el recorrido de los grupos de guitarra en España, a nivel de producción, muchas veces es muy pobre. Es decir, los grupos de guitarra se quedan haciendo música de guitarra eternamente. Y puedes seguir haciéndolo, pero también tienes que reinventarte. Tenemos cierta ambición artística, queremos hacer algo más que punk-rock otra vez. A lo mejor en el siguiente disco no hay guitarras rítmicas, y sólo va a haber batería sampleada y digital, o va a haber más sintes… Tenemos ambiciones, pero también la página en blanco. ¿El punto bueno? Que estamos todos en la misma página en blanco (risas).

CG: Nos estamos aburriendo un poco de nuestra concepción de hacer música; ahora vemos que hay muchísimos más medios a nuestro alcance… Tampoco vamos a inventar nada, porque muchos grupos históricos que nos gustan de repente dieron un giro. Estamos dispuestos a hacer eso. ¿Cómo? No lo sé (risas).

El primer corte de ¡Qué asco de primavera!, «Jorge Enamorado», parece el puente del pop más oscuro de vuestro álbum debut hacia una “reinvención” más “luminosa”, tal como apunta la hoja de promo…

CG: No es tanto una “reinvención” como redefinición del sonido, en el sentido de que es más reposado. Esta canción en concreto es un poco más frenética -y eso que en un inicio lo era aún más-. Pero en el estudio, con Carlos Díaz, la cosa se atemperó y bajamos revoluciones e intensidad. Puede ser la mejor transición espiritualmente, porque en cuanto al sonido en sí, era la más verde. Cuando llegamos al estudio, cogimos algunos trozos de canciones fallidas, de antes de la pandemia…

SM: Teníamos una canción que se llamaba «La generación», tuvimos una muy mala experiencia con ella en directo, y la tiramos a la basura. «La generación» acabó convirtiéndose en «Las Vistas del Barrio Alto»; que eran los mismos acordes. Sonaba mucho más oscura, más agresiva; la cambié a mayor y cambió por completo. En cuanto a «Jorge Enamorado», es la única canción que compuse de principio a fin en el confinamiento, la única idea que conseguí. La letra es posterior, tenía una primera que tiré íntegra a la basura.

«Las Vistas del Barrio Alto» recoge uno de vuestros puntos fuertes: las letras. Hacéis muy buenos retratos de la sociedad, en línea con “La Clase Media”, de vuestro LP debut.

SM: Desde la pandemia me ha costado escribir canciones; veníamos del disco anterior, en el que me volqué mucho a nivel personal, en las letras. Tras la pandemia y dejar de hacer tanta vida en la calle, fue como si me hubiesen chupado el alma y no tuviera de qué escribir (risas). Gran parte de estas letras nacen de imágenes, cuestiones, ideas que tenía escritas, que después he ido juntando hasta crear una historia en base a ciertos elementos estéticos. «Las Vistas del Barrio Alto» es como si te introdujeras en el interior de una persona y fueras capaz de percibir sus emociones. Esta temática ya la tratamos en “Las Venas”, del disco anterior. Es la misma canción, pero con dos perspectivas diferentes.

Los sintes adquieren cada vez más peso en vuestra música. ¿Forma parte de esa “redefinición” de vuestro sonido?

SM: En el anterior disco sí que había sintes, pero era otro tipo de sonido. El cuarto miembro de la banda, que fue el último en entrar, Carlos Salado -el típico genio multiinstrumentista, ¿sabes?-; no había participado en la composición, entonces aportó capas de arreglos. Cuando afrontamos este EP, él ya estaba integrado en el grupo, así que desde el primer momento ya estaban los sintetizadores en la cabeza a la hora de componer. Forma parte de esa transición que estamos viviendo, sí. Aunque somos un grupo eminentemente de guitarras, nos apetecía no hacer tanto raca-raca -acabamos de hacer un disco muy, muy guitarrero-. Nos lo pedían las propias canciones. Desde que hemos incorporado la figura del teclista, ya no pienso en meter 80 capas de guitarra, ahora pienso en 40 y dos sintes (risas).

El tercer y último corte, «Las Horas que Trabajo», contiene una frase que invita a la reflexión: “Que la vida no dependa de mi esfuerzo”…

SM: Nos costó mucho trabajo sacar esta canción, hubo muchas versiones, parece que no teníamos muy claro a dónde la queríamos llevar… A día de hoy, la escucho y aún no la siento tan nuestra, es la más distinta de nuestro repertorio. Además, tuvo tantas versiones hasta llegar a la de estudio, que ahora mismo no sabemos muy bien cómo llevarla al directo, es algo así como una cara B. La cosa es que ha funcionado muy bien. Y en el primer momento nos ilusionamos mucho con esa canción, casi queríamos que fuera single, pero era tan distinta que nos echamos atrás. Respecto a la letra, es más continuista. Me dí cuenta de que había escrito dos canciones de amor, o quizás más sentimentales, y una parte de mí… En realidad, sigue siendo una canción muy visceral y sentimental, aunque sea un poco autocompasiva. Como el disco anterior era muy político en general, no quería que esto se perdiera. Cuando la escribí, me sentía completamente deprimido por el trabajo que tenía, me estaba amargando la existencia y me estaba alienando. Entonces quise escribir una canción sobre ello, y el título es un poco el gancho, pero verdaderamente habla de cómo me siento yo de camino al trabajo -y no sólo habla de mí, sino de cómo percibo mi entorno: te das cuenta de que todo el mundo está igual que tú.

Es un poco paradójico que sea la que más ‘trabajo’ os ha dado, la más costosa… Ciertamente es muy fiel al espíritu más político de vuestro debut.

SM: Es algo que siempre hemos tenido muy claro en el grupo: si nos metíamos en ciertos temas, puramente políticos, siempre va a ser desde la perspectiva del realismo, no del panfleto.

¿Algo más que queráis añadir?

SM: No, está bien así. Somos unos bocachanclas, mejor no hablamos más que luego nos dicen cosas en Twitter…

Texto: Amaia Santana

 

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